Gli USA hanno affrettato una mossa (sporca) di doppio play: l’illegale estradizione di Alex Saab
José Llamos Camejo www.granma.cu
Incapaci di fare l’out in modo limpido, e impotenti perché la “partita” contro il Venezuela gli sta sfuggendo di controllo, nonostante le continue manovre per impedirlo, gli USA hanno affrettato una “mossa (sporca) di doppio play”: l’illegale estradizione di Alex Saab.
Il complotto è iniziato a Capo Verde, il 12 giugno 2020, quando l’inviato del Governo venezuelano è stato sequestrato in quel paese, durante una pausa del volo su cui viaggiava in missione di lavoro.
E’ stato un affronto al Diritto Internazionale e alla condizione umana. I nemici del Venezuela hanno violato le regole del gioco, in termini etici, morali e legali, per volontà USA. Istinto fascista trumpista; grossolana gringata contro un progetto di paese che amareggia il palato all’oligarchia.
La rivoluzione bolivariana, come la sua predecessora cubana, perfettibile in quanto imperfetta, è una pietra nella scarpa neoliberale. E come la nostra, a prescindere dai suoi dilemmi, alla ricerca della vera giustizia, si mostra percorribile, diversa dal vicolo cieco con la maschera di futuro, che le élite proclamano per le grandi maggioranze, mentre dalla superiorità dei loro privilegi le guardano con disprezzo.
Nel tentativo di porre fine al progetto chavista, Donald Trump ha messo mano al noto Memorandum Mallory, più di 60 anni, pensato e applicato senza interruzione né pietà contro Cuba.
Portato nell’attuale contesto venezuelano, questo documento svela la trama contro il processo bolivariano: «… l’unico modo prevedibile di ridurre il sostegno interno è attraverso il disincanto e l’insoddisfazione derivanti dal malessere economico e dalle difficoltà materiali, […] che causano fame, disperazione e il rovesciamento del Governo.
Il disturbato Donald sognava un ingresso Zero di alimenti, provviste e medicinali in Venezuela. Ma a causa di Alex Saab non ha ottenuto quella “mossa perfetta”.
Contrapporsi all’effetto devastante del blocco era proprio la missione del diplomatico venezuelano. Trump ne ha ordinato il sequestro, ma se ne è andato con il desiderio di ottenere la sua estradizione negli USA e distruggere l’insubordinato Venezuela.
Un Joe Biden meno fanfarone del suo predecessore, ma altrettanto cinico, ha forzato il trasferimento di Saab in quel paese, dopo 491 giorni di reclusione in condizioni subumane, a prescindere dall’innocenza decretata dalla Corte Congiunta della Comunità Economica degli Stati dell’Africa Occidentale e del Comitato dei Diritti Umani dell’ONU.
Alle porte della giornata elettorale di novembre, e alla vigilia del quarto round di dialogo tra il governo costituzionale e la destra venezuelana, si è consumata l’estradizione di Alex Saab, uno dei rappresentanti della delegazione governativa nei colloqui.
Interrompere i negoziati in corso e far fallire le elezioni sembrano essere gli attuali motivi di un sequestratore-giocatore incapace di lottare limpidamente sul terreno politico. Perfido nei suoi propositi e abile nel barare, questa non è né la prima né l’ultima mossa sporca degli USA contro il Venezuela.
Venezuela frente al juego sucio de Estados Unidos (I)
Estados Unidos precipitó una «jugada (sucia) de doble play: la ilegal extradición de Alex Saab
Autor: José Llamos Camejo
Incapaz de hacer el out con limpieza, e impotente porque el «juego» contra Venezuela se le va de control, pese a las continuas maniobras para impedirlo, Estados Unidos precipitó una «jugada (sucia) de doble play: la ilegal extradición de Alex Saab.
En Cabo Verde empezó el complot el 12 de junio de 2020, cuando secuestraron en ese país al enviado del Gobierno venezolano, durante un paréntesis del vuelo en el que viajaba en misión de trabajo.
Fue una afrenta al Derecho Internacional y a la condición humana. Los enemigos de Venezuela violaron las reglas del juego, en términos ético, moral y jurídico, por voluntad estadounidense. Fascista instinto trumpista; burda gringada contra un proyecto de país que le amarga el paladar a la oligarquía.
La revolución bolivariana, como su antecesora cubana, perfectible en tanto imperfecta, es una piedra en el zapato neoliberal. Y al igual que la nuestra, al margen de sus dilemas, en busca de la verdadera justicia, se muestra viable, distinta al callejón sin salida con antifaz de futuro, que las élites pregonan para las grandes mayorías, mientras desde el alcor de sus privilegios las miran con menosprecio.
En el empeño de ponerle fin al proyecto chavista, Donald Trump le echó manos al conocido Memorándum Mallory, de más de 60 años, pensado y aplicado sin interrupción ni piedad contra Cuba.
Traído al contexto venezolano actual, ese documento desnuda la trama contra el proceso bolivariano: «… el único modo previsible de restarle apoyo interno es mediante el desencanto y la insatisfacción que surjan del malestar económico y las dificultades materiales, […] provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del Gobierno».
El perturbado Donald soñó un Cero entrada de alimentos, insumos y medicinas a Venezuela. Mas, por culpa de Alex Saab no le salía esa «jugada perfecta».
Contrarrestar el efecto devastador del bloqueo era, precisamente, la misión del diplomático venezolano. Trump ordenó secuestrarlo, pero se fue con las ganas de conseguir su extradición a EE. UU., y de destruir a la Venezuela insumisa.
Un Joe Biden menos fanfarrón que su antecesor, pero igual de cínico, forzó el traslado de Saab a ese país, tras 491 días de encierro en condiciones infrahumanas, sin importar la inocencia dictaminada por el Tribunal Conjunto de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental, y del Comité de Derechos Humanos de la ONU.
A las puertas de la jornada electoral de noviembre, y en el umbral de la cuarta ronda del diálogo entre el gobierno constitucional y la derecha venezolana, se consumó la extradición de Alex Saab, uno de los representantes de la comitiva gubernamental en las pláticas.
Interrumpir las negociaciones en curso y frustrar los comicios parecen ser los motivos actuales de un secuestrador-jugador incapaz de contender con limpieza en el terreno político. Pérfido en sus propósitos y hábil para las trampas, no es esta ni la primera ni la última jugada sucia de Estados Unidos contra Venezuela.