Iroel Sánchez https://lapupilainsomne.wordpress.com
A volte sono notizia, a volte niente. Alcuni muoiono, altri -quasi sempre bambini, quasi sempre contadini, quasi sempre poveri – subiscono amputazioni degli arti inferiori e soffrono nello scenario di quelle che furono zone di guerra, saltando su su’unica gamba, perché molte volte neppure hanno stampelle, protesi o sedie a rotelle.
È un’immagine molto comune nei paesi che sono stati coinvolti in lunghi conflitti militari quella delle vittime delle mine antipersona che continuano a esplodere anni e decenni dopo la fine della guerra. In Colombia, ancora in guerra, dal 1990 11000 persone sono state uccise inciampando su di esse e si stima che nei terreni di 668 comuni dei 1100 che ha quel paese si occultano questi dispositivi pronti ad esplodere.
Le Forze Armate Rivoluzionarie della Colombia ed il governo di quel paese che negoziano, a l’Avana, in cerca della pace hanno concordato un piano pilota di sminamento in due dipartimenti: Antioquia e Meta. Il processo ha sei fasi: la scelta del sito, riconoscimento tecnico con le comunità, disattivazione delle mine congiuntamente, processo di verifica e la consegna alla comunità delle aree liberate.
Per far ciò si supporrebbe, in quei luoghi, un cessate il fuoco bilaterale. Qualcosa che la guerriglia ha sempre proposto da quando s’iniziarono i colloqui e a cui il governo si è opposto, sotto la pressione dei militari e della forze ultraconservatrici guidate dall’ex presidente Alvaro Uribe.
“Perché si moltiplichi il piano pilota di sminamento umanitario bisogna giungere ad un cessate il fuoco bilaterale, al fine di alleviare la situazione delle comunità. Ma mentre non si patteggia un cessate il fuoco bilaterale definitivo è difficile pensare ad una bonifica completa dei territori dove vi sono esplosivi nel paese”, ha detto da l’Avana il Comandante guerrigliero Luis Eliecer Rueda.
Ancora non si raggiunge un cessate il fuoco ma a coloro che vi si oppongono sarà più difficile il lavoro dopo questo passo in cui i guerriglieri e militari lavoreranno uniti, vestiti da civili e disarmati perché la guerra non continui a mietere vittime dopo che i fucili tacciono.
Colombia: Parar la guerra después de la guerra
Iroel Sánchez
A veces son noticia, a veces nada más. Unos mueren, otros -casi siempre niños, casi siempre campesinos, casi siempre pobres- sufren amputaciones de una de sus extremidades inferiores y duelen en el paisaje de lo que fueron zonas de guerra, saltando con su única pierna, porque muchas veces ni para muletas, prótesis o sillas de ruedas tienen.
Es una imagen muy común en países que estuvieron envueltos en largos conflictos militares la de las víctimas de las minas antipersonales que siguen estallando años y décadas después de finalizada una guerra. En Colombia, aún en guerra, desde 1990 11.000 personas han resultado muertas al tropezar con ellas y se calcula que en los suelos de 668 municipios de los 1100 que tiene ese país se ocultan esos artefactos listos para explotar.
Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y el gobierno de ese país que negocian en La Habana en búsqueda de la paz han acordado un plan piloto de desminado en dos departamentos: Antioquía y Meta. El proceso tiene seis etapas: selección de sitios, reconocimiento técnico con las comunidades, desactivación de las minas de manera conjunta, proceso de verificación y la entrega a la comunidad de las áreas despejadas.
De ser así, supondría en esos lugares un cese bilateral de fuego. Algo en lo que la guerrilla ha venido insistiendo desde que se iniciaron las conversaciones y a lo que el gobierno se ha opuesto, presionado por los militares y las fuerzas ultraconservadoras que lidera el ex presidente Álvaro Uribe.
“Para que se multiplique el piloto de desminado humanitario hay que llegar a un cese bilateral al fuego en aras de aliviar la situación de las comunidades. Pero mientras no se pacte un cese bilateral del fuego definitivo es difícil que pensemos en una descontaminación total de los territorios que hay con explosivos en el país”, señaló desde La Habana el Comandante guerrillero Luis Eliecer Rueda.
Aún no se alcanza un cese al fuego pero a quienes se oponen a él les será más difícil su labor después de este paso en el que guerrilleros y militares trabajarán juntos, vestidos de civil y desarmados, para que la guerra no siga cobrando víctimas después de que los fusiles hayan callado.