Cuba è inclusa nella lista dei paesi che sponsorizzano il terrorismo preparata, ogni anno, dal governo USA. Le argomentazioni sono ridicole perché non esiste una sola prova che l’isola costituisca una minaccia per qualcuno nel mondo.
Ma lì sta, regalo avvelenato del governo di Donald Trump prima di lasciare la Casa Bianca, che Joseph Biden ha mantenuto fino ad oggi. Implica seri ostacoli al commercio e all’accesso ai finanziamenti, oltre a inasprire il già soffocante regime di sanzioni che Washington impone ai cubani. Tuttavia, i fatti sono ostinati e il paese che etichetta come terrorista il suo vicino ha un grave problema al suo interno: il terrorismo endogeno.
Momento en que el terrorista llega frente a @EmbaCubaEEUU, prende los cócteles molotov y los lanza contra la fachada de la misión.
El material fue entregado a las autoridades de EEUU.
Video original de cámara de la misión diplomática cubana en Washington.#NoAlTerrorismo pic.twitter.com/Dgq4peVqSm
— Bruno Rodríguez P (@BrunoRguezP) September 26, 2023
Domenica scorsa, alle 19:52, le telecamere di sicurezza dell’ambasciata cubana a Washington hanno catturato un uomo vestito di nero che si è fermato sul marciapiede mentre passavano diversi passanti. Ha dato fuoco a due bottiglie molotov e le ha gettate oltre la recinzione di sicurezza della missione diplomatica. Le bombe molotov hanno colpito la finestra dell’edificio. Fortunatamente non ci sono stati feriti. Non è la prima volta che si verifica un atto del genere.
Nella prima mattinata, del 30 aprile 2020, Alexander Alazo, nato a Cuba e residente in Texas, ha scaricato il suo AK-47 contro la stessa ambasciata, che era occupata al momento dell’attacco. Il rapporto della polizia riporta 32 impatti da arma da fuoco “con l’intento di uccidere” e danni sia all’esterno che all’interno dell’edificio, senza vittime umane. L’agenzia Associated Press ha riportato dichiarazioni delle autorità che hanno classificato l’incidente come un “crimine d’odio”.
L’autore di questi fatti non è stato ancora processato. Non si tratta di atti isolati, ma di un modello che va avanti da decenni e che è stato diretto contro le strutture diplomatiche cubane negli USA a causa della facilità di accesso alle armi a prezzi molto bassi, dell’escalation dell’incitamento all’odio nella sfera pubblica statunitense e l’impunità.
Se il lettore non vuole perdersi con troppe informazioni o crede che i resoconti degli investigatori cubani possano essere parziali, si dedichi qualche minuto alla ricerca sul New York Times, utilizzando il motore di ricerca online. Scoprirà che è costato vite umane, come quella del diplomatico Félix García Rodríguez, mitragliato sulla 55esima Strada di Manhattan, l’11 settembre 1980.
Ha ferito gravemente cittadini USA, come Louis Donofino e Gerald McLernon, agenti di polizia che sorvegliavano la missione cubana presso le Nazioni Unite (ONU) il 27 ottobre 1979, quando una bomba esplose, distorcendo l’entrata metallica della sede diplomatica e ha fracassato le finestre degli edifici più vicini.
Solo negli anni ’70, le ricerche nel giornale restituiscono 49 voci che descrivono azioni paramilitari, tentativi di sequestro, sparatorie e bombe a Washington, New York e Miami contro uffici diplomatici cubani e altre installazioni che offrivano servizi di viaggio per l’isola.
L’omicidio di Félix García e la maggior parte degli attentati di quegli anni furono rivendicati attraverso telefonate alla redazione del Times da parte del gruppo terroristico Omega 7. Questo comando rivendicò anche l’omicidio del giovane cubano Carlos Muñiz Varela, ucciso a colpi di arma da fuoco in piena strada a San Juan, Porto Rico, il 30 aprile 1979.
Se vi sembra una storia del passato, troverà un altro dato sul New York Times. Tra i collaboratori di Omega 7 spicca un nome: Ramón Saúl Sánchez. Secondo il giornale, “il signor Sánchez, sotto mandato di comparizione, si rifiutò di testimoniare davanti al gran giurì contro uno dei più feroci gruppi paramilitari anticastristi, Omega 7”, che cospirò per commettere un attentato contro Fidel Castro a New York, mentre partecipava all’Assemblea Generale delle Nazioni Unite nel 1982.
I suoi stretti vincoli con l’organizzazione terroristica furono dimostrati in tribunale. Scontò quattro anni e mezzo in una prigione dell’Indiana (The New York Times, 19/4/2000).
Ramón Saúl Sánchez è tornato a New York, ospite d’onore delle azioni organizzate contro il presidente Miguel Díaz-Canel davanti alla missione cubana presso l’ONU, lo scorso 21 settembre. Forse la frustrazione per le opache proteste a New York ha portato a un paio di bottiglie molotov a Washington. Ciò su cui non c’è dubbio è che Cuba, vittima dei vecchi e nuovi terroristi usciti dai forni di Omega 7, non è il paese che dovrebbe figurare in quella lista.
Terrorismo en casa
Rosa Miriam Elizalde
Cuba está incluida en la lista de países patrocinadores del terrorismo que elabora cada año el gobierno de Estados Unidos. Los argumentos son ridículos porque no existe una sola evidencia de que la isla sea una amenaza para nadie en el mundo.
Pero ahí está, regalo envenenado del gobierno de Donald Trump antes de dejar la Casa Blanca, que Joseph Biden ha mantenido hasta hoy. Implica graves obstáculos para el comercio y el acceso a finanzas, además de endurecer el ya asfixiante régimen de sanciones que Washington impone a los cubanos. Sin embargo, los hechos son testarudos y el país que pone la etiqueta de terrorista al vecino tiene un grave problema en casa: el terrorismo endógeno.
El pasado domingo, a las 19:52 horas, las cámaras de seguridad de la embajada de Cuba en Washington captaron a un hombre vestido de negro que se detuvo en la acera mientras pasaban varios transeúntes. Prendió fuego a dos botellas con combustible y las lanzó por encima de la verja de seguridad de la misión diplomática. Los cocteles Molotov impactaron contra la ventana del edificio. Afortunadamente, no hubo heridos. No es la primera vez que ocurre un acto semejante.
En la madrugada del 30 de abril de 2020, Alexander Alazo, nacido en Cuba y residente en Texas, descargó su AK-47 contra esa misma embajada, que estaba ocupada en el momento del ataque. El reporte de la policía dio cuenta de 32 impactos de bala “con intención de matar” y daños tanto en el exterior como en el interior del edificio, sin víctimas humanas. La agencia Associated Press reportó declaraciones de las autoridades que catalogaron el incidente como “delito de odio”.
El autor de estos hechos aún no ha sido juzgado. No son actos aislados, sino un patrón que lleva décadas ejecutándose y que ha estado dirigido contra las instalaciones diplomáticas cubanas en Estados Unidos por la facilidad de acceso a armas a muy bajo precio, el escalamiento del discurso de odio en la esfera pública estadunidense y la impunidad.
Si el lector no desea extraviarse con demasiada información o cree que los recuentos de investigadores cubanos pueden estar parcializados, dedíquele unos minutos a rastrear el New York Times, auxiliándose del buscador en línea. Encontrará que ha costado vidas, como la del diplomático Félix García Rodríguez, ametrallado en la calle 55 de Manhattan, el 11 de septiembre de 1980.
Ha herido gravemente a ciudadanos estadunidenses, como Louis Donofino y Gerald McLernon, policías que custodiaban la misión de Cuba ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) el 27 de octubre de 1979, cuando estalló una bomba que retorció la entrada de metal de la sede diplomática y destrozó las ventanas de los edificios más próximos.
Sólo en la década de 1970, las búsquedas en el diario devuelven 49 entradas que reseñan acciones paramilitares, intentos de secuestro, tiroteos y bombas en Washington, Nueva York y Miami contra las oficinas diplomáticas cubanas y otras instalaciones que ofrecían servicios de viaje a la isla.
El asesinato de Félix García y la mayoría de los atentados de esos años fueron reconocidos a través de llamadas telefónicas a la propia redacción del Times por el grupo terrorista Omega 7. Este comando se adjudicó también el asesinato del joven cubano Carlos Muñiz Varela, baleado en plena calle de San Juan, Puerto Rico, el 30 de abril de 1979.
Si le parece una historia del pasado, encontrará otro dato en The New York Times. Un nombre destaca entre los colaboradores de Omega 7: Ramón Saúl Sánchez. Según el periódico, “el señor Sánchez, bajo citación, se negó a testificar ante un gran jurado contra uno de los grupos paramilitares anticastristas más feroces, Omega 7”, que conspiró para cometer atentando contra Fidel Castro en Nueva York, mientras asistía a la Asamblea General de Naciones Unidas en 1982.
Sus estrechos vínculos con la organización terrorista fueron probados en corte. Cumplió cuatro años y medio en una prisión de Indiana (The New York Times, 19/4/2000).
Ramón Saúl Sánchez regresó a Nueva York, invitado de honor a las acciones que se organizaron contra el presidente Miguel Díaz-Canel frente a la misión de Cuba ante la ONU, el pasado 21 de septiembre. Quizás la frustración por las deslucidas protestas en Nueva York derivó en un par de cocteles Molotov en Washington. De lo que no hay duda es que Cuba, víctima de los viejos y los nuevos terroristas salidos de los hornos de Omega 7, no es el país que debe estar en esa lista.