G.Castro Herrera https://lapupilainsomne.wordpress.com
A seguito dei recenti sviluppi politici in America Latina e la lettura mediatica che di essi si fa, torno a questo articolo che Guillermo Castro Herrera ci ha inviato a La pupila insomne poco più di un anno fa.
Sulla geometria politica del nostro tempo
Guillermo Castro Herrera
Un amaro scherzo, come sogliono esserlo quelli della politica in questi tempi, racconta che i socialdemocratici si presentano come di sinistra, s’immaginano come di centro, ed al governo applicano politiche di destra.
La battuta può essere il prodotto dell’esagerazione -in ciò, tra le altre cose, consiste il divertente- ma ha un chiaro collegamento con ciò che sono diventati i partiti che si fanno chiamare socialdemocratici in stati nazionali come la Gran Bretagna, la Francia e la Spagna.
Questo divenire, a sua volta, deriva dalla geometria politica (così la chiamava il Generale Omar Torrijos), istituita a partire dalla Rivoluzione Francese ad oggi, su scala Nord Atlantico prima -quando coloro che in tal modo la esercitavano erano solo una manciata di potenze coloniali- e dell’intero sistema internazionale, dopo la II Guerra Mondiale.
In questa geometria, sinistra, centro e destra costituiscono opzioni di politica e manovra all’interno di qualsiasi regime statale istituito dentro il moderno sistema mondiale.
Nessuna di queste parti costituisce, davvero, una scelta per quanto riguarda il regime che si struttura intorno a loro -e attraverso questa struttura elabora le sue contraddizioni interne- anche se in alcune delle sue forme estreme può sembrarlo, o contribuire con le sue azioni alla trasformazione di detto regime in un altro.
Questo modo di concepire ed esercitare la politica è una delle grandi conquiste del liberalismo, come lo è la separazione dei poteri e delle relazioni di equilibrio e controllo tra i poteri costitutivi dello Stato.
Non è stato così universale, come lo avrebbe voluto il liberalismo, però.
Così, ad esempio, di fronte al capitalismo e allo Stato borghese del suo tempo -che fu era per eccellenza quello del liberismo trionfante- Marx non si è mai considerato come un politico di sinistra, ma come un antagonista che lottava per un regime economico e un ordinamento statale diverso in forma e scopo.
Lo stesso vale per le altre personalità che hanno dato forma e progetto alla filosofia della prassi nelle condizioni della transizione dal XIX al XX secolo, da Rosa Luxemburg a Vladimir Lenin sino ad Antonio Gramsci.
A differenza loro, nella stessa epoca, divennero di “sinistra” quelli, dei loro compagni di viaggio, che cercarono e trovarono un posto, per se stessi, come segmento critico dello stesso regime che i socialisti e comunisti originari cercavano di rovesciare.
Il lavoro di demarcazione tra le due tendenze è una fonte importante per lo studio della trasformazione della filosofia della prassi in una guida per l’azione politica.
Il testo di Lenin dal titolo “La rivoluzione proletaria ed il rinnegato Kautsky” è una delle sue espressioni più caratteristiche.
Tutto questo, inoltre, dovrebbe essere esaminato alla luce delle esperienze della grande maggioranza dell’umanità che solo conobbe del liberalismo trionfante i suoi lineamenti più conservatori, e non riuscì ad esprimere in questi termini le proprie legittime aspirazioni.
Tale è il caso del Generale Torrijos, con il suo slogan “Né con la sinistra né con la destra. Con Panama”
Così quello di Emiliano Zapata con la sua “Terra e libertà”.
E tale, soprattutto, quello di José Martí, con il suo avvertimento che non esisteva in mezzo a noi -come i liberali proclamavano- una battaglia “tra la civiltà e la barbarie”, ma un’ altra veramente decisiva sulla via della costruzione di un nuovo mondo “tra la falsa erudizione e la natura”.
La lotta degli europei e nordamericani per la ricostruzione dello Stato di benessere identifica la sua sinistra all’interno del mondo realmente esistente per loro, oggi sotto il controllo della destra.
La nostra richiesta di costruire un mondo nuovo -che sia popolare per il rivoluzionario, e rivoluzionario per il democratico che diventi – non è, in questa prospettiva, di sinistra.
Essa corrisponde alla natura più profonda della nostra identità, delle nostre esigenze e nostre aspirazioni, definita nella incessante battaglia contro la falsa erudizione del liberalismo in crisi.
Né con la sinistra, quindi, né con la destra: con la nostra gente, in tutto quello che lei può diventare.
“Ni con la izquierda, pues, ni con la derecha: con nuestra gente”
Por Guillermo Castro Herrera
A raíz de recientes acontecimientos políticos en Latinoamérica y la lectura mediática que de ellos se hace, retomo este artículo que Guillermo Castro Herrera nos enviara a La pupila insomne hace poco más de un año.
Sobre la geometría política de nuestro tiempo
Guillermo Castro Herrera
Un chiste amargo, como suelen serlo los de la política en estos tiempos, cuenta que los socialdemócratas se presentan como de izquierda, se imaginan como de centro, y en el gobierno aplican políticas de derecha.
El chiste puede ser el producto de la exageración – en eso, entre otras cosas, consiste lo chistoso – pero tiene un claro asidero en lo que han venido a ser los partidos que se llaman a sí mismos socialdemócratas de Estados nacionales como Inglaterra, Francia y España.
Ese venir a ser, a su vez, resulta de esa geometría política (así la llamaba el General Omar Torrijos), establecida a partir de la Revolución Francesa a nuestros días, a escala Noratlántica primero – cuando quienes así la ejercían eran apenas un puñado de potencias coloniales -, y del sistema internacional entero, tras la II Guerra Mundial.
Dentro de esa geometría, izquierda, centro y derecha constituyen opciones de política y maniobra al interior de cualquier régimen estatal establecido dentro del moderno sistema mundial.
Ninguno de esos costados constituye, en verdad, una opción con respecto al régimen que se estructura en torno a ellos – y a través de esa estructura procesa sus contradicciones internas -, aunque en algunas de sus formas extremas puedan parecerlo, o favorecer con su accionar la transformación de ese régimen en otro.
Este modo de concebir y ejercer la política constituye uno de los grandes logros del liberalismo, como lo es el de la separación de poderes y las relaciones de equilibrio y control entre los poderes constitutivos del Estado.
No ha sido tan universal como lo hubiera querido el liberalismo, sin embargo.
Así, por ejemplo, frente al capitalismo y el Estado burgués de su tiempo – que fue por excelencia el del liberalismo triunfante -,Marx no se consideró nunca a sí mismo como un político de izquierda, sino como un antagonista que luchaba por un régimen económico y un ordenamiento estatal distintos en forma y propósito.
Lo mismo puede decirse de las otras personalidades que dieron forma y proyecto a la filosofía de la praxis en las condiciones de la transición del siglo XIX al XX, desde Rosa Luxemburgo y Vladimir Lenin hasta Antonio Gramsci.
Por contraste con ellos, por la misma época pasaron a ser “de izquierda” aquellos de sus compañeros de ruta que buscaron y encontraron un lugar para sí mismos como segmento crítico del mismo régimen que los socialistas y comunistas de origen buscaban derrocar.
La labor de deslinde entre ambas tendencias constituye una importante fuente para el estudio de la transformación de la filosofía de la praxis en una guía para la acción política.
El texto que Lenin tituló “La revolución proletaria y el renegado Kautsky” es una de sus expresiones más características.
Todo esto, además, tendría que ser examinado a la luz de las experiencias de aquella gran mayor parte de la Humanidad que sólo conoció del liberalismo triunfante sus rasgos más conservadores, y que no consiguió expresar en aquellos términos sus propias aspiraciones.
Tal el caso del General Torrijos, con su consigna de “Ni con la izquierda ni con la derecha: con Panamá.”
Tal el de Emiliano Zapata con su “Tierra y Libertad”.
Y tal, sobre todo, el de José Martí, con su advertencia de que no existía entre nosotros – como lo proclamaban los liberales – una batalla “entre la civilización y la barbarie”, sino otra, realmente decisiva en el camino a la construcción de un mundo nuevo, “entre la falsa erudición y la naturaleza.”
La lucha de los europeos y norteamericanos por la reconstrucción del Estado de Bienestar identifica a su izquierda dentro del mundo realmente existente para ellos, hoy bajo control de su derecha.
Nuestra demanda de construir un mundo nuevo – que sea popular por lo revolucionario, y revolucionario por lo democrático que llegue a ser – no es, en esta perspectiva, de izquierda.
Ella corresponde a la naturaleza más profunda de nuestra identidad, de nuestras necesidades y nuestras aspiraciones, definida en la batalla incesante contra la falsa erudición del liberalismo en crisis.
Ni con la izquierda, pues, ni con la derecha: con nuestra gente, en todo lo que ella puede llegar a ser.