Il desiderio di protagonismo di Tania Bruguera si è scatenato il 27 novembre, quando alle porte del Ministero della Cultura ha manovrato per capitalizzare le richieste, molte delle quali ammissibili, degli artisti riuniti, sabotare le possibilità di intesa e mettere le persone sotto la sua egida gli interlocutori che si sono rifiutati di dialogare
Pedro de la Hoz www.granma.cu
Vuole che la guardino, la coccolino, la tengano in considerazione se Cuba cade, vale a dire, e giunge l’ora di ripartire il bottino. Per questo si è fatta notare, si è lasciata assoldare con entusiasmo e conoscenza dei fatti, e nasconde, sempre meno, il suo ruolo: favorire la sovversione dell’ordine istituzionale e l’esplosione sociale.
L’artista che è audace, trasgressiva, legata a pratiche che nel campo delle arti visive hanno faticato ad avanzare nella ricerca di nuovi linguaggi e significati dalla performance e dalla rottura di compartimenti stagni, quella che si autoproclama “artivista”, in questi giorni appare come quella che vuole veramente essere: un’opzione attraente, molto apprezzata, tra i circoli che negli USA pretendono impossessarsi nuovamente di Cuba.
Questo è il posto che Tania Bruguera occupa nel quadro messo in moto, dallo scorso novembre, per mostrare al mondo un clima di ingovernabilità sull’isola, lanciare segnali alla nuova amministrazione USA ed agli alleati di quella nazione, sull’irriformabile obsolescenza della Rivoluzione cubana ed, internamente, istigare la sfiducia ed il discredito nei confronti della nostra istituzionalità. Niente di nuovo sotto il sole; si ripete lo schema applicato nei paesi ex socialisti dell’Europa orientale: un Vaclav Havel a Praga, un Jacek Kuron a Varsavia.
Il suo desiderio di protagonismo si è scatenato il 27 novembre, quando alle porte del Ministero della Cultura ha manovrato per capitalizzare le richieste, molte delle quali ammissibili, degli artisti riuniti, sabotare le possibilità di intesa e mettere le persone sotto la sua egida tra i gli interlocutori che si sono rifiutati di dialogare. A proposito, dirò che non le è facile, poiché ci sono altri interessati ad apparire, più di lei, in quello che cercano di presentare come un presumibilmente articolato gruppo 27N. Lo slogan “tutti siamo uno” si sgonfia.
Di conseguenza, l’artista, da allora, e come è stato abituale nella sua carriera, non ha smesso di manifestarsi politicamente nelle reti social e nei media finanziati dagli USA. L’ha intrapresa contro il Ministro della Cultura, contro gli artisti che non la calcolano. Il cosiddetto artivismo è un sotterfugio, fa politica senza alcun imbarazzo. Si associa a Cubalex, uno schema progettato per proteggere gli elementi controrivoluzionari con il denaro del National Endowment of Democracy (NED). La sua controparte a Cuba non è Marina Abramovic, ma la persona che, a San Isidro, chiama alla presa del Campidoglio dell’Avana, ad immagine e somiglianza dei barbari che hanno fatto irruzione a Washington.
A proposito, lei ha anticipato, in qualche modo, l’assalto dei correligionari di Trump, quando il 30 dicembre 2014 ha cercato di essere protagonista di uno scandalo in Plaza de la Revolución, con una versione della montatura performante ‘Il sussurro di Tatlin’. Un critico d’arte che sostiene e segue le azioni di Bruguera, l’ha qualificato il gesto per la galleria mediatica come “azione politica radicale”. Gesto per nulla innocente; giorni prima c’era stato il ristabilimento delle relazioni diplomatiche tra Cuba e gli USA. Doveva ricordare ad Obama l’impegno della Casa Bianca per il rovesciamento del Governo cubano, proprio come ora lo vogliono ricordare a Biden.
Né prima né ora è una volontà spontanea, ma piuttosto di un’operazione calcolata, come denunciato dal collega Raúl Antonio Capote nell’ultima puntata della serie ‘Razones de Cuba’, trasmessa giovedì dal Notiziario Nazionale TV, quando ha assicurato che gli USA hanno bisogno di formare questi individui, e per questo implementa strategie come la concessione di borse di studio, come quella di cui Bruguera ha goduto negli anni ’90: “Hanno bisogno -ha spiegato- soprattutto, cambiare il modo di pensare dei cubani, creare una massa acritica di persone che non creda nella Rivoluzione, e niente di più prezioso della cultura per poter cambiare valori”.
Certo, la cultura come mero pretesto. Lei stessa l’ha detto più di una volta: l’arte “per cercare nuove strutture politiche” (2005), “un mezzo per altre cose” (2008). Il sussurro imperiale risuona nella sua testa.
Del «artivismo» a la subversión, el susurro imperial
El afán de protagonismo de Tania Bruguera se desbocó el pasado 27 de noviembre, cuando a las puertas del Ministerio de Cultura maniobró para capitalizar los reclamos, muchos de ellos atendibles, de los artistas congregados, sabotear las posibilidades de entendimiento y situar personas bajo su égida entre los interlocutores negados al diálogo
Autor: Pedro de la Hoz
Ella quiere que la miren, la mimen, la tengan en cuenta si Cuba cae, es un decir, y llega la hora de repartir el botín. Por ello se ha hecho notar, se ha dejado fichar con entusiasmo y conocimiento de causa, y cada vez oculta menos su papel: alentar la subversión del orden institucional y el estallido social.
La artista que es, osada, transgresora, emparentada con prácticas que en el campo de las artes visuales han pugnado por avanzar en la búsqueda de nuevos lenguajes y significados desde el performance y la ruptura de compartimentos estancos, la que se proclama «artivista», aparece por estos días como lo que quiere en verdad ser: una opción atractiva, altamente cotizada, entre los círculos que en Estados Unidos pretenden apoderarse nuevamente de Cuba.
Ese es el lugar que ocupa Tania Bruguera en el entramado puesto en marcha, desde noviembre pasado, para mostrar ante el mundo un clima de ingobernabilidad en la Isla, lanzar señales, a la nueva administración estadounidense y a los aliados de esa nación, acerca de la irreformable obsolescencia de la Revolución Cubana, y, en el plano interno, instigar la desconfianza y el descrédito hacia nuestra institucionalidad. Nada nuevo bajo el sol; se repite el esquema aplicado en los países exsocialistas de Europa oriental: un Vaclav Havel en Praga, un Jacek Kuron en Varsovia.
Su afán de protagonismo se desbocó el pasado 27 de noviembre, cuando a las puertas del Ministerio de Cultura maniobró para capitalizar los reclamos, muchos de ellos atendibles, de los artistas congregados, sabotear las posibilidades de entendimiento y situar personas bajo su égida entre los interlocutores negados al diálogo. De paso, diré que no la tiene fácil, pues hay otros interesados en figurar, por encima de ella, en lo que intentan presentar como un supuestamente articulado grupo 27N. El lema «todos somos uno» se desinfla.
En consecuencia, la artista, desde entonces, y como ha sido habitual en su trayectoria, no ha dejado de manifestarse políticamente en las redes sociales y en los medios financiados desde EE. UU. La emprende contra el Ministro de Cultura, contra los artistas que no le siguen la corriente. El denominado artivismo es un subterfugio, juega a la política sin embarazo alguno. Se asocia a Cubalex, tinglado diseñado para proteger a elementos contrarrevolucionarios con el dinero de la National Endowment of Democracy (NED). Su par en Cuba no es Marina Abramovic, sino el sujeto que, en San Isidro, llama a tomar el Capitolio habanero, a imagen y semejanza de los bárbaros que irrumpieron en Washington.
Por cierto, ella anticipó, de algún modo, la arremetida de los correligionarios de Trump, cuando el 30 de diciembre de 2014 intentó protagonizar un escándalo en la Plaza de la Revolución, con una versión del montaje performático El susurro de Tatlin. Un crítico de arte que secunda y sigue las acciones de Bruguera, calificó el gesto para la galería mediática como «acción política radical». Gesto nada inocente; días antes se había producido el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y EE. UU. Había que recordarle a Obama el compromiso de la Casa Blanca con el derrocamiento del Gobierno cubano, lo mismo que ahora quieren recordarle a Biden.
Ni antes ni ahora se trata de una voluntad espontánea, sino de una operatoria calculada, tal como denunció el colega Raúl Antonio Capote en la más reciente entrega de la serie Razones de Cuba, transmitida el jueves por el Noticiero Nacional de Televisión, cuando aseguró que Estados Unidos precisa formar a esos individuos, y para ello implementa estrategias como el otorgamiento de becas, como la que disfrutó Bruguera en los 90: «Ellos necesitan –explicó–, sobre todo, cambiar la manera de pensar de los cubanos, crear una masa acrítica de personas que no crea en la Revolución, y nada más valioso que la cultura para poder cambiar valores».
Claro está, la cultura como mero pretexto. Ella misma lo ha dicho más de una vez: el arte «para intentar nuevas estructuras políticas» (2005), «un medio para otras cosas» (2008). En su cabeza resuena el susurro imperial.