Señor Presidente:
Cuba agradece la presentación realizada por las
señoras Marta Santos Pais y Najat Maalla M'jid.
Sus informes abordan cuestiones de mucha
importancia y preocupación.
Como resultado, en primer lugar, del injusto
orden económico internacional y la grave crisis
económica y financiera que azota al mundo,
decenas de millones de niños sufren por el
aumento del hambre, la pobreza, la desigualdad y
la exclusión social. Millones de niños trabajan
en sectores como la minería y la agricultura,
mientras que muchos otros son víctimas del
tráfico de órganos, la pornografía y la
prostitución infantil, la violencia, la
explotación sexual, entre otros fenómenos.
Los países desarrollados, y particularmente la
principal potencia económica mundial,
constituyen el mayor mercado de explotación
sexual, pornografía y prostitución de niños,
niñas y adolescentes.
Según estimados de UNICEF, cada año 1,2 millones
de niños y niñas son víctimas de trata, la
mayoría de ellos empleados como mano de obra
barata o en la explotación sexual. De este
criminal negocio se benefician perversos
comerciantes radicados en todas las regiones del
mundo.
Señor Presidente:
La prevención y los programas de acción
nacionales son muy importantes en el tratamiento
a estos temas. La violencia no es una
consecuencia inevitable de la condición humana.
Los gobiernos deben y pueden hacer más para
enfrentar todas las formas de violencia. Existe
la capacidad para prevenir la violencia y para
reducir sus consecuencias.
Los esfuerzos por prevenir y responder todas las
formas de violencia contra los niños y niñas
deben ser multisectoriales y deben ser ajustados
según el tipo de violencia, el entorno y los
autores. Cualquiera que sea la medida adoptada,
el interés superior del niño debe ser siempre la
consideración prioritaria.
Los Estados deben invertir en políticas y
formulación de políticas, de prestación de
servicios e institucionales.
Resulta también esencial crear un entorno
internacional justo y equitativo que contribuya
al éxito de los esfuerzos nacionales, que se ven
limitados por la extendida pobreza y exclusión
social de una parte importante de la población
de los países en desarrollo como resultado
esencial de las desigualdades internacionales.
Señor Presidente:
Desde el triunfo revolucionario en nuestro país
ha primado la doctrina de que “nada es más
importante que un niño”. Cuba tiene un amplio y
digno historial en la promoción y protección de
los derechos del niño.
Hemos logrado avances sustantivos, resultado de
programas y planes nacionales para crear las
mejores condiciones para nuestros niños y niñas.
De ahí, por ejemplo nuestro bajísimo índice de
mortalidad infantil y el acceso a la educación
de todos nuestros niños.
La Constitución, nuestras leyes y otras medidas
adoptadas desde 1959 protegen a la mujer y los
infantes, como sectores de la población que
requieren atención especial. Sobre esta base,
nuestro Código Penal incluye delitos contra el
normal desarrollo de las relaciones sexuales y
las acciones contra la familia, la infancia y la
juventud y prevé una severa penalización a
quienes atenten contra niñas y niños.
La mayor forma de violencia contra los niños y
las niñas es negarle el derecho a la vida, a un
futuro seguro, es negarle salud, educación,
alimentos y formas sanas de recreación. A pesar
de las negativas consecuencias del bloqueo
impuesto por Estados Unidos a nuestro país, Cuba
no ha desprotegido jamás a sus niñas y niños.
Señor Presidente:
Mientras no se apliquen políticas donde
prevalezca la cooperación internacional y la
solidaridad internacional, mientras unos pocos
se enriquezcan y otros tantos millones sufran la
pobreza, la infancia y el futuro de la humanidad
están en peligro.
Finalmente, deseamos conocer las opiniones de
las señoras Santos Pais y Maalla M'jid sobre las
medidas de cooperación internacional que son
necesarias adoptar para combatir y reducir las
consecuencias de los flagelos objeto de sus
respectivos mandatos.
Muchas gracias.