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Si Obama no aprieta el gatillo porque hay una opinión mundial y todas las potencias exigiendo que no haya guerra, es cuando entonces los señores israelitas no se atreverán a disparar un cohete por su cuenta Intervista concessa dal Comandante in Capo Fidel Castro Ruz, a noti giornalisti venezuelani: Vanessa Davies, Andrés Izarra, Walter Martínez y Mario Silva, l’8 agosto del 2010, "Año 52 de la Revolución"
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Vanessa Davies.— Saludamos al pueblo de Venezuela, al pueblo de Cuba y al pueblo de América Latina que nos va a acompañar a partir de este momento. El Comandante Fidel Castro, líder de la Revolución Cubana y líder continental ha hecho algunas reflexiones y algunas advertencias sobre la posibilidad de un holocausto nuclear. Hoy tendremos la oportunidad de compartir sus planteamientos y sus propuestas. Esta va a ser una conversación a varias manos, porque también estarán presentes, estarán participando: Andrés Izarra, presidente de Telesur; Walter Martínez, productor, moderador, conductor del programa Dossier, trasmitido por Telesur y por Venezolana de Televisión, y Mario Silva, también productor, moderador, conductor del programa La Hojilla, trasmitido por Venezolana de Televisión. Comandante, muchísimas gracias por la invitación y por esta oportunidad. Comandante, usted ayer planteaba en la sesión especial del Parlamento cubano que usted quería persuadir al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, para que no diera la orden que daría el inicio, daría el pie a una guerra nuclear. ¿Por qué usted piensa que Barack Obama escucharía la voz de un líder latinoamericano para evitar un conflicto mundial?
Fidel Castro.—Yo no hablé como un líder latinoamericano, hablé como un representante de nuestro país que ha estado insistiendo en ese problema, y, sobre todo, que ha estado meditando mucho, mucho, mucho sobre ese problema, algo que quizás mi situación de persona que ha estado luchando por la salud ha tenido oportunidad de hacer, pues es muy difícil que alguien, un presidente en funciones, un líder de cualquier país en funciones, que debe atender tantas cosas, pueda dedicar el tiempo que yo he dedicado a pensar en este problema. En muchos problemas he pensado, desde luego, pero este es el problema que tiene la máxima prioridad. Como expliqué en el mensaje a la Asamblea, esto surgió hace un mes y un día o dos, la gran preocupación; pero inicialmente era un poco más pesimista. A pesar de todo, pensaba que debía hacerse un esfuerzo si existía alguna posibilidad de supervivencia, y yo creía que la habría, especialmente en América Latina y el Caribe, que no amenazan a nadie, no poseen armas nucleares ni se supone que haya proyectiles apuntando hacia Rusia o hacia China. Tiene algunas bases, bueno, allí está una base cerca de Venezuela, la de los holandeses, ¿no? La de Colombia tiene aviones, no tiene armas nucleares, no hay un portaaviones parqueado allí, cuando vaya a Cartagena un portaaviones, puede correr un riesgo; pero creo que tiene que ser una casualidad, en primer lugar, y siempre habrá otros objetivos prioritarios, en el caso hipotético, que yo veo muy real, desde luego, de guerra nuclear. No creo que haya otra zona del mundo con las mismas condiciones de poca peligrosidad como potencial agresor que esta región del mundo.
Vanessa Davies.—Usted plantea que era menos optimista hace una semana y que ahora es más optimista ante la posibilidad de que Obama no dé la orden, ¿por qué?
Fidel Castro.—Sí, correcto, y yo te agradezco mucho que me interrumpas cada vez que quieras.
Vanessa Davies.—Gracias.
Fidel Castro.—Sí, era más pesimista. Después seguí pensando y llegué a una conclusión que, a mi juicio, es muy buena, es todo lo contrario: vi la posibilidad de que se salvara la paz, que se evitara la guerra nuclear, además, que es lo más importante, tú puedes ayudar a salvar la paz hoy, aunque dentro de un mes vuelva el peligro de guerra. Yo dije, ¿cuáles son los mecanismos mediante los cuales se desata esta guerra nuclear? Entonces es cuando comprendí que tiene que pasar por la decisión de un hombre, cuyo poder es muy relativo por muchas razones. Hay un enorme aparato militar sin el cual no puede existir el imperio, ese aparato militar ha ido cambiando, allí y en Rusia; en un momento dado, hace decenas de años y durante bastante tiempo, existía ya ese famoso maletín nuclear. Uno tiene derecho a preguntarse, bueno, ¿y para qué sirve ahora ese maletín? Se supone que el hombre razona bien, es perfecto, es brillante, es inteligente, no enloqueció, no bebió, es un hombre austero, consagrado por entero, que anda con su maletín listo para lanzar una bombita, otra, una respuesta aquí y así. Eso fue en un tiempo, y realmente no fue bien aprovechado, por poco se equivoca en los días de la Crisis de Octubre sobre todo, porque hay, desde luego, en las circunstancias de Cuba una experiencia. No es un grupo de aficionados que empiezan a hablar de problemas nucleares, sino hablamos desde un país que estuvo a punto de ser blanco de no se sabe cuántas armas nucleares, y estuvimos resignados, sin que por ello pretendiéramos ser más valientes que otros. Sencillamente era un sentimiento patriótico, un sentimiento de dignidad nacional, fortalecido por una idea revolucionaria, por una lucha dura, en la cual habíamos puesto todas nuestras energías, en una situación de la que fue muy consciente, no queríamos tales proyectiles aquí, nunca lo habríamos deseado, porque preferíamos mantener nuestra imagen de país que no era base militar de nadie, y porque estimábamos que no hacía falta para que se nos ofreciera una garantía, y suscribimos aquel acuerdo únicamente por espíritu internacionalista. No desearía tener que repetir la historia de cómo se llegó a aquella situación; pero por aquellos días tampoco Israel era potencia nuclear, eran potencias nucleares Gran Bretaña y Francia, aliadas de Estados Unidos, y la URSS —la República Popular China ni siquiera estaba reconocida en Naciones Unidas—, y entre aquellas potencias había una rivalidad muy grande, nacida de las dos bombas que en días infaustos, que se corresponden con fechas muy recientes, el día 6 nada menos, lanzaron la primera bomba nuclear sobre Hiroshima, y había una terrible competencia aérea, un área en la que tenía completa superioridad Estados Unidos; coheterilmente ocupaba un segundo lugar, en ella tenían superioridad los rusos; el arma nuclear se volvió arma termonuclear, que multiplicó su potencial destructivo. Cuando ingleses y franceses apoyando a Israel atacaron a Egipto, bajo la dirección de Nasser que nacionalizó Suez, los británicos y los franceses que habían sido los dueños de todo aquel territorio en la época colonial, no admitían eso. Francia había tenido nada más que el Líbano; Reino Unido, o Gran Bretaña, como quieran llamarla, tenía todo lo demás, incluido Iraq. Ustedes saben, bueno, la historia se conoce, cómo los romanos expulsaron a los judíos, como les llamaban, y estuvieron 2 000 años, como consecuencia de las propias demandas, entre ellas de Rusia, y una serie de factores históricos, estaban buscando un hogar; pero en 2 000 años allí se había establecido otra población, que incluso estaba desde antes. Bueno, la población que hay en nuestro país, desgraciadamente, no es la indígena, es la española, que se estableció hace 500 años.
Vanessa Davies.—Comandante, pero no nos ha dicho por qué es optimista ahora con respecto a Estados Unidos, a la posibilidad de que no se dé la orden para una bomba nuclear.
Fidel Castro.—Ah, muy bien, tienes razón, Vanessa, me alegro mucho que me interrumpas. Fíjate, soy optimista por el mecanismo que te expliqué, trataba de explicarte que finalmente un hombre tiene que tomar la decisión, y ese hombre no es un Nixon, que era cínico; no es un ignorante terrible, como era Reagan; no es un imbécil loco, como es el señor Bush; no es un hipócrita consumado, como el padre de este caballero —yo podría citarlos a casi todos. Tampoco era, desde luego, un Roosevelt, ni era un Carter, dos hombres muy diferentes; pero en este caso uno mejor que los dos, en un sentido, ¡en un sentido!, no te voy a hablar de un sentido ético, sino vamos a llamarlo un caso de excepción, un hombre negro que llega a la presidencia de Estados Unidos, algo nunca visto ni previsto; siempre se consideró que tenía que ser un blanco inteligente, los otros eran descendientes de esclavos, eran africanos, además tenían otras religiones. Tenía que ser blanco y cristiano, sin excepción; bueno, Obama es cristiano, pero de origen africano, de padre musulmán, de un pueblo que es musulmán. Digo: Se han reunido una serie de características en este hombre: es de origen negro y es de padres musulmanes, y ha llegado a la presidencia de Estados Unidos como consecuencia de una crisis económica colosal, de una guerra estúpida, en que no hacen más que llevar cadáveres de Iraq, muchos. Ya se sabe cómo fue aquella guerra, como se decidió, las mentiras, el hombre aquel en el portaaviones hablando de "misión cumplida". Todo eso lo conoce el mundo. En virtud de todos esos factores, incluida la tremenda crisis económica, llega a la presidencia Obama. Si llega a estar otro, la variante probable era la primera que yo concebí, pero al dar la casualidad de que estuviera éste, dije: la variante más probable es que sea la segunda. Porque ahora yo pensaba —me refiero al maletín nuclear—: ¿Para qué sirve el maletín nuclear? El maletín nuclear está de más, el hombre puede tomar la primera decisión, nadie la podría tomar por él, y es él el que la tiene que tomar; pero se trata de un hombre que, indiscutiblemente, no es un asesino, no es un individuo que esté deseándoles el mal a los demás; es político, estudió, tiene una cultura, es un excelente orador, contó con mucha simpatía —la está perdiendo ahora—, hoy ascendía a 44% el apoyo de la opinión pública, está ahí y es el que tendría que apretar el gatillo.
Vanessa Davies.—¿Puede ese hombre imponerse a los intereses del aparato industrial-militar, Comandante, que quiere que haya guerra?
Fidel Castro.—Ahora me adelanto yo, Vanessa, no necesita imponerse, tiene esa prerrogativa en la mano... Nadie puede apretar el gatillo por su cuenta, y él es el que tiene el dedo en ese gatillo, por una vez; entonces está obligado a pensar muy seriamente qué hace, porque no es un asesino ni mucho menos. Y hay síntomas evidentes que empiezan a percibirse por parte de sus asesores. Él todavía no se ha dado cuenta de eso, pero uno lo conoce, yo leí el libro Los sueños de mi padre, escrito por él, de cabo a rabo, lo subrayé, volví a verlo, porque quería saber cómo era ese hombre; no había entonces ninguno de estos problemas, pero era un adversario y quería saber cómo era el adversario, lo estudié bien, hasta donde uno puede estudiar a una persona, y no tenía ninguna de esas características que lo convirtieran en un asesino, un tipo que experimentara placer, una especie de Nerón. Las actuales circunstancias obligan a un hombre como Obama a convertirse en un Nerón, que le prende fuego a Roma, la pone a arder; él tendría que poner al mundo a arder, tendría que decidir, en primer lugar, la muerte de cientos de millones de personas; ¡son más!, pero yo dije cientos para no parecer exagerado. Y, además, la primera consecuencia de su orden es que mueren todos los tripulantes de los portaaviones y hunden los barcos de Estados Unidos en la zona, los submarinos los van a hundir pero no van a tener quien los rescate, o los lleve o los recoja cuando salgan a la superficie.
Mario Silva.—Comandante, yo diría, ahora hacia América Latina. Usted decía ahora que a no ser que se estacione un portaaviones en el área del Pacífico, supongo, o en el Caribe, cerca de Colombia, para poder nutrir a las bases de mecanismos como para un ataque; sin embargo, en Costa Rica tenemos a 7 000 marines estacionados, hay un portaaviones y hay tropas allí, ¿no?
Fidel Castro.—Sí.
Mario Silva.—¿Podría ese conflicto girar hacia acá? ¿Podría irse hacia América Latina, caso específico, todos aquellos países en Latinoamérica, caso Venezuela, Ecuador, Bolivia, la misma Cuba?
Fidel Castro.—¿Volver qué?
Mario Silva.—O sea, ¿podría girar ese conflicto hacia acá, no como guerra nuclear pero sí como ataque a los países que están liberándose en América Latina?
Fidel Castro.—¿Ataque con qué armas?
Mario Silva.—Tienen 7 000 marines ahorita estacionados en Costa Rica.
Fidel Castro.—¿Con qué armas?
Mario Silva.—No, no, armas convencionales, no nucleares.
Fidel Castro.—¡Ah!, no, no hay problema.
Mario Silva.—Okey.
Fidel Castro.—La guerra se acaba antes de que lleguen; la guerra se acaba antes, los que van a contar son los proyectiles nucleares que se lancen unos a otros. ¿Qué sentido tendría que empezasen a hacer una guerra para ocupar Brasilia? Desaparece el poder antes, desaparece el orden, desaparece todo.
Mario Silva.—Yo no le decía con armas nucleares hacia acá, sino que giraran el conflicto hacia Latinoamérica con armas convencionales.
Fidel Castro.—Pero eso lleva tiempo, ¿cuántos días lleva, Mario? Si envían los transportadores de tropas, ¿cuántas horas tardan por rápido que vayan? Desembarcar, tomar posición, ocupar la ciudad, eso únicamente en la situación actual, sin guerra nuclear, tendría algún sentido. ¿Te das cuenta? En Irán la guerra se vuelve nuclear, desaparecen todas las causas que originan las intervenciones que conocemos hasta ahora, Mario.
Vanessa Davies.—¿Irán cambiaría su actitud? Es decir, ¿Irán bajaría la cabeza para aceptar las sanciones?
Fidel Castro.—Todo el mundo sabe que no.
Vanessa Davies.—¿Israel cambiaría de actitud?
Fidel Castro.—Israel es el único que no trataría de persuadir a Obama de que aguantara la guerra, porque es demasiado soberbio, muy prepotente, y entonces no le va a decir una palabra; lo más probable que haga..., bueno, si tiene tiempo, porque no se sabe lo que va a pasar allí; lo que hizo cuando Port Said, cuando junto a los franceses y a los ingleses atacaron a Nasser, que había nacionalizado el canal; entonces, a pesar de lo soberbios que son, siempre lo fueron, además temerarios pudiera decir..., ya más de una vez lo hicieron. Fue en la época de Cyrus, creo que en el año 70 antes de Cristo que puso cerco a Jerusalén y ordenó la expulsión de los judíos, como les llamaban. De modo que, sin embargo, cuando el incidente de Port Said, Jruschov amenazó con los cohetes, no dijeron nada, ni protestaron, simplemente se retiraron con los otros y habían destruido los aviones egipcios de factura soviética alineados en la pista. Nosotros aprendimos de aquella experiencia y nunca tuvimos los aviones en hilera. Cuando atacaron nuestras bases en Girón, nuestros aviones estaban desperdigados. No era cuestión de tenerlos en hilera. En Egipto, cual si fueran castillos de naipes, los aviones fueron barridos.
Vanessa Davies.—Comandante, para darle la palabra a nuestro compañero Andrés Izarra y a Walter Martínez, quisiera preguntar algo más. Usted plantea que potencias como Rusia y como China —lo dijo ayer— están haciendo lo imposible para evitar la guerra nuclear, y usted dijo que sabía que estaban haciendo gestiones concretas. Quisiéramos que nos contara qué gestiones, qué se está haciendo desde Rusia y desde China para evitar el conflicto nuclear.
Fidel Castro.—Si supiera mucho, no tendría derecho a decirlo. Sé lo que pienso y sé por síntomas concretos qué les preocupa, qué piensan. Es gente que desea la paz más que nadie, y están actuando. Mira, yo te voy a citar un ejemplo. Cuando se dice ahora que Rusia está sufriendo una catástrofe, nadie lo duda, porque es una realidad que la está sufriendo, y están tomando un montón de medidas. Aquí no solo por lo que dice este sitio web Kaosenlared, sino por cosas que sabemos en concreto de la situación allí, que tienen 50 grados de temperatura. Que Moscú está en una situación seria, que el aire es irrespirable. La consigna es abandonar Moscú todo el que pueda, o no salir a la calle nadie. "Esta catástrofe me recuerda las consecuencias del cambio climático que el autor del documental Home, Yann Arthus-Bertrand, el más prestigioso especialista sobre el tema, mostró con el apoyo de los mejores especialistas del mundo en ese documental." Y nosotros sabemos, porque hemos ofrecido cooperación. ¿Qué cooperación podemos brindar? Bueno, tenemos brigadas médicas. Si piden 100 médicos, si piden 300, se los podemos enviar, porque afortunadamente nuestro país cuenta con esa gente que se ha preparado a lo largo de muchos años, y sabemos lo que desean. Desean, en cuanto se pueda, ir enviando a los pilotos de aviones y helicópteros y a los que están haciendo los mayores esfuerzos en la crisis, para que tengan un descanso, y después irlos renovando. No les interesa, con toda razón, ayuda médica ahora. Nosotros sabemos todo lo que está pasando allí, y resulta lógico lo que están haciendo. No tenemos necesidad de registrar los archivos de los líderes de esos países para saber lo que están haciendo, Vanessa. Es por eso que digo de esa forma y respondo a tu pregunta.
Andrés Izarra.—Comandante, el rol de Rusia en todo este asunto, Rusia ha sido por su propia influencia sobre Irán, un país sobre el que muchas de las tensiones o la posibilidad de diferirla, ha pivoteado en torno a la acción de Rusia; sin embargo, públicamente ha manifestado, ha tenido posiciones en contra de Irán y la posesión de armas atómicas por parte de Irán, incluso anunciando sanciones. ¿Cómo ve usted esto y cómo ve que puede ser el rol de Rusia ante esta posición un poco ambigua para disuadir un conflicto atómico?
Fidel Castro.—Mira, nada es justo desde el momento en que un grupo de países tiene el arma nuclear y le prohíbe a los demás y no quieren que la tengan, invocan una cosa importante: que no quieren que haya guerra nuclear, que no quieren que los demás posean armas nucleares; pero mientras sostienen esa posición, fabrican todas las que pueden, sin límites, al extremo de que ya tienen, entre las dos grandes potencias, más de 18 000 armas nucleares; muchos miles sólo en Estados Unidos, estoy dejando un margen para Francia, para Gran Bretaña, para China, para Paquistán y para la India, asignándole por supuesto —como se conoce muy bien, y lo saben aquellos que en Noruega se dedican a esos temas— cientos de armas nucleares que tiene Israel; Estados Unidos contento, aplaudiendo y suministrándoles los aviones más modernos que existen, apoyándolos diplomáticamente, abasteciéndolos con miles de millones de dólares en armas, porque es el mercado que endulza la vida, hace felices al complejo militar industrial que Eisenhower, inocentón, descubrió un día, cuando estaba próximo ya a abandonar la presidencia de la República. Muy inocente, pero preparó la invasioncita a Cuba en Girón y pidió que no dijeran nada. "Jure todo el mundo que no van a decir una palabra." Bueno, todos esos papeles después los publicaron, porque no pueden controlar ni siquiera los secretos. Ya están en esa situación... Otro elemento más demostrativo de que no pueden controlar los secretos. Fíjate que un muchacho de la Inteligencia ha suministrado 240 000 documentos al grupo, y ahora lo quieren meter preso, que no pueden publicar eso, y de eso se ríen los otros. Hoy mismo había un cable. ¿Cómo se llama el grupo ese?
Mario Silva.—WikiLeaks.
Fidel Castro.—WikiLeaks, que sí, que sí, que lo van a publicar, todo lo que saben lo van a publicar, y el Pentágono gritando: "No es posible, porque van a hacer un gran daño." Ya no pueden controlar ni los secretos. Entonces, esa es la situación. Se le escapan del control todas las cosas que están haciendo.
Andrés Izarra.—Mirando un poco a la región, y dentro de este juego geopolítico, la situación entre Cuba y Estados Unidos. Usted ha anunciado la próxima liberación de los Cinco. Quisiéramos saber un poco, que abunde usted en esa dirección...
Fidel Castro.—¿El día, el día que los van a liberar?
Vanessa Davies.—¿Por qué lo dice?
Andrés Izarra.—...si puede usted ahondar en ese anuncio y luego qué significaría...
Fidel Castro.—Podemos poner nerviosos a los compañeros, no te digo... vaya, quizás con un error de 72 horas, es un margen; pero a uno no le gusta decirlo, porque se preocupan si uno declara algo de lo que va a pasar, porque pareciera que uno está haciendo el papel de adivino o algo así, y no hay ninguna adivinanza en esto, y por eso yo a la diputada le dije que una semana me parecía demasiado poco tiempo, y diciembre me parecía mucho tiempo. Podíamos decirle muchísimo tiempo, podríamos decirle: Bueno, pues casi tres veces o alrededor del tiempo que se necesita. Ahora deduzcan ustedes lo que prefieran de mis palabras.
Andrés Izarra.—¿Qué significaría eso para la relación Cuba-Estados Unidos? ¿Podríamos entrar en una nueva etapa? ¿Pudiera ser un primer paso para romper el bloqueo...?
Fidel Castro.—¿Nosotros? ¿Para qué? No me preocupo por eso, yo estoy olvidado de eso. ¿Para qué? Únicamente, bueno si venden algo, mientras valga algo... pero esa no es tarea mía. Lo mío es decir las cosas y los acontecimientos para que cada cual decida. Tú debes comprender que los compañeros no son gente que tú los vas a llevar del dedo o de la mano a hacer las cosas, y lo que yo quiero es que piensen, y creo que estamos avanzando muchísimo en eso; pero no solo que piensen los compañeros nuestros, los de ustedes también, es muy bueno que los de ustedes piensen, no solo los compañeros venezolanos, sino que todos los que se reúnen allí piensen. Los que forman parte del ALBA, del MERCOSUR y de todo que piensen, no les pido nada, no critico a nadie, ni siquiera al nuevo Presidente de Colombia, que tiene el mando ahora. Ayer escuché su discurso muy devotamente, cada palabra que pronunció, más o menos una hora y diez minutos, hasta la última palabrita. Cada hijo, la señora, yo estaba contento viendo lo feliz que estaba la señora diciendo que ahora sí. Pareciera que empieza la historia; pero, bueno, lo escuché todo, y los escuché a todos.
Andrés Izarra.—Una última pregunta, Comandante, antes de pasarle la palabra a Walter, ya que usted menciona el tema de Colombia, y un poco atando lo que dice Mario.
Fidel Castro.—Incidentalmente, ¿sabe?
Andrés Izarra.—Sin llegar a los puntos de ebullición de dos zonas geopolíticas a que usted ha hecho referencia, el asunto de las Coreas y el asunto del Medio Oriente. Recientemente en Suramérica hemos tenido unos niveles de tensión importantes y se ha destacado en varias oportunidades el rol de Colombia como el Israel de América. Esas tensiones que se vivieron y que de alguna forma siguen, porque las relaciones entre Colombia y Venezuela siguen rotas, ¿qué opinión le merece a usted esta situación? ¿Qué análisis hace usted de este rol que está cumpliendo Colombia y de estas tensiones que están surgiendo en Suramérica, a raíz de ese rol de un gobierno militarista, guerrerista que tenemos en la región?
Fidel Castro.—Yo opiné sobre todo eso, lo escribí en las reflexiones.
Andrés Izarra.—Usted tiene un libro sobre eso, incluso.
Fidel Castro.—El libro "La paz en Colombia" fue muy inicialmente, me costaba mucho más trabajo hacerlo todo, porque yo salí de una situación de mucha gravedad, no creí que iba a recuperarme. Bueno, entre otras cosas, para darte una idea, tenía el accidente, para volver a escribir yo tuve casi que aprender a escribir otra vez, y cuando escribía, volvía a arreglar. Una dedicatoria casi no la podía hacer, ya no era solo el brazo, yo estaba aprendiendo a escribir casi, sino que volvía a repetir, porque queda el trauma, qué tiempo estuvo uno sin conocimiento; en fin, pero tuve que hacer grandes esfuerzos, y por aquellos días escribí y dije algunas cosas, hice un poco la historia de Centroamérica, del movimiento revolucionario. Me acordaba mucho de Tarek William Saab, de allá de Anzoátegui, que venía, que estuvo en Paquistán, que visitó nuestra brigada, y había leído con indignación cómo se quejaba de que los yankis le habían enviado a Villalobos, que estudió en la Universidad de Oxford nada menos, era el revolucionario. Todo eso se asocia con la muerte de un poeta, un gran poeta allá, que cuando lo acusaban de eso a uno le parecían calumnias, mentiras de las tantas que dicen. Bueno, cuántas horas dediqué yo a ese problema de El Salvador y a la lucha en El Salvador, y a cada uno de los combates aquellos; y en las transferencias de tecnología de Viet Nam, cómo era entrenada la gente que penetraba en grupitos de hombres, cómo es que un puñado de combatientes liquidaron una brigada completa en Valparaíso, una brigada completa, y a la hora en que hicieron todo eso. Es decir, estaba familiarizado, y no era poco mi asombro cuando vi que le estaban enviando a Venezuela, a la Revolución Venezolana, a un gobernador de uno de los estados más ricos de Venezuela, un asesor para que le dijera cómo había que gobernar. En esos días yo estaba recuperándome, hice un esfuerzo. Nunca estuve de acuerdo con los prisioneros que retenían meses y años, tenían que sufrir mucho aquellos hombres cautivos. Estaba de acuerdo totalmente con las aspiraciones de Marulanda, que era un revolucionario verdadero, un hombre que quería cambiar aquella situación, es una historia que se conoce muy bien. Está el historiador Alape, un magnífico historiador, yo lo conocía muy bien, sabía de eso, de todo; en fin, los personajes de aquella época yo los conocía y conocía sus políticas, además, eran partidarios de la paz y de la unidad; pero les mataron mucha gente. Eran del partido comunista, se separaron los de Marulanda y se separaron porque defendiendo la paz el partido comunista los llevó a compromisos que la oligarquía no cumplió, le mataron miles de cuadros. Entonces Marulanda reacciona y dice que nunca más discutiría con esa oligarquía, que era tiempo perdido, y yo lo defendí; pero no podía estar de acuerdo con los prisioneros aquellos y que estuvieran pidiendo rescate por ellos, porque en el libro de La victoria estratégica —eso salió publicado hace unos días— se puede demostrar cuál fue nuestra política de guerra y nosotros ganamos la guerra por nuestra política, no por nuestra fuerza. Nuestra fuerza era insignificante, pero no se sabe lo que puede una fuerza insignificante apoyada en la moral y en la razón. ¿Cuántas armas tenía Batista? Tenía 100 000. ¿Cuántos hombres? Cien mil hombres, entre soldados, marinos, policías, etc. ¿Quién los suministraba? Estados Unidos, armas modernas. ¿Qué teníamos nosotros? Unos pocos fusiles que fuimos recogiendo y lo demás se lo íbamos arrebatando al enemigo, y, al final, en menos de dos años, en menos de dos años, en siete u ocho meses derrotamos al régimen y nos apoderamos de las 100 000 armas totalmente, las 100 000 armas aproximadamente, no solo por nuestra fuerza, sino por nuestra moral. Entonces no podíamos estar de acuerdo, no se gana jamás la guerra si los prisioneros..., quién va a querer caer prisionero. Cuando tú matas a los prisioneros lo que ocurre es que te cuesta mucho más. Un hombre con un fusil ametrallador, atrincherado detrás de la doble rueda trasera de un camión, si cae en una emboscada, no se sabe cuánta gente puede matar, y lo hace aun sabiendo que si cae prisionero no lo matan, imagínate que esté convencido de que lo matan, o va a soportar durísima retención durante años ¿qué soldado quiere caer prisionero? Eso lo critiqué siempre. Era partidario de la paz en Colombia, por eso se llama así el libro La Paz en Colombia, es todo lo que pienso en torno a eso. Ahí está plasmado el pensamiento con relación a Colombia y el porqué de nuestras posiciones, que son inexpugnables, porque son justas, porque son limpias. Teníamos razón en desear la justicia y teníamos razón en promover que hubiera la paz en ese país, y éramos partidarios de la lucha, porque si usted no la puede obtener por otras vías entonces la tiene que obtener por la vía de las armas, es como se han hecho todas las revoluciones, hasta que llegó un momento en que ni los imperios ni los revolucionarios pueden alcanzar sus objetivos por la vía de las armas. Mira la conclusión: ni el imperio ni los revolucionarios. Alguien dice: Bueno, ahora voy a buscar un fusil. ¿Qué armas va a buscar? Un fusil. ¿Un fusil o una pequeña bomba nuclear, qué es lo que va a buscar para...? ¿Y qué vas a hacer, matando lo vas a conseguir? Esas son las ideas que yo digo, los conceptos. Si uno piensa con los conceptos de antes, no saca esas conclusiones.
Andrés Izarra.—Comandante, ¿usted cree que haya alguna posibilidad de que Colombia ataque a Venezuela?
Fidel Castro.—No hay ni la más remota posibilidad de que Colombia ataque a Venezuela.
Vanessa Davies.—¿Por qué?
Fidel Castro.—Primero, porque no le interesa; segundo, porque no puede; tercero, porque no quiere; cuarto, porque sabe que las consecuencias serían desastrosas. Creo que ya son cuatro razones.
Walter Martínez.—Comandante, han estado flotando en este diálogo temas muy importantes. Hace pocos momentos usted hablaba de la crisis de Suez, que nos trae varias lecciones que podemos extrapolar. Pero, ya que acaba de hacer una referencia tan contundente, voy a remontarme al senador Paul Coverdell, el ponente fundamental del primer Plan Colombia. Paul Coverdell murió el 18 de julio del 2000, senador de la derecha estadounidense, cuando convenció al Congreso para que diera los fondos para el primer Plan Colombia, hizo una síntesis truculenta, pero que vale todavía. Habida cuenta de la importancia geopolítica, económica y estratégica y el poderío desde el punto de vista energético que representa Venezuela, Paul Coverdell hizo una síntesis ante el Congreso de Estados Unidos y dijo: "Para controlar a Venezuela necesitamos ocupar militarmente a Colombia." El Congreso le dio los fondos para el primer Plan Colombia, pero a condición de que hubiera en el terreno jueces militares que pudieran in situ, juzgar de inmediato a cualquier militar colombiano que estuviera en contubernio con los paramilitares, los que violaran los derechos humanos y los que llevaran por delante las reglas éticas de la confrontación. Pero el eje era: "Para controlar a Venezuela necesitamos ocupar militarmente a Colombia." Han evolucionado el tiempo y las circunstancias, Colombia ahora tiene siete y más bases militares estadounidenses, ya nadie duda de que la mayor riqueza energética está en Venezuela, ahora ya a escala planetaria. Después que logramos controlar, sacar a las trasnacionales aparecieron las verdaderas riquezas y lo que nos tenían oculto. ¿Cómo juega esta frase y esta realidad, habida cuenta de la presencia con inmunidad de las tropas estadounidenses y las israelíes en territorio colombiano?
Fidel Castro.—Sí, ¿y qué más? ¿Qué hace falta para poder llevar a cabo el plan de este...?
Walter Martínez.—Coverdell.
Fidel Castro.—Yo no me voy a tratar de aprender el nombre, ya tú lo tienes...
Walter Martínez.—Es que además Coverdell era el vocero de una política; no importa Coverdell que ya murió, la política sigue en pleno desarrollo.
Fidel Castro.—Y ya por fin han logrado tener las bases, ya tienen a Colombia, todas las bases que quieren. ¿Y qué más necesitan?
Walter Martínez.—En principio voluntad política.
Fidel Castro.—No, vamos a suponer que tienen la voluntad de atacarla. Tiempo, es una de las cosas que necesitan.
Walter Martínez.—La maniobra es espacio y tiempo; el espacio lo tienen.
Fidel Castro.—Tiempo; pero no lo van a tener, no van a tener tiempo de hacer eso, nada, ni un 5% del tiempo que necesitarían para llevarlo a cabo. Aparte de que ellos aspiran antes... Digamos una cosa: que la Revolución Bolivariana fracase, que es uno de los objetivos que ellos buscan; ellos piensan en usar las armas como último recurso. ¿Cuál es la hora de último recurso? Después que hayan hecho todos los esfuerzos, como lo hicieron para derrocar al gobierno revolucionario en el 2002, y agotarán todo ese expediente, y cuando lo consigan serán felices y dirán: "Vean, qué inteligentes somos, lo hemos resuelto todo con los medios de..., hemos usado la otra artillería: la publicidad, la mentira y los hemos puesto fuera de combate". Así que las posibilidades se reducen mucho. Así era todo, así invadieron Iraq, bueno, en otros tiempos en que no existían esas armas, así ocuparon a Cuba y le impusieron la Enmienda Platt, le impusieron esa base naval de Guantánamo; así han impuesto los cientos de bases militares que tienen en todo el mundo, en todos los continentes, unidas a las de sus predecesores los ingleses y sus suministradores ideológicos, los franceses, porque esta Francia, es el resultado de aquella revolución tan justa, que es la Revolución burguesa, que evolucionó hasta ser hoy el imperio. De modo que todo está muy claro, muy explicado, es muy lógico. Y creo que las posiciones que nosotros sostenemos no se apartan en absoluto de esa lógica, Walter.
Vanessa Davies.—Comandante, usted plantea y también con base en la pregunta y el comentario que hacía Walter, ni el imperio ni la revolución van a lograr el poder por la vía de las armas, de las armas que conocemos, es decir, la revolución armada o lo que le contestaba Walter ahora. ¿Cuáles son las armas ahora para hacer la revolución y cuáles son las armas del imperio?
Fidel Castro.—Divulgar la realidad de lo que va a ocurrir y te voy a decir por qué.
Vanessa Davies.—¿La comunicación es el arma?
Fidel Castro.—Bueno, yo creo que ustedes tienen el arma nuclear en las manos, ideológica, y si ganan esa batalla habrán derrocado al régimen, y no harán falta las revoluciones. ¿Qué te parece?
Vanessa Davies.—Me parece increíble.
Fidel Castro.—Bueno, es así.
Vanessa Davies.—Solamente la batalla la vamos a agarrar, tomando las palabras de Walter, en el terreno de la comunicación.
Fidel Castro.—Sí, ahí la tienen ustedes. Bueno, de la trasmisión de una idea, porque ayudarán a que nuestro hombre no se equivoque.
Walter Martínez.—Si usted me permite. Hace tiempo que desarrollamos una teoría que era de que hay dos teatros de operaciones: el teatro real, sea militar, crisis política, crisis gerencial, y un teatro paralelo o alternativo que es la versión de esto en los medios de comunicación. Y en un mundo interconectado vía satélite, donde la información es parte de toda estrategia uno puede estar perdiendo en el teatro de operaciones, pero si logra convencer de que está ganando, al menos ganará tiempo, y si está ganando, pero no lo sabe vender en el teatro de la comunicación, es como si no ganara, ¿es por ahí que viene lo que usted nos acaba de decir, del poder de la comunicación en un mundo interconectado vía satélite y el tiempo real?
Fidel Castro.—El poder de la comunicación estuvo en manos del imperio, usó y abusó de ese poder, y al fin y al cabo hoy todo lo que ocurre en el mundo es producto de eso; por todos los medios han fabricado el poder que tienen y pretendían conservarlo, pero no pudieron, así que tienen que resignarse ahora.
Vanessa Davies.—¿Quién, el imperio o nosotros?
Fidel Castro.—¿Quién?
Vanessa Davies.—¿Quién debe resignarse?
Fidel Castro.—Tú sabes bien que es el imperio (Risas).
Vanessa Davies.—El imperio es el que debe resignarse.
Walter Martínez.—O sea, WikiLeaks se convierte en algo así como una guerrilla de los años sesenta.
Fidel Castro.—Habrá que hacerle una estatua.
Vanessa Davies.—A WikiLeaks.
Fidel Castro.—Habrá que hacer unas cuantas estatuas.
Vanessa Davies.—¿A quién más le haría las estatuas en este momento?
Fidel Castro.—Bueno, a ustedes, no pueden subestimar..., fíjense, fíjense que ustedes han estado martillando todos los días; además, ustedes han estado apoyando a la revolución, y esa es una revolución que ha conmovido el hemisferio. Y para nosotros significó mucho en los momentos más difíciles del período especial, de dónde vino una ayuda que le ahorró enormes sacrificios a nuestro pueblo que lleva casi 50 años luchando, cuando estos creían que lo tenían todo, estaba el señor Bush ya a punto de nombrar, ya creo que tenía a un gobernador para..., y ustedes han apuntalado todo eso, ¿no merecen una estatua, díganme? ¿Y todos los medios de allí en manos de quién estaban?, de la contrarrevolución, ¿y quiénes fueron los que defendieron las ideas revolucionarias?, ustedes. Así que no exagero, ni es un elogio que yo esté fabricando aquí para ustedes.
Vanessa Davies.—Usted habla de ideas nuevas, entender el mundo de otra manera, no como lo hemos entendido las revolucionarias y los revolucionarios hasta hoy. ¿En qué nos equivocamos cuando analizamos el mundo con las viejas ideas? ¿Y cuáles son esas ideas nuevas, esas nuevas herramientas para el análisis de las ideas?
Fidel Castro.—Yo creo que eran correctas las ideas. Las ideas no eran incorrectas, hoy se quedaron como ideas de otra época.
Vanessa Davies.—¿Y cuáles son las ideas de esta época, entonces?
Fidel Castro.—Bueno, la primera es evitar la guerra, y las demás están por elaborar. Pero sí, las demás, cómo va a ser la sociedad, cómo se van a administrar los bienes y los servicios, cómo se van a obtener las fuentes renovables de energía¼ ¡Caramba!, por aquí tengo algo.
Mario Silva.—El proyecto HAARP.
Fidel Castro.—Ustedes verán, ustedes verán.
Vanessa Davies.—Pero, Comandante, son esos temas sobre los cuales hay que pensar: el ambiente, la ecología, nuevas formas de política.
Mario Silva.—Nueva sociedad.
Vanessa Davies.—Estas son las nuevas ideas, que usted dice: bueno, las ideas de antes eran correctas; pero hay que incorporar otros elementos. La ecología es un elemento, es una preocupación central que usted ha expresado.
Fidel Castro.—Sí, sí.
Vanessa Davies.—Las formas de relación económica, por ejemplo, ¿cómo se las replantearía, al plantearse un modelo...?
Fidel Castro.—No pueden ser capitalistas, porque no vamos a reconstruir otra vez lo mismo y ahora, con todos los conocimientos de que se dispone, y digo que no podemos reconstruir lo mismo, yo no podría decirte cómo lo van a hacer, entre todos tenemos que hacerlo; pero esta es una humanidad que sabe leer y escribir y que el mundo tiene no se sabe cuántos científicos, que no se destruya todo eso. Si logramos que se preserve, es de esperar que logremos que se use, que las inteligencias trabajen. Si han trabajado para provocar la autodestrucción, la desgracia, la infelicidad... Yo aquí mismo escribí: "En el documental 50 años después de Hiroshima, se ven los cadáveres calcinados y casi transparentes de los niños que perecieron en los vientres de las madres, son imágenes horribles". ¿Vamos a reproducir eso?, es imposible que la inteligencia del hombre se dedique a eso, no puede, no puede, sencillamente.
Mario Silva.—Ya el capitalismo no es viable, simple y llanamente. O sea, ni siquiera como arma de...
Fidel Castro.—Pertenece a la prehistoria.
Mario Silva.—Exacto.
Fidel Castro.—Resulta que Marx tenía toda la razón.
Vanessa Davies.—¿Pero el socialismo pertenece a la prehistoria también?, como dicen sus adversarios.
Fidel Castro.—No, es lo único... ¿Qué es el socialismo?, es una pregunta que tenemos que hacernos.
Vanessa Davies.—¿Qué es el socialismo para usted ahora, siglo XXI?
Fidel Castro.—¿Para mí?, el comunismo, el que el propio Marx definió como comunismo: de cada cual según sus posibilidades, a cada cuál según sus necesidades. Claro que estarán por definir cuáles son las necesidades, no las de un avión ni un barco para andar por el mundo pescando y gastando todo el combustible. ¿Eso es de los hombres inteligentes? ¿Te imaginas?, ¿de los hombres y las mujeres inteligentes? —vamos a recordar aquello que dice Chávez, sin cambiar el idioma. Sí, porque yo trato de ahorrar palabras, si en cada una de las cosas tengo que decir los científicos y las científicas, el otro y la otra, se me enreda más de lo que es ya de por sí enredado el modo de explicar las cosas.
Andrés Izarra.—Comandante, yo quisiera virar un poco la atención sobre Venezuela.
Fidel Castro.—Sí.
Andrés Izarra.—Venezuela va de nuevo a un proceso electoral ahora en septiembre.
Fidel Castro.—Sí, tal vez (Risas).
Andrés Izarra.—Que lo hemos calificado como un proceso de mucha importancia.
Fidel Castro.—En período de tránsito, sí.
Andrés Izarra.—Es de prever que la oposición regrese al Parlamento con alguna representación y eso, ya de por sí, va a ser un evento político que va a obligar a la Revolución a entrar en una nueva etapa. Usted que ha sido tan estudioso de la Revolución Bolivariana, que ha sido un faro para la Revolución Bolivariana en muchas de las decisiones, y por el ejemplo que Cuba revolucionaria representa para nosotros, ¿esta fase en que entra Venezuela en el período electoral, cómo la ve usted, qué análisis hace usted, qué recomendaciones hace usted a la dirigencia de la Revolución y al pueblo venezolano sobre este proceso?
Fidel Castro.—Te voy a responder. Lo que dije hace un minuto, un segundo, pudiera parecer una crítica a lo que están haciendo en Venezuela, y realmente no lo es, yo creo que lo que están haciendo es absolutamente correcto, las verdades, la explicación que da Chávez de lo que es el socialismo y lo que significa, lo que ha significado para millones de personas en todos los sentidos, es lo que deben hacer, porque ustedes qué van a hacer ahora, es lo que tienen que hacer y seguirlo haciendo hasta el final. Bien, si ocurren cosas mejores, no hay que ponerse triste por eso. A mí me hizo gracia porque como estábamos hablando de fechas y de cosas, yo dije: va y coincide con las elecciones que son..., ¿es el 23?
Andrés Izarra.—Son el 26.
Mario Silva.—El 26 de septiembre.
Fidel Castro.—El 26, bueno, tres días más, está, según cálculos míos, en un período de tránsito. Si viene algo mejor, espero que ustedes se sientan sumamente felices de que haya ocurrido algo mejor.
Vanessa Davies.—¿Algo mejor como qué, Comandante?
Fidel Castro.—A lo mejor que no haya ya ni siquiera imperialismo. Fíjate, es duro, pero, bueno, ¡qué vamos a hacer! (Risas.)
Vanessa Davies.—Comandante, pero es muy pronto.
Fidel Castro.—Bueno, me mandan a mí para un manicomio, saben (Risas), búsquenme un lugarcito allí.
Vanessa Davies.—Es muy pronto, Comandante, para decir que el imperialismo se va a caer en menos de un mes.
Fidel Castro.—Bueno, ¿y qué yo debo decir, que va a durar un siglo, que va a durar 10 años, que no va a haber guerra? ¿Qué yo voy a decir? Porque se supone que el plazo que estableció la Resolución del Consejo de Seguridad vence el 7 de septiembre, como 19 días, creo, que es antes de las elecciones que ustedes tienen anunciadas. Para que haya elecciones, primero no tiene que haber guerra, y si no hay guerra, ni cesa el imperialismo ¿qué pasa? Vanessa, no te eches tú la culpa, échamela a mí, por favor. Es lo que afirmo, pero no es un capricho, es un hilo de pensamiento.
Walter Martínez.—Comandante, usted nos planteaba con mucha exactitud un escenario probable de esta situación que parece estar en cuenta regresiva con respecto a un posible conflicto con Irán, y con mucha precisión usted decía: En el momento en que intenten detener un buque iraní para inspeccionarlo, Irán no va a permitir eso, y ahí puede generarse el casus belli, y centenares de misiles van a caer sobre la flota estadounidense. Usted también dijo: Los iraníes, más cercanos que nosotros a la idea de la muerte. Yo avalo eso por mi limitada experiencia cuando cubrí un tiempo la guerra entre Iraq e Irán, y aquello llegó a un momento de estancamiento, porque Saddam Hussein podía matar —voy a ser groseramente hipotético— 10 000 iraníes y le mandaban 20 000; le mandaban 20 000 y los mataba, y le mandaban 40 000, y creo que fue usted mismo quien dijo que eran capaces de limpiar los campos de minas caminando sobre las minas para que los otros pudieran venir a combatir. En ese escenario, parecería que es inevitable una confrontación en esas latitudes, ¿cuál es su punto de vista?
Fidel Castro.—Tú estuviste allí, ¿eh?
Walter Martínez.—Estuve cuando la guerra entre Iraq e Irán, recorrí desde Chat-el-Arab hasta la frontera turca, donde están los kurdos.
Fidel Castro.—¿Y viste eso?
Walter Martínez.—Llegó un momento en que se estancó, porque ya Saddam Hussein no tenía nada más que lanzarles y ellos no se replegaban. La refinería de Abadán estaba ardiendo, en Chat-el-Arab; se estancó, llegó a una posición de cierta quietud en el frente sur, ya no había nada más que ofrecer para decidir la balanza desde el punto de vista estratégico.
Fidel Castro.—¿Te acuerdas que todo el mundo competía por venderle armas a Iraq, todo el mundo, los ingleses vendieron el acero para un cañón de largo alcance, los soviéticos vendieron todos los proyectiles aquellos cuyo alcance alargaron? En fin, el gran negocio de las armas. Yo discutí, no con los iranios, discutí con los sirios; estaba el canciller aquí en una reunión, y yo decía: "No debieran cruzar la frontera", y el sirio decía que sí, porque los soviéticos cuando invadieron la URSS no se detuvieron en la frontera, siguieron hasta Berlín. Le digo: "Yo no estoy discutiendo problemas legales, no estoy discutiendo problemas morales, estoy discutiendo problemas políticos. ¿Y por qué no llegan hasta El Cairo de una vez? ¿Por qué no llegan hasta El Cairo? Les reiteré". Le quitamos nosotros a Iraq el derecho a ser sede de la siguiente Cumbre de Países No Alineados que le habíamos designado. Bueno, no se sabía dónde iba a ser. Le escribí una carta a cada uno de los miembros del Movimiento, porque no podíamos realizar la reunión formal, y propuse me autorizaran a designar a la India; respondieron que ellos estaban de acuerdo, y así se decidió, que el próximo país de reunión de No Alineados sería la India. Saddam era muy amigo nuestro, porque cuando no estaba en guerra con nadie, estaba empleando bien los recursos; ya desde antes de ser presidente nosotros lo atendíamos, le prestamos servicios importantes relacionados con la salud, y era muy amigo de nuestro país que siempre tuvo una situación apretada; entonces tuvimos que hacer aquello. Los iranios entraron en Iraq y llegaron a la ciudad aquella próxima a la desembocadura del Eufrates y allí establecieron sus fortificaciones y nidos de ametralladoras, estaban cercados por los iraquíes y con ellos los asesores soviéticos, esos que sí sabían cómo se demolían las defensas, porque a cada nido de ametralladoras le disparaban con un cañón en tiro directo; destruyeron todos los nidos de ametralladoras a los iranios y estos tuvieron que retirarse de la ciudad aquella. ¿Por qué? Le dije al canciller: "Mire, no convierta una guerra de agresión en una guerra patriótica por parte de los iraquíes. Ese es el cálculo político que hago, no cometan ese error". El canciller sirio ni respondió. Se metieron, los iranios no llegaron a El Cairo, no llegaron a ninguna parte, no pudieron retener la ciudad y en definitiva, tuvieron que retirarse. Tú eres testigo de todo eso. Y Ahmadineyad era el jefe de los Guardianes en la región noroccidental, el jefe total era Khomeini, que más adelante le escribió una carta a Gorbachov, y Gorbachov me envió copia de la carta. Bueno, en la carta argumentaba, le hacía una fuerte crítica, y Gorbachov casi...; bueno, envió copia y se reía: "Mire qué falta de realismo, decía, escribiendo esta carta". Yo le daba la razón, en el fondo, a Khomeini, porque tenía toda la razón del mundo en la crítica que le hacía a Gorbachov. Fue por aquellos días —creo recordar algo más, Walter— que Gorbachov me escribe, manteníamos relaciones, él hizo una visita aquí; yo fui duro, sin ofenderlo, y decía Gorbachov en una de las cartas que lo había visitado Felipe González; bueno, me pintaba a Felipe como el non plus ultra de los socialistas. Yo lo siento mucho, pero yo no pienso así. Y decía: "Viene a asesorarnos sobre lo que debemos hacer".
Walter Martínez.—¿Quién decía eso?
Fidel Castro.—Gorbachov.
Walter Martínez.—Gorbachov de Felipe González, ¿no?
Fidel Castro.—Sí. "Viene para asesorarnos de lo que debemos hacer", me comunicaba aquello. Y, ¿quieres que te diga una cosa? Ahora tú me preguntas, ¿cómo era Gorbachov? Y te digo que a Gorbachov yo lo conocí cuando era como un látigo, haciendo críticas de la dirección del Partido, críticas muy fuertes, y defendía cosas correctas, era opuesto a los ingresos no provenientes del trabajo. Decía: "No estoy de acuerdo con los ingresos no provenientes del trabajo". Sabía que el alcohol ocasionaba un gran daño y lo combatió. El azúcar que nosotros les suministrábamos ya no les alcanzaba, porque los rusos son expertos en manejar los alambiques y te convierten el azúcar en un buen Vodka; Gorbachov no prohibió, pero puso caro el Vodka, puso baratos los juguetes, y tomó una serie de medidas que tú no puedes menos que estar de acuerdo con ellas. Pero, ¡asómbrate! Eltsin era el secretario del Partido de Moscú, y Eltsin era casi modelo para nosotros, porque era un crítico feroz de todos los errores que se cometían allí en la URSS, con las cosas que hacían; haciendo críticas era formidable, tenía prestigio, aquí lo leía todo el mundo, publicábamos sus declaraciones. Por aquellos días creo que hace un viaje a Nicaragua, conversa con nosotros, cuando yo iba a Moscú me ponían, precisamente, a Eltsin para que me atendiera, me enseñaba toda la ciudad. Yo le decía: "Eltsin, mira tal cosa, esta ciudad que la han convertido en una bella ciudad moderna". Me llevó a un lugar del antiguo Moscú, pero todo eso ha desaparecido, era muy hermoso y ya no hay nada aquí. Entonces Eltsin, que estaba de acuerdo, me decía: "Yo creo que es mejor poner gratis el metro y los ómnibus". Le respondo: "Eltsin, no hagas eso, porque si pones gratis esos transportes, el número de personas que se van a montar en esos metros y esos ómnibus se va a duplicar y no va a alcanzar nada. No hagas eso". Y él entusiasmado con todas esas ideas. Así que era un modelo de comunista, al extremo que yo tenía que aconsejarle que no fuera tan extremista; a mí que me han acusado tanto de extremismo tenía que estar aconsejándolo. Y mira lo que hicieron toda esa gente, tanto Gorbachov, como Eltsin, tomaron esas decisiones y sus conocidos caminos. Hemos vivido toda esa historia.
Walter Martínez.—Permítame ser perseverante, Comandante. ¿Usted sigue pensando que el casus belli se va a dar cuando la flota intente parar algún mercante o algún buque iraní para ser inspeccionado?
Fidel Castro.—Sí, y esa fecha no pueden dilatarla, no pueden dilatarla porque es ya virar la espalda en retirada. Ese es un punto que llega, o que se cumple, o se va. Si se cumple es la guerra, si se va es la derrota.
Walter Martínez.—Estamos muy cerca de esa circunstancia.
Fidel Castro.—Pero no sería ni la guerra ni la derrota si está consciente de la decisión que va a tomar.
Mario Silva.—De lo que se va a provocar.
Fidel Castro.—Ese es el quid de lo que estoy planteando.
Vanessa Davies.—Pero le correspondería a la ONU dar marcha atrás en su opinión.
Fidel Castro.—La ONU no cuenta nada, nada, para nada.
Vanessa Davies.—El Consejo de Seguridad de la ONU.
Fidel Castro.—Desaparecerá también.
Vanessa Davies.—El Consejo de Seguridad en una guerra nuclear desaparece.
Fidel Castro.—Y sin una guerra también. Nada, nada de eso seguirá existiendo; si no van a existir las armas para qué sirven esos aparatos.
Vanessa Davies.—¿Le corresponderá al Consejo de Seguridad de la ONU dar marcha atrás?
Fidel Castro.—Nadie sabe quién va a decir una palabra, estarán los hombres en el mundo nuevo. Bueno, va a ser así, que es de fantasía pero es así.
Vanessa Davies.—Pero usted se mueve entre el optimismo y el pesimismo con respecto a este escenario que le plantea Walter.
Mario Silva.—¿Todo depende de Obama?
Fidel Castro.—De nosotros que lo persuadamos.
Vanessa Davies.—Con estos mensajes que usted está enviando y muchas personas.
Fidel Castro.—Bueno, haciendo que el máximo de personas en el mundo participen de este punto de vista y él se sienta fortalecido de que va a hacer el bien y no una cosa horrible. ¿Ustedes se imaginan a Obama consciente decidiendo la muerte de cientos de millones de personas, que los niños aparezcan calcinados en los vientres de las madres? ¿Ustedes conciben que un hombre pueda realmente con elemental sentido humano hacer eso?
Vanessa Davies.—Pero hay muchos sectores empujándolo en esa dirección.
Fidel Castro.—¿Y qué son todos esos sectores al lado del mundo? ¿Y si esos sectores tampoco quieren morir, ni quieren que mueran sus familias, ni quieren que mueran sus hijos? Esa es la realidad.
Mario Silva.—También esos sectores, en el caso de los sectores económicos poderosos, no querrían perder su influencia en el mundo económico.
Fidel Castro.—Sí, pero entre la bolsa o la vida, prefieren la vida.
Mario Silva.—Prefieren la bolsa (Risas).
Walter Martínez.—Usted habló de la campaña de Suez y ahí fue una patota entre británicos, franceses e israelitas, y Nasser incluso les hundió los barcos sabiendo que era la yugular del comercio internacional y trancó el canal de Suez; creo que era Eisenhower quien estaba en la Casa Blanca, les dijo: "Se retiran de ahí, paren esa aventura o les pongo el ejército estadounidense". Tenía pantalones y tenía don de mando, venía de ser el ganador de la Segunda Guerra en el teatro europeo.
Fidel Castro.—Sí, sí.
Walter Martínez.—Pero ahora no tenemos un personaje así en la Casa Blanca. Ahora Israel hace lo que le da la gana, el lobby israelí maneja la política, y Sharon, a quien también entrevisté, dijo: "No se preocupen si hacemos cosas que les parece que no van a tener consecuencias. La política exterior de Estados Unidos la hacemos nosotros y ellos lo saben". Ante ese desparpajo, ¿qué queda pensar con un Obama en la Casa Blanca?
Fidel Castro.—Bueno, todo eso que tú dices es verdad, que los israelitas hacen lo que les da la gana. Bien.
Walter Martínez.—Y además tienen el armamento nuclear facilitado por Estados Unidos, entre otros.
Fidel Castro.—Sí, lo tienen, pero están esperando que sea Estados Unidos el que dé la orden. Ellos creen que lo tienen conseguido, que lo tienen persuadido. Ellos han hecho todos sus acuerdos con Arabia Saudita, con los Emiratos Árabes, a qué hora van a volar, cómo van a volar, no les van a disparar.
Walter Martínez.—El puente aéreo sobre Arabia Saudita.
Fidel Castro.—Tienen todos los aviones, van a ser oleadas de aviones, que se los han dado los yankis; pero están esperando que sean los yankis, y saben los yankis que no pueden decir que no; porque ellos dicen que no... Ahora están esperando que alguien apriete el gatillo, y ese es Obama. ¿Y qué pasa si Obama no aprieta el gatillo? Tú puedes decir: Pues lo aprietan ellos. Pero si Obama no aprieta el gatillo porque hay una opinión mundial y todas las potencias exigiendo que no haya guerra, ¡ah!, es cuando entonces estos señores israelitas no se atreverán a disparar un cohete por su cuenta.
Walter Martínez.—Ahí entra la palabra clave que usted utilizó ante la Asamblea Extraordinaria, es decir, tenemos que persuadirlos. Fidel Castro.—Sí, persuadirlos.
Walter Martínez.—¿Usted cree que en esta carrera en cuenta regresiva, podremos, a través del poder de los medios, llegar a crear una ola de opinión que lo persuada...?
Fidel Castro.—Sí, bueno, pregúntale a Izarra, porque por él me enteré que todo lo que estamos hablando aquí lo están trasmitiendo por Telesur, y entonces, bueno, pregúntale, que él dice que está recibiendo muchos saludos y muchos mensajes. Él debe saberlo, pregúntale a él que está al lado tuyo (Risas).
Walter Martínez.—Una pequeña acotación histórica. Ustedes no tenían la exclusiva en la época caliente, porque durante la IV República, un personaje de la entonces todavía Unión Soviética dijo: "Quiero decirles que Venezuela ya no está entre los blancos de nuestro potencial nuclear". "¿Cómo? ¿Y estábamos como blanco?". "Sí, porque ustedes eran los suministradores estratégicos y seguros de Estados Unidos, y si íbamos a la guerra contra Estados Unidos, también le tocaba su bombita atómica a Venezuela para que no pudieran usar esa fuente de recursos".
Fidel Castro.—Bueno, tienen tantas que pueden repartirlas. Yo no sabía ese detalle, pero tiene lógica.
Walter Martínez.—Se filtró en la IV República. Lo dijeron con cierto suspiro de alivio, algún político de la IV República.
Fidel Castro.—¿Cuándo lo dijeron?
Walter Martínez.—No sé exactamente quién y cuándo; pero fue en la IV República, en una visita de alto nivel. Estábamos como blanco...
Fidel Castro.—En la IV República ya.
Walter Martínez.—Sí, antes de la Revolución.
Vanessa Davies.—Antes de la Revolución Bolivariana.
Fidel Castro.—¿Aquella era la IV República?
Vanessa Davies.—Sí.
Walter Martínez.—Sí, estamos en la V (Risas), y no es la francesa.
Vanessa Davies.—Comandante, estamos llegando al final de la conversación. Nos quedaría una pregunta para cada uno. Yo voy a consumir la mía con la siguiente interrogante. A la luz de la experiencia de Cuba, en la guerra fría, de la Revolución Cubana, ¿qué lecciones sacó Cuba, y qué piensa que debemos sacar los latinoamericanos y las latinoamericanas ahora de esas lecciones de Cuba durante la guerra fría?
Fidel Castro.—¿La lección de Cuba en la guerra fría? Bueno, de la guerra fría nos tocó soportar el bloqueo y sufrir todas las consecuencias; pero también se pudo demostrar que era posible resistir, y los latinoamericanos deben pensar igual, que hay un potencial enorme en las masas, que es posible alcanzar la justicia, la liberación real, verdadera. Eso es lo que pienso, después de derivarse de aquella experiencia que vivimos.
Vanessa Davies.—Muchas gracias, Comandante.
Mario Silva.—Y en Venezuela, si es que llegamos al 23, ¿cómo la ve?
Fidel Castro.—Yo veo muy bien todo, y no se olviden de una cosa, que lo que más necesita el hombre para vivir, entre otras cosas, son los alimentos, y que esta es el área del mundo que más alimentos produce. Si Estados Unidos produce para 2 000 millones de personas, la América Latina tiene un potencial para producir alimentos para 8 000 millones, por lo menos, aunque, desde luego, el futuro de la humanidad estará más controlado por el propio hombre, porque la población se puede regular. Yo un día me puse a sacar todas las cuentas del número de personas, cuántos pueden llegar a ser, y dónde ya se para y hasta incluso puede reducirse el número de personas. No debe haber más habitantes en el planeta nacidos que los que puede sostener el planeta. Eso tiene un límite.
Walter Martínez.—¿Malthusiano?
Fidel Castro.—¿Cómo? No, de ninguna manera. Malthus dijo que el hombre no iba a poder sostenerse. Mi criterio no tiene nada que ver con Malthus. Si coincido en algo es una casualidad, y no en un mundo de propiedad privada, no en un mundo nacionalista, no en un mundo de imperio, es un mundo totalmente diferente; es una verdad que el planeta no puede tener más habitantes que los que pueda sostener sin destruirlo.
Walter Martínez.—Es finito.
Mario Silva.—Tiene que ser un mundo de posibilidades.
Fidel Castro.—Esa es una verdad. Yo no sé quién pueda haberlo dicho o no.
Walter Martínez.—El eje geopolítico se desplaza hacia el Lejano Oriente. China, 1 300 millones de habitantes y creciendo; la India, 1 160 millones de habitantes y creciendo.
Fidel Castro.—¿Y por qué tiene 1 300 China ahora y no tiene 3 000?
Walter Martínez.—Cuando estuve allá en 1985 y hablaban del Larga Marcha 3 como un sueño —ahora están pensando poner un chino en la luna—, dijeron un solo hijo por pareja.
Fidel Castro.—¡Ah!, bueno, por eso. ¿Y qué decía Mao? ¿En qué creía? Que en la época nuclear las posibilidades de supervivencia estaban en relación con el número de habitantes del país. Entonces, si no establecen eso, hoy estarían aproximándose los chinos a 3 000 millones. ¿Cómo alimentarían a esa gente?
Walter Martínez.—Imposible.
Fidel Castro.—Y, sin embargo, Mao fue el factor fundamental que hizo posible la Revolución en China, que ha llegado a los niveles que tiene hoy de productividad. Vanessa Davies.—Pero usted hacía la reflexión de los alimentos con relación a Venezuela. ¿Por qué...?
Walter Martínez.—América Latina es el gran reservorio.
Vanessa Davies.—Pero también sobre Venezuela.
Fidel Castro.—Sí, Venezuela es un lugar ideal, y es lo que está haciendo el gobierno, está tratando de producir, por ejemplo, todos los vegetales. Allí no hay ciclones que vayan a echar por tierra las casas de cultivo, a no ser que los yankis inventaran... Aquí mismo, en esa página web, habla de que los yankis están desarrollando una forma de influir.
Walter Martínez.—La guerra meteorológica.
Fidel Castro.—Y aquí hay nada más que una frase, una sola cosa que debe...
Walter Martínez.—El campo de antenas que tienen en Alaska, el proyecto HAARP.
Fidel Castro.—Tienen campo de antenas y están convencidos de que podrán producir ciclones, lluvias, todo. En eso están.
Walter Martínez.—¿Usted considera eso una posibilidad real o ciencia ficción?
Fidel Castro.—No, eso no es ciencia ficción, eso es ciencia real.
Vanessa Davies.—Aunque hay personas que piensan que es ciencia ficción, efectivamente.
Fidel Castro.—Ya incluso están usando eso. Tú sabes que en este momento los chinos han dicho que no pueden exportar más arroz. ¿Qué precios van a adquirir los alimentos para un país que los importa, como Cuba?
Walter Martínez.—Rusia acaba de prohibir la exportación de granos.
Fidel Castro.—Rusia lo acaba de prohibir, y a nosotros nos dijo que mantendrá los compromisos que tiene, ¿qué le parece?
Walter Martínez.—Solidario.
Fidel Castro.—Que mantiene con Cuba los compromisos que ha suscrito de abastecimiento a pesar de todo eso y a pesar de la catástrofe.
Mario Silva.—Lo que pasa es que el tema del proyecto HAARP fue ridiculizado por los medios de comunicación norteamericanos para que no se profundizara sobre eso, y sobre la información que se debe tener sobre el proyecto HAARP.
Fidel Castro.—Aquí dice: "RIA Novosti en su reporte de los hallazgos del Dr. Areshev, también señala que: "Los Estados Unidos están, ciertamente, explorando las posibilidades de controlar el clima en varias regiones del mundo. La correspondiente tecnología está siendo desarrollada en el marco del Programa de Investigación de Aurora Activa de Alta Frecuencia (HAARP), teniendo como objetivo el construir un potencial para lanzar sequías, huracanes, inundaciones y terremotos. Desde el punto de vista militar, se supone que el HAARP creará un nuevo tipo de armas de destrucción masiva y un instrumento de política expansionista que puede usarse para desestabilizar selectivamente los sistemas del medio-ambiente y agrícolas de países-objetivo." Están desarrollando otra arma todavía peor.
Vanessa Davies.—Comandante, si no hay guerra nuclear, la guerra climática...
Fidel Castro.—Bueno, u otras, van a seguir inventando; también inventaron la guerra, no nuclear, de los proyectiles esos que suben y caen a 25 000 kilómetros de velocidad arrasándolo todo. Esto no lo publica Granma, lo publica Ria Novosti. Esto lo tenía yo, lo llevé ayer a la Asamblea. Dice: "El autor concluye su artículo diciendo: Estamos asistiendo a una guerra climática encubierta, un preludio de lo que puede ser el escenario de una futura guerra mundial que acabaría con un balance en pérdidas humanas y medioambientales sin parangón en la Historia de la Humanidad." Entonces qué, por eso ya todos los inventos son tales que no pueden usarse. Yo escribo: "Informes fidedignos llegados de Rusia narran la magnitud de la tragedia climática que sufrió ese hermano país." "La situación objetiva es de una magnitud" —esto está escrito también, no por el Ria Novosti, sino por el otro— "sin precedentes, derivada de incendios naturales forestales y de turbas vegetales, elevadas temperaturas en torno a 39 grados, que ha puesto en alarma y febril actividad a todo el gobierno ruso todos estos días, para tratar de que los incendios no destruyan ningún objetivo energético ruso, entre ellos, algunos movidos por energía nuclear, se nos informa." Entonces aquí dice: "Esta catástrofe" —esto se lo añadí yo— "nos muestra las consecuencias del cambio climático, que el autor del documental Home, Yann Arthus-Bertrand, el más prestigioso especialista sobre el tema, nos mostró con el apoyo de los mejores especialistas del mundo en ese film. "Si no se evita la guerra nuclear tampoco se podrían evitar otras iguales o peores. He pensado también que si el hombre puede crear catástrofes, puede promover igualmente energías renovables a partir de fuentes diversas, entre ellas, algunas tan importantes como el agua y el viento.
Mario Silva.—La eólica parece la alternativa.
Fidel Castro.—Bueno, entonces no hay que usar ni la nuclear.
Vanessa Davies.—Comandante, hemos abusado de su tiempo y le damos la oportunidad a Andrés Izarra para que finalice.
Andrés Izarra.—Tengo aquí varias preguntas que llegan por el twitter, Comandante, que, en honor a la gente que ha estado siguiendo la entrevista y enviando sus mensajes, voy solamente a poner dos, para no abusar de su tiempo. La primera pregunta la hace Mariyán Diez. Ella pregunta que si no teme usted que los halcones de Washington puedan atentar contra Obama como en el pasado lo hicieron contra Kennedy. ¿Cómo ve la cosa interna en Estados Unidos?
Fidel Castro.—Sí, por supuesto, el hecho de que no lo hayan asesinado es casi cosa de azar, porque ya eso lo hicieron. ¿Ustedes recuerdan el atentado a Reagan? Le pusieron una pistolita calibre 22 y le clavaron una bala en el pulmón.
Walter Martínez.—Y Obama tiene un vicepresidente que cada vez levanta más el perfil y entra en el perfil waspish.
Fidel Castro.—Todo eso entra en las normas y en los hábitos.
Vanessa Davies.—¿Podrían asesinar a Obama, Comandante?
Fidel Castro.—Sí, pero no creo que lo vayan a hacer ahora. De todas formas es mejor que se cuide, que no confíe, porque pueden ocurrir cosas absurdas, irracionales. No, él sabe cuidarse, él toma todas las medidas, se cuida, y la gente que tienen seleccionada para cuidarlo son profesionales de verdad, a esos no los soborna nadie, están ya hechos para eso, están programados para eso.
Vanessa Davies.—¿Y usted cómo lo sabe? (Risas.)
Fidel Castro.—Bueno, como lo sabes tú también.
Walter Martínez.—El vicepresidente Biden está preparado al bate.
Fidel Castro.—¡Oh!, a quien recuerdo es a Johnson.
Andrés Izarra.—Hay un twittero llamado Enriquecido que pregunta que cuándo va usted a visitar Venezuela.
Fidel Castro.—¿Qué falta hago allí yo?
Andrés Izarra.—Y me piden que le diga que en este momento, en el Aló Presidente, está el presidente Chávez leyendo de su libro, del libro que usted le envió.
Fidel Castro.—Sí, se lo envié y le puse "muy fraternalmente", eso fue el mismo día que se lo envié al embajador nuestro.
Walter Martínez.—Yo supongo que nos iremos de aquí cada uno con un ejemplar bajo el brazo, ¿no? (Risas.)
Vanessa Davies.—Comandante, no respondió cuándo va para Venezuela.
Fidel Castro.—Bueno, no es una tarea que me haya planteado ni creo que sea imprescindible, es mejor que me dedique a oírlos a ustedes desde aquí.
Vanessa Davies.—Sobre el libro, ¿cuándo viene la tercera parte de la historia? Ya está la primera, está lista la segunda.
Fidel Castro.—¿Este? La segunda está hecha ya casi, como lo expliqué ayer. Casi no tengo que tocar nada, he hecho ya los enlaces, las explicaciones. Figúrate, un hombre dedicado a eso rinde más, no tiene otras obligaciones, y entonces está muy adelantado. Bueno, yo le prometí a la Asamblea que nos volveríamos a ver. Hay tiempo para todo eso, hay mucho tiempo por delante, Izarra, se lo puedes decir a tus lectores. Y el programa mío, mira, yo tengo realmente que reunirme con algún físico para que me explique el concepto del tiempo, porque es que yo no lo entiendo, tal como lo dije ahí: ¿qué es el tiempo? ¡Uuuh!, miren, caramba, una cosa que subrayé sobre el tiempo. Bueno, aquí hay uno en que hablo de la catástrofe; ese es otro pedacito de lo de ayer en que digo: "La evolución comenzó en la Tierra, con los primeros gérmenes de vida, eso es conocido por todos y por los teólogos, eso no les quita a ellos espacio para tratar de buscar interpretaciones; pero hasta la noción del tiempo desaparece, qué es el tiempo". Y yo digo: "Porque el tiempo es una invención del hombre, es el espacio que media entre sucesos diferentes, así se inventó el tiempo; pero, ¿cuándo empezó el tiempo?, habría que explicarse eso. Es todo muy complicado". Y yo realmente quisiera conversar con un físico que me explique qué es el tiempo, porque es que a mí se me ha ocurrido y tengo esas grandes dudas, y espero que me ayuden, a ver si a ustedes los ayudan también.
Walter Martínez.—Por lo menos le podemos decir que en televisión el tiempo es realmente perentorio (Risas), y esto está tocando a su fin. Con el permiso de la compañera.
Fidel Castro.—Bien; pero para dolor mío.
Vanessa Davies.—Comandante, muchísimas gracias, de verdad, por esta oportunidad. Nos sumamos, como venezolanos y venezolanas, a su llamado a la paz y a esta persuasión al presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Gracias, Comandante, muchísimas gracias (Aplausos). Despedimos esta conversación con el Comandante, líder de la Revolución Cubana, y sigue demostrando todos los días que es el líder no solamente de América Latina, sino de todo el mundo. Comandante, muchísimas gracias. Nos despedimos Mario Silva, Andrés Izarra, Walter Martínez y Vanessa Davies. Gracias a Telesur, gracias a la Televisión Cubana, gracias también a Venezolana de Televisión. Hasta una próxima oportunidad.
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