El
regreso a La Habana del Canciller Raúl Roa al terminar la
VII reunión de los ministros de Relaciones Exteriores de la
Organización de Estados Americanos (OEA), se caracterizó por
el intento concebido por la CIA para hacer desaparecer a
toda la delegación cubana, derribando al avión que los
traería de Costa Rica.
Un operativo tan cruel es difícil de
creer para cualquier persona decente. Pero como lo muestran
documentos desclasificados los años siguientes, y la
voladura del avión de Cubana en 1976, el objetivo era
consecuente con el progresivo desarrollo de criminales
planes contra los líderes y el pueblo cubanos. A las
decisiones anteriores de hacer rendir por hambre, mediante
maniobras económicas como cortar la cuota azucarera e
impedir cualquier clase de ayuda a Cuba, se añadieron los
sabotajes y atentados terroristas.
Tras una reunión en la que estaban
presentes Tracy Barnes, segundo de Richard Bissell, director
de Operaciones clandestinas de la Agencia Central de
Inteligencia y el coronel J.C. King, jefe de la División
Hemisferio Occidental, este último envió un mensaje el 21 de
julio de 1960 al jefe de centro de la CIA en Cuba, para
informar que "la posible eliminación de los tres principales
líderes cubanos está recibiendo seria consideración del
Estado mayor de la agencia...el oficial del caso debía dar
aprobación a un agente infiltrado en los medios dirigentes
militares en La Habana, quien había manifestado su
disposición a organizar un accidente que afectase al
Comandante Raul Castro... El siniestro estaría coordinado
con un incidente en la Base Naval de Guantánamo que
encendiese la llama de un conflicto armado entre ambos
países". (1)
Era el primer intento contra la vida de
los dirigentes cubanos auspiciado por la CIA que admitió el
informe del Comité Church. Pero el siguiente mes, agosto,
mientras en el frente diplomático se trataba de convencer a
los países de la región para que respaldasen a Estados
Unidos en sus planes contra Cuba, el subdirector de la CIA
Richard Bissell, encargó al coronel Sheffield Edwards,
director del Buró de la seguridad, contactar a la mafia
ítalo americana para "encontrar alguien con el fin de matar
a Castro. Edward sugirió contactar a miembros del sindicato
del juego en La Habana. El 16 de agosto de 1960 se entregó a
un oficial una caja de tabacos favoritos de Fidel Castro
acondicionados con botulina tóxica, tan potente, como para
que una persona muriese con solo colocarlo en su boca".
Casualmente, ese mismo día se ordenó por
el entonces presidente Eisenhower "el asesinato del Primer
Ministro de El Congo, Patrice Lumumba, a quien consideraba
el Castro de África antes que se convirtiera en otro Fidel
Castro" (2) .
Un grupo de agentes de la CIA reclutados
entre los enemigos cubanos de la Revolución, tuvo la misión
de participar en las provocaciones y hostigamientos que se
produjeron contra la delegación cubana en Costa Rica.
Otro complot fue el de estar presente
este grupo en la sesión final, para ocupar el puesto de la
delegación si esta se retiraba de la reunión cuando se
condenase a Cuba como calculaban. Se frustró porque los
agentes trataron de bajar del lugar del público y chocaron
con los amigos de la solidaridad costarricense. Las fuerzas
del orden, dirigidas por el aparato de seguridad de la OEA (léase
el FBI), trataron de detener a Virginia, una de las ticas y
Roa la tomó por el brazo y les dijo que tenían que
detenerlos juntos, lo que no se atrevieron a hacer.
La segunda parte de ese plan fue
revelada a Granma por Eduardo Delgado, único que queda vivo
de la delegación oficial de Cuba a la VII Reunión de
Cancilleres.
A Delgado, miembro de las Fuerzas
Armadas Revolucionarias, le fue asignada 24 horas antes del
viaje por el Comandante Ramiro Valdés Menéndez, junto a
otros cuatro compañeros (Ramón Vázquez, Rogelio Montenegro,
Segundo Pérez y Juan Nilo Otero), la tarea de apoyar y
proteger a la delegación cubana que asistiría a esas
reuniones de la OEA y fueron habilitados como miembros de
ella. Ya en San José, al final del cónclave, obtuvieron una
información de fuentes ticas más importante aun, sobre la
segunda parte del plan de la CIA en complicidad con Tachito
Somoza, el tirano de Nicaragua:
"Pretendían derribar el avión de cubana
en el cual regresaría la delegación, utilizando para ello 2
o 3 de los aviones que tenían enmascarados en las bases
donde se preparaba la invasión de Playa Girón, en Guatemala
y Nicaragua".
Vino la última prueba que debía pasar la
delegación: regresar sanos y salvos ante el peligro de que
fuera derribado el avión. Estaban involucrados varios
funcionarios costarricenses y esto fue informado por Roa al
presidente de ese país, Mario Echandi y de acuerdo con él,
se preparó una operación en la cual utilizamos un avión
civil costarricense (DC4 cuatrimotor) que partió
secretamente desde la punta de la pista en el mismo momento
que aterrizaba para recogernos el avión que había sido
enviado desde Cuba (un Super G Constellation) y que
posteriormente regresó vacío. Además, el Presidente designó
para que nos acompañara a un funcionario costarricense de
alto rango (que por cierto estaba vinculado con aquellos
planes), el Ministro de gobernación, quien hizo el viaje
literalmente aterrado, esperando a cada momento que
aparecieran los aviones asesinos y a quien hicimos blanco de
nuestras bromas, ya que cada quince o veinte minutos, nos
alternábamos para decir en voz alta: "Se está acercando un
avión por el ala izquierda".
"Todo al final por poco termina en
tragedia, porque debido a la falta de comunicación adecuada
(ya que para más seguridad) no habíamos podido informar los
datos de la nave aérea en que regresaríamos, cuando nos
acercamos al territorio cubano, los equipos de radio del
avión no se podían comunicar con las torres de control, lo
que finalmente se pudo hacer cuando ya estábamos sobre
Batabanó". (3)
Delgado realza en justos términos la
posición de los cancilleres de Perú y Venezuela: "Al final
de la reunión, frente al bochornoso espectáculo de la
condena a Cuba (implícita, porque no se menciona por su
nombre, se dice régimen totalitario, intromisión extra
continental, etc.), los cancilleres peruano (Raúl Porras
Barrenechea) y venezolano (Ignacio Luis Arcaya) presentaron
su renuncia en desacuerdo con la declaración, el primero
antes de la votación y el segundo, después de efectuada esta,
en protesta por aquel acuerdo que sus gobiernos refrendaban
y ellos consideraban injusto", testimonia Delgado.
Porras, personalidad académica y
diplomática, estaba gravemente enfermo de cáncer y murió dos
semanas después que regresara a Lima. Se sintió utilizado ya
que él firmó la solicitud de reunión por creer, como nos
dijo en San José en una intención mediadora. Se paró en la
sesión última y dijo que recibió instrucciones de su
Presidente de votar a favor y que por lo tanto renunciaba.
Allí mismo, "en desacuerdo con el espíritu y la letra de la
resolución que desconocía los derechos de Cuba a la
autodeterminación".
Arcaya, primo de Roa, era dirigente de
URD y tenía grandes diferencias con el presidente Rómulo
Betancourt, del partido Acción Democrática, no renunció en
San José debido al pacto político para formar la coalición
de gobierno con Betancourt. Renunció al regresar a Caracas,
donde lo esperó una multitud en el aeropuerto, se reunió con
la cúpula de su partido, que lo apoyó, y presentó la
renuncia a Betancourt.
También hay que destacar el
pronunciamiento del canciller Manuel Tello, de México —añade
Delgado— en contra de cualquier intervención y defendiendo
el derecho de Cuba a la autodeterminación. Tuvo una
participación muy negativa el canciller Laffer de Brasil. En
cambio, César Turbay Ayala, de Colombia, bastante positiva,
aunque nunca como los tres primeros. Al llegar a La Habana,
la delegación se dirigió directamente al antiguo Palacio
Presidencial, donde en una concentración hablaron Roa y
Fidel. Al día siguiente se aprobó la Declaración de La
Habana. Fue un regreso dramático, pero glorioso.
(1)Interim
Report. Alleged Assasinations Plots Involving Foreign
Leaders. pp 71 a 75.
(2)Tim
Weiner. Legado de Cenizas. La historia de la CIA. Randon
House Mondadori. Tercera Edición.2008, pp 165.
(3)Declaraciones
al autor.
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