Alcuni paesi allineati all’agenda politica USA contro il Venezuela hanno espresso la loro opposizione allo svolgimento delle elezioni in Venezuela. Questi sono raggruppati, soprattutto, in due blocchi: l’Unione Europea (UE) ed il Gruppo di Lima.
La UE ha inviato a settembre una delegazione in Venezuela per discutere con il governo venezuelano la possibilità di inviare una missione di osservazione alle elezioni parlamentari del 6 dicembre. La delegazione ha voluto imporre la condizione di rinviare di sei mesi le elezioni, ignorando le norme della Costituzione del paese, che stabilisce un processo di rinnovo, ogni cinque anni, dell’Assemblea Nazionale.
Dopo che l’Esecutivo nazionale ha respinto quella posizione, il capo della diplomazia francese, Jean-Yves le Drian, ha dichiarato, in ottobre, che l’UE non avrebbe riconosciuto la legittimità delle elezioni venezuelane: “Il modo in cui vengono preparate le elezioni del 6 dicembre è del tutto discutibile. Non riconosciamo il processo in corso, è una posizione chiara ed è una posizione europea”, alludendo al fatto che l’organismo non avrebbe potuto verificare le garanzie di trasparenza del processo.
Come previsto, anche i paesi del Gruppo di Lima e dell’Organizzazione degli Stati Americani (OSA) hanno manifestato contro le parlamentarie.
In un documento presentato dalla Ministra degli Affari Esteri della Colombia, Claudia Blum, ed in cui 13 dei 16 paesi membri del Gruppo di Lima appaiono come firmatari (Brasile, Canada, Cile, Colombia, Costarica, Guatemala, Haiti, Honduras, Panama, Paraguay, Perù e l’ex governo de facto di Jeanine Áñez) oltre alla rappresentanza del falso governo di Guaidó, si diceva che “la democrazia (in Venezuela) sarà pienamente ristabilita solo con elezioni generali presidenziali e parlamentari libere e con garanzie”.
Luis Almagro ha anche dichiarato, a pochi giorni dalle elezioni, che fosse “assurdo” che in Venezuela si organizzassero elezioni libere e giuste, avvalendosi delle accuse di violazione dei diritti umani formulate in un rapporto, promosso dal Gruppo di Lima all’ONU, che manca di tutto il rigore scientifico e che è stato smantellato punto per punto nel Rapporto sulla Verità del Venezuela.
Tuttavia, questi paesi, che testimoniano contro le istituzioni venezuelane, con veemenza ed accuse senza prove, non rispondono allo stesso modo quando si tratta di governi veramente discutibili nelle loro democrazie. Rivediamo solo due esempi: Colombia ed Israele.
Il governo di Netanyahu ha dovuto affrontare, negli ultimi mesi, accuse di corruzione che hanno provocato proteste. Contro di esso vi sono accuse di frode, violazione di fiducia e corruzione per, apparentemente, aver ricevuto favori da ricchi uomini d’affari per ottenere una “copertura stampa più positiva”.
Allo stesso modo, il primo ministro israeliano ha ignorato il diritto internazionale continuando l’espansione dello stato sionista nel territorio occupato della Palestina. Oltre agli USA, che hanno applaudito queste azioni, ed alla UE, che appena ha dato timide risoluzioni contro di essa, alcuni governi di paesi latinoamericani, come Guatemala e Colombia, si sono mostrati apertamente favorevoli.
Riprendendo la Colombia, territorio con una popolazione colpita dalla violenza narco-paramilitare, dagli sfollati per la guerra e per la mancanza di protezione economica e sociale da parte del governo, è contraddittorio che sia la ministra degli esteri di quel paese a dirigere una lettera contro il Venezuela.
Solo i dati di quest’anno su massacri ed omicidi di dirigenti sociali servono come prova del cinismo su qualsiasi accusa contro il Venezuela in materia di diritti umani. Ma per quanto riguarda la questione elettorale, basta ricordare l’ultimo scandalo del governo di Iván Duque e l’acquisto di voti attraverso il narcotraffico.
Quest’anno, la Corte Suprema di Giustizia della Colombia ha deciso di aprire un’indagine contro Duque per la sua campagna elettorale nelle elezioni presidenziali del 2018, dopo alcuni audio che rivelavano che ha accettato finanziamenti dal trafficante di droga José Guillermo Hernández Aponte, il “Ñeñe” Hernández, indagato per omicidi e riciclaggio di denaro ed assassinato a Uberaba, in Brasile, nel 2019.
Ma questi segnali controversi, per nulla democratici, che violano i principi fondamentali di qualsiasi democrazia, non sembrano avere un peso significativo affinché la “comunità internazionale” che l’Occidente rappresenta si pronunci contro di essa.
ARBITRARIEDADES DE LA UE Y EL GRUPO DE LIMA CONTRA LAS PARLAMENTARIAS
Algunos países alineados a la agenda política de Estados Unidos contra Venezuela manifestaron su oposición a la realización de las elecciones en Venezuela. Estos están agrupados, mas que todo, en dos bloques: la Unión Europea y el Grupo de Lima.
La Unión Europea envió una delegación a Venezuela en septiembre para discutir con el gobierno venezolano la posibilidad de enviar una misión de observación a las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre. La delegación quiso imponer la condición de aplazar las elecciones seis meses, pasando por encima de las normas de la Constitución del país, que establece un proceso de renovación de la Asamblea Nacional cada cinco años.
Luego de que el Ejecutivo nacional rechazara esa postura, el jefe de la diplomacia francesa, Jean-Yves le Drian, dijo en octubre que la UE no iba a reconocer la legitimidad de las elecciones venezolanas: “La manera en la que se prepara la elección del 6 de diciembre es totalmente discutible. No reconocemos el proceso en marcha, es una posición clara y es una posición europea”, aludiendo que supuestamente el organismo no había podido constatar las garantías de transparencia del proceso.
Como era de esperarse, los países del Grupo de Lima y la Organización de Estados Americanos (OEA) también se manifestaron en contra de las parlamentarias.
En un documento presentado por la ministra de Relaciones Exteriores de Colombia, Claudia Blum, y en el que 13 de los 16 países miembros del Grupo de Lima aparecían como firmantes (Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Haití, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú y el exgobierno de facto de Jeanine Áñez) además de la representación del falso gobierno de Guaidó, se decía que “la democracia (en Venezuela) se restablecerá plenamente solo con elecciones generales presidenciales y parlamentarias libres y con garantías”.
Luis Almagro también declaró unos días antes de las elecciones que era “absurdo” que en Venezuela se organizaran elecciones libres y justas, valiéndose de las acusaciones de violaciones de derechos humanos hechas en un informe impulsado por el Grupo de Lima en la ONU, que carece de toda rigurosidad científica y que fue desmontado punto por punto en el Informe sobre la Verdad de Venezuela.
Ahora bien, estos países, que declaran contra las instituciones venezolanas con vehemencia y acusaciones sin pruebas, no responden del mismo modo cuando se trata de gobiernos verdaderamente cuestionables en sus democracias. Revisemos solamente dos ejemplos: Colombia e Israel.
El gobierno de Netanyahu ha enfrentado en los últimos meses acusaciones de corrupción que han motivado protestas. En su contra pesan los cargos de fraude, abuso de confianza y soborno por aparentemente haber recibido favores de empresarios ricos para obtener “cobertura de prensa más positiva”.
Del mismo modo, el primer ministro israelí ha pasado por encima del derecho internacional al continuar la expansión del Estado sionista en el territorio ocupado de Palestina. Además de Estados Unidos, quien ha aplaudido estas acciones, y la Unión Europea que apenas ha dado tímidas resoluciones en contra, algunos gobiernos de países latinoamericanos, como es el caso de Guatemala y Colombia, se han mostrado abiertamente a favor.
Retomando Colombia, un territorio con una población golpeada por la violencia narcoparamilitar, los desplazamientos por la guerra y el desamparo económico y social por parte del gobierno, es contradictorio que sea la canciller de ese país la que dirija una misiva en contra de Venezuela.
Solo las cifras de este año en masacres y asesinatos de líderes sociales sirven para evidencias el cinismo sobre cualquier acusación que se tenga contra Venezuela en materia de derechos humanos. Pero en lo que respecta al tema electoral, basta con recordar el último escándalo del gobierno de Iván Duque y la compra de votos a través del narcotráfico.
Este año, la Corte Suprema de Justicia de Colombia decidió abrir una investigación contra Duque por su campaña electoral en las presidenciales de 2018, tras unos audios que revelaban que aceptó financiamiento del narcotraficante José Guillermo Hernández Aponte, el “Ñeñe” Hernández, investigado por asesinatos y lavado de activos, y asesinado en Uberaba, Brasil, en 2019.
Pero estas señales controversiales, nada demócraticas, que atentan contra los principios fundamentales de cualquier democracia, no parecen de peso significativo para que la “comunidad internacional” que representa Occidente se manifieste en contra.