Ángel Guerra Cabrera https://lapupilainsomne.wordpress.com
Dalla sua campagna presidenziale Trump si dedica a creare un clima di odio razziale, religioso e politico all’interno e all’esterno degli USA. Ha rotto con l’Accordo di Parigi sul cambio climatico e ha fatto lo stesso rispetto all’UNESCO. Ha rifiutato di certificare il compimento, da parte dell’Iran, dell’accordo nucleare, anche se nessuno obietta sulla più rigorosa osservanza dei suoi termini da parte del paese persiano. Ora viaggia per l’Asia impegnato nella vendita di armi e riscaldando, con la sua stessa presenza e parole, il pericolosissimo conflitto con Piongyang che potrebbe essere risolto attraverso il dialogo, ma con le provocazioni trumpiane può portare ad una guerra nucleare.
L’aggressivo gruppo imperialista che Trump rappresenta non è disposto ad accettare che ora gli USA non possano esercitare l’egemonia, quasi solitaria, come lo ha fatto dopo il crollo dell’Unione Sovietica, né accettare il fatto irreversibile della multipolarità. Non vuole accettare dissensi, tanto meno dai piccoli paesi.
Per questo sta smantellando gran parte delle misure distensive di Obama su Cuba, nonostante che l’argomento principale che ha brandito il suo predecessore per effettuarle rimane vigente: che il blocco e la politica di ostilità non abbiano funzionato (per ottenere il cambio di regime). Come corollario, Obama ha proposto, al Congresso, di eliminare la misura genocida. Non era diventato socialista. Ha espresso un’idea condivisa dalla maggior parte degli statunitensi e dei cubani residenti negli USA, che ha fatto sua gran parte dell’establishment, come si vede dalla pioggia di critiche di questa settimana all’ annunciarsi, in maniera dettagliata, le misure anti-cubane di Trump.
Nello stesso modo in cui Trump si slega dall’accordo con l’Iran benché questo lo rispetti scrupolosamente, il Dipartimento di Stato espelle quasi tutto il personale dell’Ambasciata di Cuba senza spiegare perché al di là di vaghe allusioni al già insostenibile attacco sonico. Soprattutto, lascia senza sufficiente personale il consolato con l’evidente scopo di ostacolare i viaggi all’isola degli statunitensi e dei cubani residenti nel paese del nord. Come se fossero pochi gli ostacoli ai viaggi degli statunitensi che ha ordinato e a quelli dei cubani residenti nell’isola, costringendoli a trasferirsi in paesi terzi per richiedere un visto USA.
Nonostante le invettive che ha rivolto a Marco Rubio, durante la campagna per le primarie repubblicana alla presidenza, Trump si è riconciliato con il senatore e mantiene una relazione con l’invecchiato nucleo duro della controrivoluzione di Miami, un gruppo minoritario nella comunità cubana e molto lontano dai sentimenti di questa ma con potere economico e politico in Florida, arricchitosi con l’industria dell’anti-castrismo. Il magnate immobiliare ha consegnato a Rubio ed al rappresentante Mario Díaz-Balart una quota importante del disegno della politica verso Cuba e Venezuela. A quanto sembra entrambi i legislatori s’intendono direttamente con il generale McMaster -consigliere alla sicurezza nazionale ed esperto di contro insurrezione- e con la CIA ed il Comando Sud.
Ma mentre Washington ostacola la relazione dei cubani su entrambi i lati, Cuba dà più passi per facilitarla in coerenza con la politica di attualizzazione migratoria iniziata il 14 gennaio 2013. Elimina ostacoli burocratici, autorizza l’ingresso di migliaia di migranti che uscirono in modo irregolare e che dal 1 gennaio 2018 potranno riunirsi ai loro parenti a Cuba. Decide concedere il diritto alla cittadinanza cubana ai figli nati all’estero di cubani residenti negli altri paesi, un importante vantaggio nel caso di Francia e Germania, che non consentono loro di essere suoi cittadini.
Dal 2013, hanno viaggiato all’estero più di 769254 cubani, il 79% di loro per la prima volta. Finora, nel 2017, si è raggiunto una crescita del 28% rispetto allo stesso periodo del 2016.
Nel 2016, hanno visitato Cuba 428mila cubani residenti all’estero, dei quali 329mila provenienti dagli USA, mentre nel 2015 l’hanno visitata 378mila cubani e 285mila provenienti dal vicino del nord. Si mantiene l’incremento dei cubani residenti all’estero che decidono di stabilire la loro residenza permanente a Cuba.
L’emigrazione irregolare si è ridotta al minimo da quando Washington ha eliminato la politica detta dei piedi secchi-piedi bagnati, che conferma la posizione dell’Avana che sempre l’ha considerata la causa di tale emigrazione pericolosa e caotica.
Trump, Marco Rubio y la migración cubana
Por Ángel Guerra Cabrera
Desde su campaña presidencial Trump se dedica a crear un clima de odio racial, religioso y político dentro y fuera de Estados Unidos. Rompió con el Acuerdo de París sobre cambio climático y lo mismo hizo respecto a la UNESCO. Se negó a certificar el cumplimiento por Irán del acuerdo nuclear pese a que nadie objeta la observancia más estricta de sus términos por el país persa. Ahora viaja por Asia enfrascado en la venta de armas y caldeando con su misma presencia y palabras el peligrosísimo conflicto con Piongyang que podría solucionarse mediante el diálogo pero con las provocaciones trumpianas puede llevar a una guerra nuclear.
El agresivo grupo imperialista que representa Trump no está dispuesto a aceptar que ya Estados Unidos no puede ejercer la hegemonía casi en solitario como lo hizo después del derrumbe de la Unión Soviética ni admitir el hecho irreversible de la multipolaridad. No desea aceptar disensiones, mucho menos de países pequeños.
Por eso está desmantelando buena parte de las medidas distensivas de Obama respecto a Cuba a pesar de que el argumento principal que esgrimió su antecesor para llevarlas a cabo sigue vigente: que el bloqueo y la política de hostilidad no habían funcionado (para lograr el cambio de régimen). Como corolario, Obama propuso al Congreso levantar la medida genocida. No se había vuelto socialista. Expresó una idea compartida por la mayoría de los estadunidenses y de los cubanos residentes en Estados Unidos, que ha hecho suya gran parte del Establishment, como se aprecia en la lluvia de críticas de esta semana al anunciarse detalladamente las medidas anticubanas de Trump.
De la misma manera que Trump se desliga del acuerdo con Irán aunque este lo cumpla escrupulosamente, el Departamento de Estado expulsa a casi todo el personal de la embajada de Cuba sin explicar por qué más allá de vagas alusiones al ya insostenible embuste del ataque sónico. Sobre todo, deja sin personal apenas al consulado con el evidente propósito de obstaculizar los viajes a la isla de los estadunidenses y de los cubanos residentes en el país del norte. Como si fueran pocas las trabas a los viajes de los estadunidenses que ha ordenado y a los de los cubanos residentes en la isla, al forzarlos a trasladarse a terceros países para solicitar visa estadunidense.
No obstante las invectivas que dirigió a Marco Rubio durante la precampaña republicana a la presidencia, Trump se ha reconciliado con el senador y mantiene un romance con el envejecido núcleo duro de la contrarrevolución de Miami, un grupo minoritario en la comunidad cubana y muy lejano a los sentimientos de esta pero con poder económico y político en la Florida, enriquecido con la industria del anticastrismo. El magnate inmobiliario le ha entregado a Rubio y al representante Mario Díaz-Balart una cuota importante del diseño de la política hacia Cuba y Venezuela. Al parecer ambos legisladores se entienden directamente con el general McMaster -asesor de seguridad nacional y experto en contrainsurgencia- y con la CIA y el Comando Sur.
Pero mientras Washington obstaculiza la relación de los cubanos de ambas orillas, Cuba da más pasos para facilitarla en congruencia con la política de actualización migratoria iniciada el 14 de enero de 2013. Elimina trabas burocráticas, autoriza el ingreso de miles de migrantes que salieron irregularmente y que a partir del 1 de enero de 2018 podrán reunirse con sus familiares en Cuba. Decide otorgar el derecho a la ciudadanía cubana a los hijos nacidos en el exterior de cubanos residentes en otros países, un importante beneficio en el caso de Francia y Alemania, que no les permiten ser sus ciudadanos.
Desde 2013 han viajado al exterior más de 769 mil 254 cubanos, el 79% de ellos por primera vez. En lo que va de 2017, se ha alcanzado un 28 % de crecimiento en comparación con igual periodo del 2016.
En 2016, visitaron Cuba 428 mil cubanos residentes en el exterior, de ellos, 329 mil procedentes de Estados Unidos, mientras que en 2015 la visitaron 378 mil cubanos y 285 mil procedentes del vecino del norte. Se mantiene el incremento de los cubanos residentes en el exterior que deciden establecer su residencia permanente en Cuba.
La emigración irregular se ha reducido al mínimo desde que Washington eliminó la política conocida como de pies secos-pies mojados, lo que confirma la postura de La Habana que siempre la consideró causante de esa emigración peligrosa y caótica.