Discurso pronunciado por José Ramón Machado Ventura, Segundo Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, en la clausura del XXI Congreso de la CTC, en el Palacio de Convenciones, el 24 de abril de 2019, “Año 61 de la Revolución”.
General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba;
Compañero Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros;
Representantes de las organizaciones sindicales de otras latitudes que nos hacen el honor de acompañarnos;
Compañeras y compañeros de la presidencia;
Delegadas, delegados e invitados:
Afortunadamente, tuve la oportunidad de asistir a la presentación del Informe Central, de escuchar las intervenciones de los compañeros Marino Murillo, Alejandro Gil, ministro de Economía y Planificación, y Margarita González, ministra de Trabajo y Seguridad Social, así como el posterior intercambio de ellos con ustedes. Pude participar además en otras actividades y fui informado sobre el desarrollo del resto, entre ellas, de las valiosas intervenciones de sindicalistas de los países aquí presentes y, en particular, acerca de los importantes frutos que dejaron los encuentros entre los principales directivos de cada sector y los delegados pertenecientes al mismo, método que elogiamos.
Lo anterior me exime de entrar en detalles sobre algunos de los asuntos abordados por ustedes.
Puede afirmarse que este ha sido un excelente Congreso, a la altura del especial momento que vive la Patria. Constituye otra contundente respuesta de nuestros trabajadores a las agresiones, amenazas y mentiras con que el enemigo pretende, hoy con renovada saña, cumplir su viejo sueño de derrotar a la Revolución y volver a convertir a Cuba en un apéndice de su imperio.
Quienes persiguen tan peregrino propósito ignoran el aval de lucha y resistencia acumulado por muchas generaciones de compatriotas, que no claudicaron ante los reveses transitorios ni cejaron hasta alcanzar la victoria definitiva el Primero de Enero de 1959.
El movimiento sindical enfrentó numerosos retos durante los últimos cinco años, en que han sido constantes y profundas las transformaciones en la economía, y por ende las del entorno laboral, a lo que se suma una situación internacional adversa en muchos sentidos.
En ese complejo escenario, resultó muy valiosa la preocupación, y sobre todo la ocupación, de gran parte de los cuadros profesionales y dirigentes sindicales de base, que con dinamismo, creatividad y voluntad de superación, lograron que en su área de responsabilidad el sindicato cumpliera el papel que le corresponde cuando la clase obrera ejerce el poder político, y la tarea fundamental es impulsar la economía en beneficio de toda la sociedad, sin por ello dejar de representar los intereses específicos de cada colectivo laboral.
Parecen dichas hoy estas palabras del compañero Fidel, cuando el 9 de febrero de 1959 razonó sobre un principio esencial con dirigentes azucareros, y señaló:
«¡Esta Revolución -les dijo- es la Revolución de ustedes! Hay que defender la Revolución con más calor que con el que se defiende una simple demanda. La Revolución es la demanda de hoy y la demanda del futuro».
Somos conscientes de que, para un dirigente sindical, sobre todo en la base, no resulta sencillo discernir en la labor cotidiana el justo balance entre exigir que se cumplan los deberes laborales y a la vez apoyar un reclamo justo del colectivo o incluso de un trabajador en particular.
Se hace más difícil en circunstancias como las vividas en los últimos años, que nos han impedido avanzar al ritmo al que aspirábamos, muy especialmente como consecuencia del bloqueo. Este lleva tantas décadas haciéndonos daño que ya algunos lo enarbolan como si fuera una simple consigna, como algo más, cuando en realidad entorpece de manera muy seria, prácticamente todo lo que hace el país e incluso a cada cubano de forma individual.
Basta un ejemplo. Solo el pasado año significó dejar de percibir ingresos por más de 4 300 millones de dólares. Esa cifra sobrepasa el doble del valor de los alimentos que Cuba importa en un año, son cerca de 12 millones de dólares cada día. ¡Cuánto pudiera haber hecho nuestro país con esos recursos!
También, como ha reconocido la máxima dirección del Partido y el Gobierno, en ocasiones la premura por solucionar determinada deformación en la economía llevó a atender más los deseos que las posibilidades reales. Como resultado se cometieron errores cuyas consecuencias aún sufrimos en algunos casos, tal como expresaron aquí varios delegados.
Desde luego, no estamos en igual situación que años atrás. Aunque no en la magnitud que quisiéramos, hay avances evidentes en la actualización de nuestro modelo económico y social. Sobre todo, en sentar las bases para no repetir viejos errores.
En ello ha sido vital la comprensión y el apoyo de la gran mayoría de los trabajadores, su voluntad de enfrentar los problemas y no convertirlos en justificaciones. Sin esa actitud hubiera sido muy difícil, por no decir imposible, superar las muchas trabas que el escenario internacional ha impuesto al país.
Por eso es tan importante seguir consolidando el sentido de pertenencia al centro laboral, el orgullo de ser parte de él, el compromiso personal con sus resultados y la vergüenza colectiva cuando las cosas no marchen como debe ser, teniendo presente que todos somos beneficiados por la nueva riqueza que permite crear los medios para producir o para prestar un servicio, porque son propiedad de todo el pueblo y muy especialmente de los trabajadores. Esa es una tarea permanente del sindicato, junto al Partido y a la UJC.
La inercia, las justificaciones y el derrotismo siempre han sido y serán muy dañinos, pero más en momentos en que resulta imprescindible el ahorro real, efectivo, no como una simple frase, sacar el máximo provecho de cada recurso. No darse por satisfechos con cumplir el plan; aprovechar la posibilidad de exportar cualquier producto o servicio, aunque signifique un pequeño aporte; y antes de pensar en importar algo, averiguar si puede producirse aquí, que, además de ahorro, constituye fuente de empleo; combatir con rigor el robo, la corrupción y cualquier actitud delictiva o negligente que tanto daño material y moral producen.
Habrá que enfrentar el complejo e inaplazable proceso para poner orden en el sistema monetario y paralelamente en los salarios, los subsidios y las gratuidades, asuntos que requieren una solución conjunta dada su estrecha relación.
El análisis de un asunto tan sensible, ya sea en un colectivo o con un solo trabajador, requiere tacto y sensibilidad, voluntad de escuchar lo que se nos dice y modestia para reconocer cuando existe razón.
Pero a la vez hay que tener la valentía política necesaria para rebatir un criterio equivocado o que resulta improcedente en las actuales condiciones, incluso cuando sea el predominante en un colectivo. Podemos hacerlo porque la verdad está de nuestra parte, porque contamos con argumentos irrebatibles para explicar cuando determinada demanda está basada en imposibles o, peor aún, en manipulaciones promovidas desde el exterior.
No se trata de cerrar los ojos ante las deformaciones del sistema salarial, en ocasiones agravadas por medidas para solucionar problemas puntuales, que han implicado diferencias que afectan, sobre todo, a quienes laboran en el sector estatal de la economía, con énfasis en el presupuestado. Son problemas reales e importantes que debemos seguir empeñados en buscarles soluciones sostenibles y a nuestro alcance, incluso en una situación económica compleja como la actual. Pero también es cierto que en nuestro país el desempleo es de apenas el 1,7 %, aunque como se conoce, este índice internacional no toma en cuenta a quien por una razón u otra no busca trabajo, actitud muy rechazada durante la consulta del Proyecto de la Constitución.
Problemas económicos tan complejos como el salario y los precios no se resuelven con simples medidas administrativas.
Hoy más que nunca es imprescindible, ante las dificultades objetivas que sin dudas enfrentaremos o ya están presentes, cada vez que nos falte algo, meditar en cuánto ha hecho la Revolución en materia de igualdad y justicia social, en favor de la vida material y espiritual de cada compatriota, especialmente de los más humildes. Son muchas y grandes las conquistas que por cotidianas vemos como algo natural, pero no pasan de ser quimeras para la mayoría de los trabajadores en otros países. Para conservarlas, es preciso hacer un empleo eficaz y eficiente de la tierra, de las fábricas, de cuanto contemos para producir o prestar un servicio.
Todos escuchamos el pasado 10 de abril al General de Ejército Raúl Castro Ruz. En su discurso de proclamación de la nueva Constitución de la República, expuso de forma serena, firme y con claridad meridiana los retos y peligros del presente y la posibilidad de que podrían agravarse, tal como ya viene ocurriendo, y el impostergable deber de dar prioridad absoluta a las tareas de la defensa y la economía.
No se ha perdido un minuto. De inmediato el Pleno del Comité Central y seguidamente la Asamblea Nacional del Poder Popular ratificaron lo expresado por el Primer Secretario del Partido, valoraron la compleja situación actual y las medidas para enfrentar los problemas, como señaló el compañero Raúl, «con el ánimo de resolverlos siempre».
Esa es nuestra respuesta a la despiadada ofensiva del imperialismo y a la reacción en nuestro continente y en todo el mundo, que ha tenido serias consecuencias no solo para Cuba, también para países hermanos a los que nos unen fuertes vínculos, en especial la heroica Venezuela, a cuyo pueblo y su presidente Nicolás Maduro ratificamos nuestra inquebrantable solidaridad, al igual que a Nicaragua (Aplausos). Somos tres naciones que compartimos el honor de exacerbar al límite la ira, la soberbia y la estupidez de los halcones imperiales.
Hoy, de manera enfermiza, el Gobierno de Estados Unidos hurga en cuanto resquicio pueda quedar para hacernos aún más daño.
Entre lo más reciente, está el dejar de aplicar las restricciones al título III de la llamada Ley Helms-Burton.
Durante más de dos décadas, los presidentes de Estados Unidos, sin excepción, aprobaron mantener dichas restricciones. No los guió principalmente el deseo de evitar más perjuicios a Cuba, sino salvaguardar los intereses de su propio país y no dañar sus relaciones internacionales. Pero eso sería demasiado pedir a la actual administración estadounidense, aconsejada además por los peores dinosaurios de la política imperialista.
Además, se anunció con bombo y platillo, entre otras medidas agresivas, el regreso a la restricción de los envíos de remesas, así como que se extremaría la exigencia y el control de las regulaciones para los viajes de estadounidenses a Cuba. La primera daña sensiblemente a los cubanos residentes en ese país y a sus familiares en la Isla, mientras la segunda impide ejercer un derecho constitucional a sus propios ciudadanos. Para justificarlo se dijo una retahíla de descaradas y absurdas mentiras.
Se supone que la mayoría de los gobiernos, incluidos sus principales aliados, reaccionen rechazando -como ya lo han anunciado- tan brutal escalada de agresiones, no solo a los intereses económicos de sus países, sino a su propia soberanía y a las más elementales normas del Derecho Internacional.
Se trata además de una intención declarada abiertamente, con total desfachatez e irrespeto a la comunidad mundial, pues apenas la disimulan tras una serie de burdas mentiras e ideas tan absurdas como la vigencia de la Doctrina Monroe en pleno siglo XXI.
El movimiento obrero cubano, las fuerzas progresistas del continente y del mundo, los movimientos sociales, populares e indígenas, las asociaciones campesinas, de mujeres, estudiantes, de escritores y artistas, las agrupaciones de resistencia cívica que enfrentan al neoliberalismo tienen una tarea inmensa por delante y una gran responsabilidad con la historia: no permitir al imperialismo borrar el sentido de independencia de la región que tanto esfuerzo ha costado; no admitir que se adueñe de nuestras riquezas y convierta definitivamente a Nuestra América en una neocolonia, en vez de en la patria unida y soberana con que soñaron los próceres.
Estamos seguros de que los pueblos no permanecerán en silencio ante el intento de la mayor potencia militar del planeta, de destruir un pequeño país simplemente por no doblegarse a sus demandas y mantenerse firme en sus principios solidarios y en la decisión de construir el socialismo, que el imperio aspira a borrar de la faz del continente y quizás del planeta, en un anacrónico retorno a los tiempos de la Guerra Fría y el macartismo.
Esperamos lo haga también la mayor parte de los gobiernos, así como la ONU y demás organismos internacionales. Agradecemos una vez más el rechazo prácticamente unánime de la comunidad mundial al bloqueo. Resulta necesario que esa condena y solidaridad estén acompañadas de hechos, además de por una incuestionable razón ética, porque es un peligro que amenaza no solo a Cuba. No es difícil imaginar las consecuencias de un hipotético éxito de tan aberrante concepción de las relaciones internacionales. Ningún país, grande o pequeño, estaría exento de sufrir sus consecuencias, cualesquiera que sean sus vínculos actuales con el Gobierno de Estados Unidos.
En cuanto a los cubanos, no van a quitarnos el sueño nuevas medidas y mentiras, la mayoría de las cuales venimos enfrentando y venciendo desde hace muchos años. La posición de Cuba está claramente definida en las declaraciones oficiales del Gobierno Revolucionario, apoyadas de manera contundente por nuestro pueblo.
Los peligros que emanan de tan alto grado de agresividad, acompañada como norma de un pensamiento arrogante e irracional, sobrepasan los límites de lo meramente económico y constituyen amenazas a nuestra libertad, soberanía e independencia. Tenemos muy presente la alerta del Comandante en Jefe en su Informe Central al Primer Congreso del Partido:
«Mientras exista el imperialismo, el Partido, el Estado y el pueblo, les prestarán a los servicios de la defensa la máxima atención. La guardia revolucionaria no se descuidará jamás. La historia enseña con demasiada elocuencia que los que olvidan este principio no sobreviven al error».
Seguiremos haciendo cuanto sea necesario para preservar la invulnerabilidad militar alcanzada por el país, mediante la aplicación consecuente de la concepción estratégica de la Guerra de Todo el Pueblo.
En el no menos importante frente económico, en algunas de las cuestiones en que veníamos avanzando habrá que hacerlo a menor ritmo hasta que con nuestro trabajo y esfuerzo recuperemos las condiciones materiales para llevarlas a cabo. No obstante, se respaldarán los principales programas de desarrollo.
Como señaló el compañero Díaz-Canel al clausurar la reciente sesión extraordinaria de la Asamblea Nacional del Poder Popular, tendremos que vencer cada obstáculo por difícil que parezca, no retroceder en el desarrollo de los sectores priorizados y satisfacer las necesidades básicas del pueblo.
Compañeras y compañeros:
Todas estas valoraciones constituyeron base y guía de los análisis de los delegados al Congreso. Puede afirmarse que casi sin excepción, durante estos cinco días aquí se ha hablado con los pies en la tierra, sin perder tiempo soñando con cosas irrealizables en las actuales circunstancias.
No podía ser de otra forma después de un proceso previo tan profundo, en que la participación responsable fue el signo distintivo en la gran mayoría de los centros laborales.
Podemos sentirnos satisfechos y orgullosos de ese resultado, pero a la vez conscientes de que ahora comienza lo realmente decisivo: lograr que la información recibida, las conclusiones y acuerdos a los que arribó el Congreso lleguen a cada colectivo laboral, a cada trabajadora y trabajador, como ha sido práctica invariable de la Revolución cuando se trata de asuntos vitales vinculados a sus intereses. Y algo muy importante: que esas ideas y conceptos se materialicen en acciones para producir más o brindar un mejor servicio.
Para la Revolución ha sido una gran fortaleza el sólido movimiento obrero cubano y una CTC baluarte de la unidad desde su nacimiento ocho décadas atrás, que ha contado con dirigentes de la talla de Jesús Menéndez, José María Pérez, Alfredo López, Lázaro Peña y muchos otros de gran valía.
Ello es particularmente decisivo en las actuales circunstancias, en que la Patria requiere del trabajo abnegado y consciente de su clase obrera, junto a los campesinos y demás trabajadores manuales e intelectuales.
Mantiene total vigencia lo expresado por el compañero Raúl, en sus palabras de clausura del XX Congreso de la organización:
«La CTC y sus sindicatos deben concentrarse en lo esencial, que es ejercer su actividad en interés de la implementación exitosa de los Lineamientos y desarrollar un trabajo político-ideológico diferenciado y abarcador en defensa de la unidad de -todos- los cubanos…».
Aunque como ustedes analizaron, resta mucho por hacer en aras de esos propósitos, el movimiento obrero ha trabajado con seriedad y constancia para convertirlos en realidad. Por los importantes resultados de ese esfuerzo felicitamos, en nombre de nuestro Partido y Gobierno, a nuestras trabajadoras y trabajadores, a sus dirigentes sindicales y al compañero Ulises Guilarte de Nacimiento, ratificado como secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba (Aplausos).
Son grandes los retos, pero ninguno imposible para un pueblo como el nuestro, encabezado por su glorioso Partido.
Cubanas y cubanos hemos aprendido en la lucha que la victoria pertenece a quienes resisten y combaten; a los que miran de frente las dificultades y los peligros, a quienes no se amedrentan ante el enemigo, por poderoso que sea.
El próximo 1ro. de mayo, nuestro heroico pueblo, encabezado por su clase obrera, a lo largo y ancho del país dará una nueva y contundente demostración de: «Unidad, Compromiso y Victoria».
¡Vivan los trabajadores cubanos!
¡Vivan Fidel y Raúl!
¡Viva la Revolución!