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Il traduttore si scusa per gli errori

Giron  50

 Eisenhower pisoteó el

derecho de viajar a Cuba (XIII)

 

 

4 febbraio 2011 - Gabriel Molina www.granma.cubaweb.cu

 

 

El presidente Dwigt D. Eisenhower, en su obsesión por ahogar a la Revolución Cubana, arrebató a los ciudadanos de Estados Unidos el derecho de viajar a Cuba, hace ahora 50 años.

La insólita prohibición del 17 de enero de 1961 —tres días antes de entregar la presidencia a John F. Kennedy—, pretendía cerrar al país esa fuente de ingresos, con vistas a rendirlo por hambre. (1)

El intento de lanzar el desembarco durante la campaña electoral de 1960 para que el vicepresidente Richard Nixon pudiese aprovechar electoralmente el aura que se produciría, fue pospuesto cuando comprendieron que necesitaban un plan de mayor envergadura. Se había confiado en que repetir el éxito obtenido en 1954 por la CIA con la operación contra el presidente Arbenz de Guatemala, sería suficiente para ganar los comicios contra el carismático Senador Kennedy.

Pero la victoria de Kennedy en noviembre del 60 hacía más urgente poner en marcha el plan operativo, antes de que Cuba continuase su rápido fortalecimiento militar. De ahí la medida de romper relaciones decretada por Eisenhower el 3 de enero de 1961, a menos de tres semanas de terminar su mandato.

En una reunión en el cuartel general en la cual estaban presentes Tracy Barnes, segundo de Richard Bissell, director de Operaciones clandestinas de la CIA y J.C. King, jefe de la División América Latina, se había aprobado que un agente infiltrado en los medios dirigentes militares en La Habana provocase un accidente en que muriese Raúl Castro, segundo jefe de la Revolución. La instrucción fue orientada, según el Comité Church, en un despacho del 21 de julio de 1960 al jefe de centro de la CIA en Cuba. (2)

El atentado a la libertad de locomoción se escondía bajo el pretexto de que no se podía brindar servicio de protección normal a los ciudadanos norteamericanos después del rompimiento de re¬laciones. Desde antes, una serie de medidas, secretas unas y públicas otras, habían llevado, prácticamente, a anular el turismo norteamericano hacia Cuba. Pero el gobierno temía las visitas de grupos que viajaban a la isla a pesar de la propaganda adversa. Estos grupos, integrados por elementos liberales y progresistas de Estados Unidos, al contrastar las realidades cubanas con lo que de ellas se decía en EEUU, manifestaban su rechazo a las campañas y hacían declaraciones de solidaridad con Cuba

Por otra parte, en Estados Unidos se anunciaba que la National Air Lines suspendía sus vuelos a Cuba.

Fidel mostraba la causa profunda de la medida: la Revolución constituye un ejemplo no sólo para los pueblos de América Latina, sino también para el pueblo de Estados Unidos.

Sobre la prohibición ese día el New York Times había publicado la carta de una ciudadana norteamericana, Alice Hussey Balassa, quien regresó a su país después de unas cortas vacaciones en Cuba. La misiva se refería a los signos del progreso material, entre los muchos beneficios que ha obtenido la población cubana: liquida los barrios de indigentes, reduce el analfabetismo, aumenta la fabricación de viviendas para los obreros y campesinos y construye escuelas y cooperativas campesinas.

Documentos oficiales desclasificados por el Archivo Nacional de Seguridad, revelaron que desde el 12 de diciembre de 1963, menos de un mes después del asesinato de John F. Kennedy, el aun Secretario de Justicia Robert Kennedy envió un comunicado al secretario de Estado, Dean Rusk, instando a que se retiraran las regulaciones a los viajes de ciudadanos de Estados Unidos a Cuba

Robert Kennedy calificó en esa oportunidad las limitaciones de viajar a la isla del Caribe como una violación de las libertades americanas.

En los documentos desclasificados por el Nacional Security Archives en junio 29 del 2005, encontrados en la librería del Congreso y en la del Presidente John F. Kennedy, el entonces secretario de Justicia Robert Kennedy, agregaba: es impracticable arrestar, acusar y comprometerse en persecuciones de mal gusto contra los ciudadanos que buscan viajar a Cuba.

La iniciativa era apoyada por McGeorge Bundy, consejero de seguridad Nacional, quien en otro memo las calificó también como inconsistentes con las tradicionales libertades americanas.

Sin embargo, al día siguiente, de esa exhortación, el 13 de diciembre, el Secretario de Estado adjunto, George Ball, desestimó cualquier relajación en las restricciones. El decreto fue mantenido por el presidente Johnson, alegando que le perjudicaría una decisión sobre Cuba en las elecciones de 1964. El sucesor de John F. Kennedy tras el criminal atentado, también desestimó gestiones ulteriores del Fiscal general para normalizar las relaciones.

En la reunión no estuvo presente ningún representante de Kennedy, a pesar de ser el autor de la propuesta. En lugar de aprobarla, Ball propuso advertir a las personas que pudieran estar considerando tal viaje, que al hacerlo sus pasaportes serían descalificados y podrían ser objeto de proceso criminal.

A pesar de que Robert continuó solicitándolo, el decreto fue mantenido por el presidente Johnson hasta que el presidente Carter lo dejó sin efecto durante su período al frente del gobierno, de 1976 a 1980. Pero las restricciones fueron reimpuestas por el presidente Ronald Reagan, quien sucedió en el cargo a Carter en enero de 1981. Al iniciar su segundo mandato, (1996-2000) Clinton permitió viajes amparados en licencias por motivos religiosos, académicos y otros. Después el presidente Bush hijo reforzó las prohibiciones, antes de las elecciones del 2004. La Administración Obama ha retrotraído las medidas en 2011 a la situación en que la puso Clinton con su política del segundo carril: expedir licencias para contactos pueblo a pueblo. Ellas ni rozan en esencia el bloqueo.

Desde la misma tarde del asesinato del Presidente, Robert Kennedy, su Secretario de Justicia, preguntó a John McCone, director de la Agencia en sustitución de Allan Dulles, si había sido la CIA la autora del crimen de su hermano. Robert sabía que quien la controlaba era Richard Helms, un profesional de la inteligencia designado Subdirector de la CIA y Director de Operaciones Especiales, que siempre miró con desprecio la actividad de Robert de supervisor de la agencia.

Los meses subsiguientes aún como Secretario de Justicia en el gobierno de Johnson, Robert Kennedy calladamente investigaba ya a los grupos de oficiales de la CIA y pandilleros cubanos, pues llegó a conocerlos tanto como para sospechar de ellos.

Cinco años más tarde, a punto de aspirar a la jefatura del Estado norteamericano frente a Richard Nixon, estaba aún más convencido que los intentos de culpar a Cuba del magnicidio eran parte del complot de aquellos.

Al declarar por primera vez desde el magnicidio que reabriría la investigación si ganaba la presidencia, durante un mitín electoral en que le hicieron la pregunta, Robert ponía en peligro el secreto tan bien guardado por la CIA.

Las conclusiones del Comité Especial del Congreso que investigó desde 1976 a 1978 el asesinato del Presidente de Estados Unidos, demandaron a la Secretaría de Justicia reiniciar la investigación. Pero la Agencia Central de Inteligencia se niega a abrir los files sobre el caso que escondió al Comité Selecto bipartidista presidido por el Representante a la Cámara Louis Stokes.

En la primavera del año2007 fue dado a conocer que miembros del grupo de oficiales CIA sospechoso de haber participado en el asesinato del Presidente, entre ellos Joannides, estaban presentes, más allá de sus funciones, en el hotel donde fue asesinado Robert, el candidato seguro a ganar la presidencia. Desde entonces, nuevas evidencias mostradas por investigadores aconsejan reabrirlo pero la CIA se remite al plazo de 50 años de los trágicos sucesos para que sea obligatorio desclasificar los expedientes.

Según el libro Brothers del investigador David Talbot, el diplomático y periodista William Attwood, partícipe en las negociaciones autorizadas por el Presidente días antes del asesinato y algunos íntimos de Robert Kennedy, han revelado que "Helms interceptó los teléfonos de Lisa Howard". (3 ) El Secretario de Justicia también sospechó que de ese modo el grupo de la CIA y de los mafiosos cubanos que con ellos trabajaban en los complots contra Fidel Castro se complotaron para ejecutar el magnicidio.

Como Robert era el brazo derecho de John y el continuador de sus ideas y sus acciones, "algunos demócratas de los círculos íntimos del Secretario de Justicia apodaban Raúl a Bobby" (4 ) bromeando sobre cierta semejanza en sus misiones con Fidel y Raúl.

 

(1) Departamento de Estado: Relaciones Exteriores de los Estados Unidos, 1958-1960. Tomo VI Cuba

(2 ) Church Committee Report. Alleged Assassinations Plots Involving Foreign Leaders. B-Cuba. pp 71

(3 ) David Talbot. Brothers. The hidden history of the Kennedy years. Simon & Shusters. 2007 pp 233

(4 ) Ibid. pp. 92