Omar Rafael García Lazo www.cubadebate.cu
Il Cile di Pinochet è stato mostrato come la vetrina del neoliberalismo in America Latina, l’esempio da seguire. Nello sforzo si tenta di oscurare la repressione che ha accompagnato l’esperimento dei Chicago Boys.
La Colombia è stata esposta come una democrazia forte e fiorente. La guerra, il narcotraffico, il paramilitarismo, da e attraverso lo Stato, non sembrano pregiudicare la “democrazia più antica” del continente.
Negli ultimi due anni, questi paesi hanno sofferto crisi sociali e conseguenti esplosioni popolari. Il bilancio di morti, sparizioni, feriti e detenuti è noto e non può essere nascosto.
Nel caso del Cile, il modello neoliberale pinochetista ha mostrato i suoi limiti sociali ed economici ora insostenibili. Le disuguaglianze e le tensioni culturali e politiche accumulate nei decenni sono emerse senza trovare ancora un canale preciso.
In Colombia un Accordo di Pace attaccato da tutte le parti dall’estrema destra uribista ha permesso, e qui sta il suo valore storico, rendere visibili le principali cause dei problemi più urgenti di quel paese e porli nell’agenda politica nazionale. Non era né è la guerra la causa dei problemi. La guerra è – è stata – conseguenza di un conflitto sociale e politico la cui soluzione continua a essere rimandata.
In entrambi i paesi sono in atto due processi elettorali in cui la sinistra, insieme ad altri settori, presenta serie opzioni per arrivare elettoralmente al governo.
Di fronte a una tale sfida e senza perdere di vista quanto accaduto in Messico, Argentina, Bolivia, Nicaragua e Honduras; e dopo la vittoria di Cuba di fronte al “golpe morbido” e alla resistenza del Venezuela, Washington e i suoi operatori della destra regionale hanno posto il massimo interesse per la questione.
L’articolazione di Lima contro Caracas, il riconoscimento di Guaido, il sostegno di Macri al golpe in Bolivia, l’ingerenza del governo di Iván Duque nelle elezioni in Ecuador e il viaggio di Brian Nichols in Honduras sono esempi notori delle corde che si muovono nell’emisfero per evitare i cambi che sembrano improrogabili.
Il terrorista venezuelano Leopoldo López, stabilitosi in Spagna, e incoraggiato dall’estrema destra colombiana, ha visitato il Cile. Lì ha contestualizzato il suo vecchio discorso contro la Rivoluzione chavista per avere un impatto sull’elettorato cileno; mentre l’Associazione Mondiale dei Giuristi ha conferito alla “democrazia colombiana” un premio dalle mani del Re Felipe VI.
Washington lo ha chiaro: né il Cile né Colombia possono cadere. E là vanno le sue schiere a fare il lavoro. Una vittoria della sinistra in quei due paesi sarebbe una grave battuta d’arresto ai suoi piani di riposizionamento egemonico nell’area.
Si tratta di due pilastri nel disegno interamericano di dominazione USA, e fermi baluardi nello scontro ideologico, politico e culturale che oggi si derime tra la dottrina Monroe e l’ideologia bolivariana. Nei prossimi mesi osserveremo nuove e grossolane manovre politiche per placare i timori alla Casa Bianca.
Ni Chile ni Colombia
Por: Omar Rafael García Lazo
El Chile de Pinochet ha sido mostrado como la vitrina del neoliberalismo en América Latina, el ejemplo a seguir. En el esfuerzo se intenta opacar la represión que acompañó el experimento de los Chicago Boys.
Colombia ha sido expuesta como una democracia fuerte y pujante. La guerra, el narcotráfico, el paramilitarismo, desde y a través del Estado, parece no deslucir a la “democracia más antigua” del continente.
En los últimos dos años estos países han sufrido sendas crisis sociales y consecuentes estallidos populares. El saldo en muertos, desaparecidos, heridos y detenidos es conocido e inocultable.
En el caso de Chile, el modelo neoliberal pinochetista mostró sus límites sociales y económicos ya insostenibles. La desigualdad y las tensiones culturales y políticas acumuladas durante décadas brotaron sin encontrar cauce definido aún.
En Colombia, un Acuerdo de Paz atacado por todos sus flancos por la ultraderecha uribista permitió, y ahí está su valor histórico, visibilizar las principales causas de los problemas más acuciantes de ese país y ponerlos en la agenda política nacional. No era ni es la guerra la causa de los problemas. La guerra es -ha sido- consecuencia de un conflicto social y político cuya solución sigue postergada.
En ambos países se desarrollan dos procesos electorales en los que la izquierda junto otros sectores presentan serias opciones para llegar electoralmente al gobierno.
Frente a tamaño desafío y sin perder de vista lo ocurrido en México, Argentina, Bolivia, Nicaragua y Honduras; y tras la victoria de Cuba frente al “golpe suave” y la resistencia de Venezuela, Washington y sus operadores de la derecha regional han puesto máximo interés en el asunto.
La articulación limeña contra Caracas, el reconocimiento a Guaido, el apoyo de Macri al golpe de estado en Bolivia, la intromisión del gobierno de Iván Duque en las elecciones de Ecuador y el viaje de Brian Nichols a Honduras son ejemplos notorios de las cuerdas que se mueven en el hemisferio para evitar los cambios que parecen impostergables.
El terrorista venezolano Leopoldo López, asentado en España, y aupado por la ultraderecha colombiana, visitó Chile. Allí contextualizó su viejo discurso contra la Revolución chavista para impactar en el electorado chileno; mientras que la Asociación Mundial de Juristas le concedió a la “democracia colombiana” un premio de manos del Rey Felipe VI.
Washington lo tiene claro: ni Chile ni Colombia pueden caer. Y allá van sus huestes a hacer el trabajo. Una victoria de la izquierda en esos dos países sería un duro revés a sus planes de reposicionamiento hegemónico en la zona.
Se trata de dos pilares en el diseño interamericano de dominación estadounidense, y firmes baluartes en la confrontación ideológica, política y cultural que hoy se dirime entre la doctrina Monroe y el ideario bolivariano. En los próximos meses observaremos nuevas y burdas maniobras políticas para despejar temores en la Casa Blanca.