Non è casuale che, tanto la Prima come la
Seconda Dichiarazione di
L'Avana,
incomincino con l'evocazione del ricordo imperituro di José Martí. Alla testa
dello storico documento, approvato dal popolo di Cuba nell' Assemblea Generale
Nazionale, effettuata nella Piazza della Rivoluzione, figurano le parole
dell'Apostolo nella memorabile lettera al suo amico messicano Manuel Mercado:
"Posso ora scrivere... sono tutti i giorni in pericolo di dare la mia vita per
il mio paese e per il mio dovere... di impedire per tempo, con l'indipendenza
di Cuba, che gli Stati Uniti si estendano per le Antille e cadano, con questa
forza ulteriore, sopra le nostre terre d'America. Quanto feci fino ad oggi, e
farò, è per questo".
Il 4 febbraio 1962, quando la più grande e compatta moltitudine mai riunita
anteriormente nel nostro paese, approvò e fece sua la Seconda
Segunda Declaración
de La Habana
(1962 selección)
[...]
¿Qué es lo que desde el
comienzo mismo de la lucha de esos primeros núcleos los hace invencibles,
independientemente del número, el poder y los recursos de sus enemigos?
El apoyo del pueblo, y con ese apoyo de las masas contarán en grado cada
vez mayor. Pero el campesinado es una clase que, por el estado de
incultura en que lo mantienen y el aislamiento en que vive, necesita la
dirección revolucionaria y política de la clase obrera y los
intelectuales revolucionarios, sin la cual no podría por sí sola
lanzarse a la lucha y conquistar la victoria.
En las actuales
condiciones históricas de América Latina, la burguesía nacional no puede
encabezar la lucha antifeudal y antimperialista. La experiencia
demuestra que en nuestras naciones esa clase, aun cuando sus intereses
son contradictorios con los del imperialismo yanqui, ha sido incapaz de
enfrentarse a éste, paralizada por el miedo a la revolución social y
asustada por el clamor de las masas explotadas.
Situadas ante el dilema
imperialismo o revolución, sólo sus capas más progresistas estarán con
el pueblo.
La actual correlación
mundial de fuerzas y el movimiento universal de liberación de los
pueblos coloniales y dependientes señalan a la clase obrera y a los
intelectuales revolucionarios de América Latina su verdadero papel, que
es el de situarse resueltamente a la vanguardia de la lucha contra el
imperialismo y el feudalismo.
[...]
El deber de todo
revolucionario es hacer la revolución.
Se sabe que en América y
en el mundo la revolución vencerá, pero no es de revolucionarios
sentarse en la puerta de su casa para ver pasar el cadáver del
imperialismo. El papel de Job no cuadra con el de un revolucionario.
Cada año que se acelere la liberación de América significará millones,
de niños que se salven para la vida, millones de inteligencias que se
salven para la cultura, infinitos caudales de dolor que se ahorrarían
los pueblos. Aun cuando los imperialistas yanquis preparen para América
un drama de sangre, no lograrán aplastar las luchas de los pueblos,
concitarán contra ellos el odio universal y será también el drama que
marque el ocaso de su voraz y cavernícola sistema.
Ningún pueblo de América
Latina es débil, porque forma parte de una familia de doscientos
millones de hermanos que padecen las mismas miserias, albergan los
mismos sentimientos, tienen el mismo enemigo, sueñan todos un mismo
mejor destino y cuentan con la solidaridad de todos los hombres y
mujeres honrados del mundo entero.
Con lo grande que fue la
epopeya de la independencia de América Latina, con lo heroica que fue
aquella lucha, a la generación de latinoamericanos de hoy le ha tocado
una epopeya mayor y más decisiva todavía para la humanidad. Porque
aquella lucha fue para librarse del poder colonial español, de una
España decadente, invadida por los ejércitos de Napoleón. Hoy le toca la
lucha de liberación frente a la metrópoli imperial más poderosa del
mundo, frente a la fuerza más importante del sistema imperialista
mundial y para prestarle a la humanidad un servicio todavía más grande
del que le prestaron nuestros antepasados.
Pero esta lucha, más que
aquélla, la harán las masas, la harán los pueblos; los pueblos van a
jugar un papel mucho más importante que entonces; los hombres, los
dirigentes importan e importarán en esta lucha menos de lo que
importaron en aquélla.
Esta epopeya que tenemos
delante la van a escribir las masas hambrientas de indios, de campesinos
sin tierra, de obreros explotados, la van a escribir las masas
progresistas; los intelectuales honestos y brillantes que tanto abundan
en nuestras sufridas tierras de América Latina; lucha de masas y de
ideas; epopeya que llevarán adelante nuestros pueblos maltratados y
despreciados por el imperialismo, nuestros pueblos desconocidos hasta
hoy, que ya empiezan a quitarle el sueño. Nos consideraba rebaño
impotente y sumiso; y ya se empieza a asustar de ese rebaño; rebaño
gigante de doscientos millones de latinoamericanos en los que advierte
ya a sus sepultureros el capital monopolista yanqui.
Con esta humanidad
trabajadora, con estos explotados infrahumanos, paupérrimos, manejados
por los métodos de foete y mayoral no se ha contado o se ha contado
poco. Desde los albores de la independencia sus destinos han sido los
mismos: indios, gauchos, mestizos, zambos, cuarterones, blancos sin
bienes ni rentas, toda esa masa humana que se formó en las filas de la
"patria" que nunca disfrutó, que cayó por millones, que fue despedazada,
que ganó la independencia de sus metrópolis para la burguesía, esa que
fue desterrada de los repartos, siguió ocupando el último escalón de los
beneficios sociales, siguió muriendo de hambre, de enfermedades curables,
de desatención, porque para ella nunca alcanzaron los bienes salvadores:
el simple pan, la cama de un hospital, la medicina que salva, la mano
que ayuda.
Pero la hora de su reivindicación, la hora que ella misma se ha elegido,
la viene señalando, con precisión, ahora, también de un extremo a otro
del continente. Ahora, esta masa anónima, esta América de color, sombría,
taciturna, que canta en todo el Continente con una misma tristeza y
desengaño, ahora esta masa es la que empieza a entrar definitivamente en
su propia historia, la empieza a escribir con su sangre, la empieza a
sufrir y a morir. Porque ahora, por los campos y las montañas de América,
por las faldas de sus sierras, por sus llanuras y sus selvas, entre la
soledad o en el tráfico de las ciudades o en las costas de los grandes
océanos y ríos, se empieza a estremecer este mundo lleno de razones, con
los puños calientes de deseos de morir por to suyo, de conquistar sus
derechos casi quinientos años burlados por unos y por otros. Ahora sí,
la historia tendrá que contar con los pobres de América, con los
explotados y vilipendiados de América Latina, que han decidido empezar a
escribir ellos mismos, para siempre, su historia. Ya se les ve por los
caminos un día y otro, a pie, en marchas sin término de cientos de
kilómetros, para llegar hasta los "olimpos" gobernantes a recabar sus
derechos. Ya se les ve, armados de piedras, de palos, de machetes, de un
lado y otro, cada día, ocupando las tierras, fincando sus garfios en la
tierra que les pertenece y defendiéndola con su vida; se les ve,
llevando sus cartelones, sus banderas, sus consignas; haciéndolas correr
en el viento por entre las montañas o a lo largo de los llanos. Y esa
ola de estremecido rencor, de justicia reclamada, de derecho pisoteado
que se empieza a levantar por entre las tierras de Latinoamérica, esa
ola ya no parará más. Esa ola irá creciendo cada día que pase. Porque
esa ola la forman los más mayoritarios en todos los aspectos, los que
acumulan con su trabajo las riquezas, crean los valores, hacen andar las
ruedas de la historia y que ahora despiertan del largo sueño
embrutecedor a que los sometieron.
Porque esta gran humanidad
ha dicho: "¡Basta!" y ha echado a andar. Y su marcha de gigantes, ya no
se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia, por la que ya
han muerto más de una vez inútilmente. Ahora en todo caso, los que
mueran, morirán como los de Cuba, los de Playa Girón, morirán por su
única, verdadera, irrenunciable independencia.
¡PATRIA O MUERTE!
¡VENCEREMOS!
EL PUEBLO DE CUBA
La Habana, 4 de febrero de 1962. |
Dichiarazione di L'Avana, diede degna
risposta all'imperialismo yankee ed al suo Ministero per le Colonie, l'OSA,
per avere portato a termine la farsa di Punta dell'Est riaffermando
l'irremovibile decisione in difesa della sovranità nazionale, l'indipendenza
della Patria, la Rivoluzione ed il suo carattere socialista.
Possibilmente la cosa più importante, e ciò che colpisce rileggendola dopo più
di quattro decadi, è che Fidel lì fece conoscere un esame dettagliato ed
analitico — come mai prima si fosse realizzato — della realtà latinoamericana,
dello sfruttamento capitalista ed imperialista sul nostro continente, delle
lotte rivoluzionarie e delle ricerche incessanti e i cammini che avrebbero
dovuto percorrere i nostri popoli per la loro definitiva emancipazione, quella
che non ottennero quando si liberarono della metropoli spagnola.
Molti affermano, con ragione, che la Seconda Dichiarazione di L'Avana può
considerarsi come il documento politico più importante e trascendente
formulato, nella seconda metà del passato secolo, in America Latina; che
riunisce armoniosamente le condizioni di analisi scientifica e di guida per
l'azione e che la sua visione di lunga portata appare confermandosi agli
albori del secolo XXI.
La Dichiarazione affronta e chiarisce in maniera didattica la nascita del
capitalismo e l'inizio della sua fase imperialista, la situazione
contemporanea dell'impero e la sua crisi insuperabile. Smaschera
l'imperialismo yankee e la sua essenza come principale sfruttatore dei popoli
dell'America e vero responsabile del suo sottosviluppo e ritardo, della fame,
l'ignoranza e le malattie, come dei regimi tirannici imposti per salvaguardare
questo saccheggio, accentuato per la paura della rivoluzione latinoamericana.
In quanto alla svergognata riunione dei
cancellieri dell'OSA a Punta dell' Est, si evidenzia che lì il governo degli
Stati Uniti rimase nudo nel suo miserabile proposito anticubano, confermando
l'avvertenza martiana quando la Dichiarazione afferma: "Ora gli Stati Uniti
non potranno mai cadere sull'America, con la forza, da Cuba ma, invece,
dominando la maggioranza degli stati dell'America Latina, gli Stati Uniti
pretendono cadere su Cuba, con la forza, dall'America".
La Rivoluzione cubana mostrò all'America ed al mondo che non c'è forza capace
di ostacolare il movimento di liberazione dei popoli. E questa è una verità
che si è vista ratificata in tempi recenti, dopo la resistenza eroica e
vittoriosa del popolo cubano di fronte al periodo speciale ed i successivi
trionfi popolari nei paesi latinoamericani e caraibici, nell'avanzamento
impetuoso dell'integrazione economica e unità politica, nel discredito e la
bancarotta dell'impero ed il suo screditato modello neoliberale.
La Seconda Dichiarazione di L'Avana non dà ricette, ma sì proclama che "il
dovere di ogni rivoluzionario è fare la rivoluzione", enfatizzando chiaramente
che "di fronte all'accusa che Cuba vuole esportare la sua rivoluzione,
rispondiamo: le rivoluzioni non si esportano, le fanno i popoli. Quello che
Cuba può dare e ha già dato è il suo esempio". Parole profetiche che possono
essere confermate oggi con più forza che mai.
La Dichiarazione non si sbagliò quando disse che "nessun popolo dell'America
Latina è debole, perché fa parte di una famiglia di duecento milioni di
fratelli che soffrono le stesse miserie, albergano gli stessi sentimenti,
hanno lo stesso nemico, sognano tutti uno stesso miglior destino e contano
sulla solidarietà di tutti gli uomini e donne onesti del mondo intero".
Abbiamo detto che la Seconda Dichiarazione di L'Avana ha la virtù di essere,
contemporaneamente, analisi scientifica e guida per l'azione. Lo si dimostra
quando espone che la borghesia, nei paesi dell'America Latina, non può
capeggiare la lotta antifeudale ed antimperialista, perché la paralizza la
paura della rivoluzione sociale e solo i suoi vertici più progressisti
staranno con il popolo; quando richiama a combattere il divisionismo, i
pregiudizi, il settarismo, il dogmatismo e la mancanza di ampiezza analizzando
il ruolo di ogni settore della società; quando segnala che nel lotta
antimperialista ed antifeudale si possono organizzare molte forze: operai,
contadini, lavoratori intellettuali, piccola borghesia e perfino gli strati
più progressisti della borghesia nazionale.
Ed afferma testualmente: "Possono lottare insieme dal vecchio militante
marxista fino al cattolico sincero che non abbia niente a che vedere coi
monopoli yankee né coi signori feudali".
Rispetto alla rivoluzione latinoamericana, la considera come una realtà
obiettiva ed inesorabile che l'imperialismo yankee tenterà affrontare con più
repressione e violenza, con più sfruttamento e saccheggio. Tale premonizione
si dimostrò con l'introduzione a ferro e fuoco del modello neoliberale.
Ma la Seconda Dichiarazione di L'Avana non è aliena alle essenze liriche
dell'America Latina e la poesia commovente caratterizza più di uno dei suoi
paragrafi finali, come fu espresso dal Che dal podio dell'Assemblea Generale
dell'ONU:
"Ora questa massa anonima, questa America di colore, ombrosità, taciturna, che
canta in tutto il continente con una stessa tristezza e delusione, ora questa
massa è quella che incomincia ad entrare definitivamente nella sua propria
storia, incomincia a scriverla col suo sangue, incomincia a soffrire ed a
morire. Perché ora, per i campi e le montagne dell'America, per le gole delle
sue catene montuose, per le sue pianure e le sue selve, tra la solitudine e le
strade delle città o nelle coste dei grandi oceani e fiumi, si incomincia a
scuotere questo mondo pieno di ragioni, coi pugni caldi di desideri di morire
per il suo, di conquistare i suoi diritti, quasi cinquecento anni derisi da
gli uni e dagli altri.
"Ora sì la Storia dovrà contare sui poveri dell'America, con quelli sfruttati
e vilipesi dell'America Latina che hanno deciso incominciare a scrivere loro
stessi, per sempre, la loro storia..."
È opportuno aggiungere che, alla conclusione della lettura della Dichiarazione
da parte di Fidel, e prima della sua approvazione, l'Assemblea decise di
"sollecitare tutti gli amici della Rivoluzione cubana in America Latina che
fosse diffusa ampiamente tra le masse operaie, contadine, studentesche ed
intellettuali dei popoli fratelli di questo continente" e ciò si aggiunse al
testo definitivo.
Calava già la notte quando il Capo della Rivoluzione proclamò davanti
all'enorme moltitudine che a pié fermo ed in impressionante silenzio l'aveva
ascoltato: "Rimane approvata dal popolo di Cuba la Seconda Dichiarazione di
L'Avana e si dà per terminata questa Assemblea".
Risuonava in tutti gli ambiti una conclusione storica, che la Rivoluzione
cubano anticipò e che questa Dichiarazione plasmò come nessun altra: che
questa gran Umanità ha detto basta! ed ha cominciato a camminare. E che la sua
marcia di giganti — una marcia lunga, dolorosa ma finalmente vittoriosa —,
oramai non si fermerà fino a conquistare l'unica, vera, irrinunciabile
indipendenza.
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