Desde Londres,
la organización humanitaria Amnistía
Internacional exigió a las autoridades
cubanas que liberen “inmediata e
incondicionalmente” a cinco presos
contrarrevolucionarios, que fueron detenidos
por actividades delictivas que nada tienen
que ver con la política.
Los mencionados detenidos tienen una amplia
hoja de antecedentes penales y de acuerdo
con
declaraciones
de sus vecinos, “no salen de un delito para
cometer otro y se han unido a elementos
contrarrevolucionarios en busca de dinero
fácil y de una sombrilla que los proteja
ante la ley, al darles un título de
activitas políticos”.
Esto no es nada nuevo. Al no tener
argumentos para calificarlos como políticos,
los asalariados de Miami tratan de
informarle a la prensa extranjera y a las
organizaciones en el exterior, acciones
falsas para continuar la campaña difamatoria
contra Cuba, la que es pagada con parte de
los 20 millones de dólares asignados
anualmente por la Casa Blanca para la
subversión en la Isla.
Sin embargo, cuando esos mismo supuestos
“presos políticos”, son entrevistados en la
sección consular norteamericana en la Habana,
no clasifican para obtener un visado como
refugiados políticos, prueba de sus mentiras
y manipulaciones para obtener dinero sin
tener que trabajar.
Una demostración de cómo se manipulan
mediáticamente las situaciones con la
revolución cubana, es lo que está pasando en
Honduras, donde si existen flagrantes
violaciones de los derechos humanos, a las
que Amnistía Internacional no le presta la
misma atención ni hace declaraciones
alarmistas y autoritarias como lo hace con
Cuba.
En Honduras en los últimos dos años, han
sido asesinados más de 30 periodistas y se
tiene comprobado que las fuerzas de
seguridad utilizan a delincuentes juveniles
conocidos como “maras”, para emplazar el
terror entre la población civil. El clima de
terror impuesto llega hasta el asesinato de
jóvenes que aparecen dentro de bolsa rojas.
Pero las declaraciones de Amnistía
Internacional son bien pálidas para la
gravedad y reiteración de los casos.
Ninguna de estas situaciones han ocurrido en
Cuba después de 1959, pero por presiones de
Washington y de la guerra sicológica
establecida contra la Revolución, tratan de
fabricar una imagen de violaciones a los
derechos humanos, la que se desvanece cuando
se visita la Isla y se comprueban las
mentiras, razón por la cual el gobierno
norteamericano prohíbe los viajes de sus
ciudadanos a Cuba.
Según el asesor especial de Amnistía
Internacional Javier Zúñiga, “estos cinco
casos son solo la punta del iceberg de la
represión de la libertad de expresión en
Cuba”.
¿A caso este señor se habrá creído el cuento
de la “represión de la libertad de expresión
en Cuba”? Yoani Sánchez Cordero, la
diplobloguera oficialista de Washington,
escribe y ofrece declaraciones libremente en
la Habana, incluso es asidua a las
residencias de los diplomáticos
norteamericanos y a su legación, sin la
menor impedimenta.
Elizardo Sánchez Santa Cruz informa sobre
Cuba cuanto desea, incluso falsedades por
las que pudiera ser acusado, y nada le pasa.
Berta Soler y Guillermo Fariñas, ambos
galardonados con el premio Sajarov, actúan
por el estilo de los otros, a los que se
suman una sarta de elementos pagados por
Miami y que son considerados periodistas
dependientes de los norteamericanos que les
entrenan, orientan y financian para
confeccionar denuncias contra la Revolución.
Sería conveniente que el señor Zúñiga,
leyera todas las falacias que escriben en
contra de Cuba los asalariados mencionados,
para llegar al convencimiento de la libertad
de expresión que tienen y la diferencia que
existe con los verdaderos periodistas que en
Honduras si se juegan la vida por
denunciar las violaciones y los atropellos
contra los derechos humanos del pueblo.