Haroldo Miguel Luis Castro – www.cubahora.cu
Il 18 maggio 1898, nella lettera inconclusa a Manuel Mercado, José Martí avvertì sulle intenzioni espansioniste USA su Cuba e la regione. Solo tre anni dopo, l’esercito USA conseguiva intervenire senza grandi complicazioni nel conflitto con la Spagna. Com’è stato possibile?
Fin dalla stessa pianificazione della cosiddetta Guerra Necessaria, Marti comprese la necessità di sviluppare una lotta armata, forte ma breve, non solo per evitare gli errori delle passate lotte, ma anche per impedire la vertiginosa avanzata degli USA come nascente potenza.
Così, quando i marine USA irruppero in terra cubana non fu dovuto all’esplosione del Maine, né tanto meno all’imposizione da parte della Spagna di politiche genocide come la riconcentrazione realizzata dal capitano generale Valeriano Weyler, giustificazioni addotte da loro da sempre. Ciò corrispondeva a forze maggiori che, come espresse il presidente USA Jhon Quincy Adams con la sua famosa politica della frutta matura, facevano sì che fossero create tutte le condizioni per esso.
Quale erano? Semplice. La situazione a Cuba per i governanti iberici si era fatta sempre più insostenibile e, come se non fosse abbastanza, il movimento indipendentista minacciava sempre più di strappare il controllo del paese con la forza. Situazione che non andava per nulla bene agli interessi USA.
La caduta in combattimento di José Martí, appena iniziata la guerra, e di Antonio Maceo, il 7 dicembre 1896, significarono un duro rovescio poiché non solo si perdevano due delle figure più importanti delle gesta di lotta ma anche radicali antimperialisti.
Così, mentre sui campi di battaglia migliaia di cubani rischiavano le loro vite, altri facevano tutto il possibile per negoziare una soluzione pacifica al conflitto, usando gli USA come mediatori. In tutto questo ebbe molto a che fare la partecipazione di Tomas Estrada Palma, che dopo la morte dell’Apostolo occupò la carica di delegato del Partito Rivoluzionario Cubano.
Dalla sua posizione, Estrada Palma promosse contatti con i circoli di potere USA fino ad ottenere l’ ‘aiuto’ di William McKinley, a quel tempo presidente USA. Questo atteggiamento era contrario a quello storicamente manifestato dalla nazione nordamericana. Fin dall’inizio delle lotte per l’indipendenza, la nascente Repubblica in Armi, guidata da Carlos Manuel de Céspedes, cercò nel paese settentrionale un sostegno che non trovò mai.
L’adozione di una politica caratterizzata da una falsa neutralità non riconobbe il governo belligerante e facilitò la metropoli spagnola, oltre a munizioni e armi, un ferreo sistema di controllo e spionaggio sui cubani che risiedevano sul suolo USA. Atteggiamento che perdurò fino a quando, convenientemente, non compresero che era necessario creare nel popolo un’opinione contraria alle politiche praticate dalla Spagna.
Il 10 dicembre 1898, la firma del Trattato di Parigi, dimostrò la vera natura di quell’ “aiuto”, sul quale, ancora, c’è molto da dire.
Cuba: ¿la fruta que maduró? (I)
Por Haroldo Miguel Luis Castro
El 18 de mayo de 1898 en la carta inconclusa a Manuel Mercado, José Martí advertía sobre las intenciones expansionistas de los Estados Unidos sobre Cuba y la región. Apenas tres años después, el ejército norteamericano conseguía intervenir sin grandes complicaciones en el conflicto con España. ¿Cómo fue esto posible?
Desde la propia planificación de la llamada Guerra Necesaria, Martí comprendió la necesidad de desarrollar una lucha armada contundente pero breve, no solo para evitar los errores de contiendas pasadas, sino también para impedir el vertiginoso avance de los Estados Unidos como potencia naciente.
Por eso, cuando marines norteamericanos irrumpieron en tierras cubanas, no fue debido a la voladura del Maine, ni mucho menos a la imposición por parte de España de políticas genocidas como la reconcentración llevada a cabo por el capitán general Valeriano Weyler, justificaciones esgrimida por ellos desde siempre. Esta correspondía a fuerzas mayores que, como planteara el mandatario norteamericano Jhon Quincy Adams con su famosa política de fruta madura, hacían que estuviesen creadas todas las condiciones para ello.
¿Cuales eran? Sencillo. La situación en Cuba para los gobernantes ibéricos se hacía cada vez más insostenible y, por si fuera poco, el movimiento independentista amenazaba cada vez más con arrebatar el control del país a la fuerza. Situación esta que no hacía nada bien a los intereses norteamericanos.
Las caídas en combate de José Martí, apenas iniciada la guerra, y de Antonio Maceo, el 7 de diciembre de 1896, significaron un duro revés, pues no solo se perdían dos de las figuras más importantes de la gesta, sino también a radicales antimperialistas.
Así, mientras en los campos de batalla miles de cubanos arriesgaban sus vidas, otros hacían cuanto podían para pactar una salida pacífica del conflicto empleando a Estados Unidos como mediador. En todo esto, mucho tuvo que ver la participación de Tomás Estrada Palma, quien desde la muerte del Apóstol ocupó el cargo de delegado del Partido Revolucionario Cubano.
Desde su posición, Estrada Palma promovió contactos con los círculos de poderes norteamericanos hasta conseguir la “ayuda” de William McKinley, por aquel entonces presidente de los Estados Unidos. Dicha actitud había sido contraria a la manifestada históricamente por la nación norteamericana. Desde el inicio de las luchas por la independencia, la naciente República en Armas, encabezada por Carlos Manuel de Céspedes, buscó en el país norteño un apoyo que nunca encontró.
La adopción de una política caracterizada por la falsa neutralidad no reconoció al gobierno beligerante y facilitó a la metrópoli española, además de municiones y armas, un férreo sistema de control y espionaje sobre los cubanos que residían en suelo estadounidense. Actitud que perduró hasta que convenientemente entendieron necesario crear en el pueblo un criterio contrario a las políticas practicadas por España.
El 10 de diciembre de 1898, la firma del Tratado de París, demostró la verdadera naturaleza de aquella “ayuda”, sobre la cual, todavía, queda mucho por contar.