Ali Rodriguez Araque * http://www.granma.cu
Lunedì 27 febbraio 1989, come ogni altro inizio di settimana, la città di Caracas albeggiava rilassata, dopo due giorni di riposo che, per alcuni, comprendeva anche la metà del venerdì. Nessun segnale annunciava tempesta, di alcuna natura. Ma appena si seppe che nella vicina città di Guarenas si era prodotta una protesta di massa contro l’aumento della tariffa del trasporto, una furiosa fiammata accese quello che sarebbe un evento che lasciò un segno, di dimensione storica, all’interno dei grandi scontri sociali del Venezuela.
Era poco più di un mese da quando Carlos Andrés Pérez aveva assunto la Presidenza della Repubblica nel bel mezzo di una celebrazione che aveva raggiunto le dimensioni di una sorta di incoronazione reale. Tra l’entusiasmo con cui si era presentata l’ancora fresca celebrazione, il ministro dell’Economia, appena nominato, Miguel Rodríguez, aveva annunciato il “Pacchetto di Misure Economiche”, con cui debuttava quel governo sotto i dettami delle politiche neoliberiste del FMI e della Banca Mondiale.
Ma senza che si possa attribuire rapporto diretto tra quella protesta locale, per il pagamento delle tariffe di trasporto, con l’annuncio di queste misure, la mobilitazione acquisì una velocità e una dimensione tale che la trasformarono in una vera e propria rivolta la cui estensione coprì l’intera capitale ed altre città del centro del paese, prendendo completamente impreparate le autorità. Impotente ad imporre l’ordine attraverso i consueti mezzi polizieschi, Carlos Andres Perez gettò l’esercito nelle strade come forza repressiva. I giorni 27, 28 e successivi di quella tragica settimana, registrarono un vero e proprio massacro con migliaia di morti e di feriti, molti dei quali innocenti, nelle loro umili case, oltre ad un numero imprecisato di dispersi. Molti dei morti furono gettati in fosse comuni, i cui famigliari vissero una vera e propria via crucis per identificarli.
Si esprimevano, in questo modo, due forze che, dagli stessi anni dell’ indipendenza nazionale, son venute affrontandosi in Venezuela: da un lato, le oligarchie alle quali sempre ha dato luogo la concentrazione del potere economico e politico, questa volta in sfacciata unione con il capitale petrolifero USA; e dall’altra parte, le forze popolari, frustrate, ripetutamente, dagli stessi giorni in cui la morte di Bolivar e la sconfitta dei suoi seguaci, le lasciarono virtualmente orfane.
Orfane sì, ma non rassegnate.
Verrà dopo un altro febbraio. Un 4 febbraio. Un giorno che ha acquisito rango storico. Data di una vasta rivolta di giovani ufficiali delle forze armate. Questa volta rivelando al Venezuela, al continente ed al mondo, che quella speranza astratta aveva ragione di essere, incarnata in un vero leader popolare, il Comandante Hugo Chavez.
Con lui, si apre un periodo di trasformazioni che rianima la speranza e l’azione dei popoli di tutta Nostra America.
Ma, come è ben noto, le lotte e le conquiste dei popoli hanno il prezzo di molti sacrifici. Non una delle conquiste è stata raggiunta senza resistenza e senza una lotta decisa. E non appena raggiunta una conquista, viene la reazione degli scalzati per rioccupare i privilegi che considerano diritti secolari. Così sono le oligarchie, tanto le nazionali come quelle dei grandi centri imperiali. Possono stupire allora, le cospirazioni e le campagne che oggi si dispiegano dentro e fuori del Venezuela contro la Rivoluzione Bolivariana e contro il Presidente Nicolas Maduro? Non hanno niente di nuovo. I loro promotori sono gli stessi che si appellarono ai golpe e al sabotaggio petrolifero contro il Comandante Hugo Chavez. Sempre sono stati sconfitti. Ostinati come sono, non cesseranno nelle loro intenzioni e nelle loro azioni. Ma la Rivoluzione Bolivariana neppure dorme sugli allori; prosegue il corso tracciato da chi rappresenta il più grande simbolo della libertà, dell’indipendenza, della morale e dignità del nostro popolo, Simón Bolívar, il Liberatore. E’ lo stesso percorso che seguì il nostro più grande bolivariano Hugo Chavez.
Oggi, la leadership bolivariana guidata dal Presidente Nicolas Maduro, combatte una nuova battaglia contro le congiure della destra interna con l’aperto auspicio dell’impero USA. Cercano sedurre con il denaro i settori della forza armata, oltre ad un forte sostegno finanziario che forniscono all’opposizione reazionaria. Ma hanno fallito. Popolo e governo sono riusciti a sbaragliare i piani imperialisti e la reazione interna.
Tale confronto sta caratterizzando la dinamica politica del Venezuela in questi giorni. Ma, nonostante questo, la nazione continua la sua marcia nella stessa direzione, con gli stessi valori e principi che hanno guidato i nostri eroici patrioti sotto il comando de El Libertador Simon Bolivar.
Sono questi gli stessi valori e sogni che oggi sono vivi e palpitanti in tutto l’essere del nostro popolo.
* Ambasciatore della Repubblica Bolivariana del Venezuela a Cuba
El Caracazo
Alí Rodríguez Araque*
El lunes 27 de febrero de 1989, como cualquier otro comienzo de semana, la ciudad de Caracas amanecía distendida, después de dos días de descanso que, para algunos, comprendía también la mitad del viernes. Ninguna señal anunciaba tempestad de naturaleza alguna. Pero, apenas se supo que en la vecina población de Guarenas se había producido una masiva protesta por el aumento en la tarifa de transporte, una furiosa llamarada encendió lo que sería un evento que dejó una huella de la dimensión histórica dentro de las grandes confrontaciones sociales de Venezuela.
Hacía apenas poco más de un mes que Carlos Andrés Pérez había asumido la Presidencia de la República en medio de una celebración que había alcanzado las dimensiones de una suerte de coronación real. En medio del entusiasmo con que se presentaba la aún fresca celebración, el recién designado ministro de Economía, Miguel Rodríguez, había anunciado el “Paquete de Medidas Económicas” con que se estrenaría ese gobierno bajo los dictados de las políticas neoliberales del FMI y del Banco Mundial.
Pero, sin que se pueda atribuir relación directa entre aquella protesta local por el pago de las tarifas de transporte con el anuncio de estas medidas, la movilización adquirió una velocidad y una dimensión tales, que la transformaron en un verdadero levantamiento cuya extensión cubrió toda la capital y otras ciudades del centro del país, tomando completamente desprevenidas a las autoridades. Impotente para imponer el orden por los medios policiales acostumbrados, Carlos Andrés Pérez lanzó el ejército a las calles como fuerza represiva. Los días 27, 28 y siguientes de esa trágica semana, registraron una verdadera matanza con miles de muertos y heridos, muchos de ellos inocentes, en sus humildes viviendas, además de un número no determinado de desaparecidos. Muchos de los muertos fueron arrojados en fosas comunes, cuyos familiares vivieron un verdadero vía crucis para identificarlos.
Se expresaban de esta manera dos fuerzas que, desde los mismos años de la independencia nacional, han venido enfrentándose en Venezuela: de un lado, las oligarquías a las cuales siempre ha dado lugar la concentración del poder económico y político, esta vez en unión descarada con el capital petrolero norteamericano; y del otro lado, las fuerzas populares, frustradas una y otra vez desde los mismos días en que la muerte de Bolívar y la derrota de sus seguidores, las dejara virtualmente huérfanas.
Huérfanas, sí, pero no resignadas.
Vendría después otro febrero. Un 4 de febrero. Un día que adquirió rango histórico. Fecha de un vasto levantamiento de jóvenes oficiales de la fuerza armada. Esta vez revelando ante Venezuela, ante el continente y ante el mundo, que aquella esperanza abstracta tenía razón de ser, encarnada en un verdadero líder popular, el Comandante Hugo Chávez.
Con él, se abre un periodo de transformaciones que reaniman la esperanza y la acción de los pueblos de toda Nuestra América.
Pero, como bien se sabe, las luchas y conquistas de los pueblos tienen el precio de muchos sacrificios. Ni una sola de las conquistas se ha podido lograr sin resistencia y sin una lucha decidida. Y tan pronto logran una conquista, viene la reacción de los desplazados para reocupar los privilegios que consideran derechos seculares. Así son las oligarquías, tanto las nacionales como las de los grandes centros imperiales. ¿Pueden extrañar entonces, las conspiraciones y campañas que hoy se despliegan dentro y fuera de Venezuela contra la Revolución Bolivariana y contra el Presidente Nicolás Maduro? Nada nuevo tienen. Sus promotores son los mismos que apelaron a golpes de Estado y sabotaje petrolero contra el Comandante Hugo Chávez. Una y otra vez han sido derrotados. Contumaces como son, no cesarán en sus intenciones y en sus acciones. Pero, la Revolución Bolivariana tampoco está dormida en sus laureles; prosigue el rumbo trazado por quien representa el más grande símbolo de la libertad, de la independencia, la moral y la dignidad de nuestros pueblos, Simón Bolívar, El Libertador. Es el mismo rumbo que siguió nuestro más grande bolivariano, Hugo Chávez.
Hoy, el liderazgo bolivariano encabezado por el Presidente Nicolás Maduro, libra una nueva batalla contra las conspiraciones de la derecha interna con el auspicio abierto del imperio norteamericano. Buscan seducir con dinero a sectores de la fuerza armada, además del fuerte apoyo financiero que prestan a la oposición reaccionaria. Pero han fracasado. Pueblo y gobierno han logrado desbaratar los planes imperialistas y de la reacción interna.
Esa confrontación está caracterizando la dinámica política de Venezuela en estos días. Pero, pese a ello, la nación sigue su marcha por el mismo rumbo, con los mismos valores y principios que guiaron a nuestros heroicos patriotas bajo el mando de El Libertador Simón Bolívar.
Son estos, los mismos valores y sueños que hoy están vivos y palpitantes en todo el ser de nuestro pueblo.
*Embajador de la República Bolivariana de Venezuela en Cuba